capítulo 5

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“No vas a estar sola, se que es un lugar muy peligroso, pero es nuestra salida para acabar con esto. Se que no podré estar contigo, pero tienes a tu hermano, tienes a James que cuando quieras él estará ahí. Y mucho más importante, recuerda que te tienes a tí, que eres fuerte y una luchadora que no se va a rendir"

El recuerdo de mi madre rondo toda la noche. Ya era sábado, estoy despierta hace media hora y no puedo levantarme, o sí, pero me siento tan pesada, no dormí casi nada. Desde anoche me pregunto sí de verdad vale tanto la pena, si hay otra salida.

Y si hay, tiene que haber, hay muchas, pero no era decisión mía, yo tenía dos opciones: quedarme y luchar o irme.
Estaba sobrepensando todo.

Me levanté de la cama y me dirigí al baño a ducharme.
Ya lista y envuelta en una toalla acomode el desastre, me vestí y bajé a la cocina.

Deseaba tomarme un café y tal vez hablar con Nancy.
Bajé las escaleras apurada de dos en dos, había un silencio.
Cuando llegue no me tope con lo que esperaba.
Había una mujer mucho mayor en la cocina y estaba preparando algo.

Al notar mi presencia se dio la vuelta y me sonrió.
—Tú debes ser Victoria—agarrando un trapo y se limpio las manos y me extendió una.

—Si, soy yo—respondí también sonriéndole, mientras estrecho su mano.

—Yo soy Doris, la ama de llave, encargada del servicio, y a veces me gusta pasar tiempo aquí, ¿quieres algo?—dijo presentándose, era la madre de Nancy, tenía unos 50 años y al parecer compartia la misma afición que su hija.

—Me gustaría una taza con cafe.—veo como asiente con una sonrisa de labios pegados y se da la vuelta.— Y me gustaría prepararlo yo—añadí rápido.

—Oh no te preocupes ya lo tengo listo.—y en un rato me senté en un taburete de la isla y me extendió una taza de café.

La puerta del almacenamiento se abrio y de ella salió el mismo guardia que en la noche me había jalado del brazo y bajado de la silla.

Sin poder evitarlo mi vista viajo justo a mi brazo.

—Doris, la entrega llegó, esta afuera ¿puedes supervisarlá?—le hablo a Doris desabrido.

En ese momento nos quedamos mirando mientras Doris abandonaba la cocina.

Tome un sorbo de café mientras se me acercó rápido. No me inmuté sabía lo que me iba a decir.

—Escúchame niñata…

—Háblame bien y te escuchó—respondí con pereza interrumpiendolo,  solo quiero tomar un café en paz.

—Como quieras, se que traes algo entre manos…

—Si, una taza de cafe—contesté tranquila, algo que le molestó.—¿te sientes amenazado por una niñata?—le cuestione, llevando mi mano al pecho y abrí mi boca fingiendo sorpresa, él me miró incrédulo y pasó a enojarse.

Vi como cerraba los puños con fuerza.

—No me siento amenzado, de hecho yo te voy a amenazar a tí. Y déjame hablar que la próxima que quieras interrumpirme no la vas a contar. Tú no eres nadie en esta casa, yo no te debo nada a ti, así que escúchame bien, yo estoy aquí para hacer mi trabajo de mantener el orden y proteger, y se que traes algo entre manos. Atreve a hacer algo aquí, lo que sea, lo voy a descubrir y terminará muy mal para tí. Te voy a vigilar—dijo molesto.

—Te sientes amenazado.—confirme sonriendo.

Vi como tenso la mandíbula y no me aguanto más,  se fue por donde vino.

La Pieza del JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora