4. El martirio de Alicent

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Lady Alicent sonrió educadamente al ver al príncipe Daemon nuevamente.

Había pasado 1 semana completa desde el funeral de Lady Laena. Y el Rey Viserys intentando unir más a la familia, invitó a su hermano a habitar en Reed Keep.

Esta noticia no tenía nada contenta a la pelirroja, que no soportaba al hombre.

Estaba la corte del palacio recibiendo al príncipe canalla.

-Mi príncipe -dijo con frialdad la mujer, aún no olvidaba como había intentado humillarla.

El hombre alzó una ceja mientras una sonrisa burlona se le formaba en la cara.

—Lady Alicent, ¿Lady...? —dijo fijándose en la niña.

—Alysanne, Lady Alysanne Strong —dijo la niña con una pequeña sonrisa y una reverencia educada.

—Vaya, una Strong-Hightower, ¿me preguntó si sabes Valyrio?

Así es, príncipe Daemon.

Hubo un corto silencio antes de que Alicent abriera la boca.

—Lamento no haber dado las condolencias adecuadas, príncipe Daemon, fue un error y una falta de...

Antes de que la pelirroja pudiera hablar, la princesa Rhaenyra los interrumpió.

—Tío Daemon, quiero presentarte a mis hijos.

Alicent frunció los labios, disgustada por la interrupción, pero rápidamente lo disimulo dándose vuelta para hablar con su hija. Pudo ver al príncipe observándola por un instante antes de que él se diera media vuelta y se alejara acompañando a su radiante sobrina.

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1 luna después de la muerte de Lady Laena

Para el martirio de Alicent, el Rey ordenaba que cada cena fuera servida en familia.

Alicent detestaba con el alma aquellas cenas, por distintas razones, y sentada frente a sir Laenor y junto al príncipe Daemon podía ver varios puntos de la mesa.

Las miradas descaradas y las leves sonrisas eran dolorosamente evidentes entre su sobrina y su esposo, razón por la que su copa de vino se estaba vaciando rápidamente.

Alysanne tenía la vista fija en la mesa, sin mirar a sus sobrinos luego de que estos estallaran en carcajadas cuando un cerdo fue puesto en la mesa al frente de la niña. Alicent pensó que en cuanto se sirviera el postre, enviaría a su hija a la cama.

Pero lo que más odiaba, y a la vez la confundía, era la mirada del príncipe canalla en ella, ya fuera por los rumores que alguna vez los habían rodeado, o por la personalidad del hombre, pero la realidad es que Alicent no lo soportaba.

Permitió que volvieran a llenar su copa de vino, decidida a ignorar a toda costa la mirada de su primo.

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Fue esa misma noche qué Alicent se levantó lentamente de la cama en la que estaba nuevamente sola. Y el saber que lo más probable es que su marido estuviera compartiendo lecho con Rhaenyra, le ocasionaba una rabia que parecía que podría podrir su alma.

Con lentitud y silencio se deslizó como un fantasma por los pasillos de la fortaleza con dirección a la biblioteca.

Alicent siempre había sido una gran devota a la lectura, ya fuera desde libros de historia, hasta los largos libros de fantasía y romance en los que el caballero de brillante armadura, corazón noble y trato amable llegaba para rescatar y enamorar a la bella princesa.

Con delicadeza empujó la pesada puerta y entró en la estancia tomando cuidadosamente una vela. Se guio por los pasillos que conocía como la palma de su mano, y empezó a buscar un libro con el cual distraer su dolido corazón.

No notó la sombra que se dirigía lentamente hacia ella hasta que estuvo a unos centímetros de su espalda.

Alicent se dio vuelta con un grito ahogado de terror antes de que Daemon tapara su boca y la aplastará contra el estante, incluso cuando la pelirroja noto quien era, no dejo de removerse y luchar para qué la soltara.

—Silencio, querida prima, no queremos atraer atención poco deseada, podrían malinterpretar está situación —dijo con burlona tranquilidad el peliblanco.

La mujer detuvo sus forcejeos para ver qué tan mal podía verse el como estaban. Y la realidad es que si alguien los veía, su matrimonio estaría arruinado.

«Más arruinado de lo que ya esta» —dijo una burlona vocecita en su mente que Alicent apartó.

La realidad es que Daemon la empujaba para que quedara apretada contra la estantería, por lo que estaban más juntos de lo que era apropiado, y viendo el camisón bastante visible de la bata abierta de Alicent luego del forcejeo, su cabello despeinado y sus mejillas rojas, cualquiera tendría razones para malinterpretar aquella escena.

—Entonces le pido que me suelte, príncipe Daemon, ya que es usted quien hace que esta escena parezca peor de lo que es —repuso la mujer con furia.

El hombre sonrió con burla, pero la soltó.

—No te preocupes Alicent, no tengo ninguna intención de que me relacionen con una mestiza Hightower.

De manera inmediata el rostro de Alicent adquirió un fuerte tono rojizo, casi igual que el dragón que montaba el príncipe canalla, Caraxes.

—Y yo no tengo intención de que me vean con un descarado que solo conoce las camas llenas de pulgas que frecuenta tanto en esos vulgares prostíbulos —escupió la pelirroja con ira.

Los ojos de Daemon centellaron con ira, pero Alicent no se retractó.

—No discutiré esto contigo, Alicent. No con una mujer que no es capaz de tener a un hombre en su cama aunque ruegue por ello.

Aquello tocó una fibra sensible en la mujer, la cual volteo el rostro para disimular que sus ojos se habían llenado de lágrimas.

—Pues lamento el hecho de que será de la misma harina del costal de Sir Laenor muy pronto

-¿De qué hablas?

—Me refiero a que no soy tonta, sé que usted se deshará muy pronto de Sir Laenor, y que una vez que eso suceda, Rhaenyra lo tendrá como príncipe consorte.

—¿Y qué sucede con eso? —preguntó Daemon, sin rechazar la suposición de Alicent.

—Que si no fue capaz de serle fiel a Sir Laenor, no lo será con usted, y dudo que usted lo sea con ella.

—¿Qué te hace creer esas mierdas?

—El hecho de que Rhaenyra no es lo suficientemente responsable para cumplir con sus deberes. Y que usted es igual a todos los hombres, aunque lo niegue, lo único que lo hace diferente es ese dragón y esa espada que hacen que su cabeza se vuelva pesada de arrogancia.

Y seguido de afirmar eso, y dejando una vez más al príncipe con la palabra en la boca, se dio media vuelta y salió del lugar dejando un leve olor a rosas.

Daemon apretó con furia los dientes, sin poder creer que esa mujer lo dejara nuevamente hablando solo. Y con una renovada ira, se decidió a vengarse.

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Hola! Aquí les traigo un nuevo capítulo, tal vez esperaban que el romance de Daemon y Alicent empezará de inmediato, pero la realidad es que Daemon tiene muy arraigados sus ideales acerca de los Hightower, y Alicent a pesar de todo, le enseñaron a ser fiel a su esposo

¿Díganme que les pareció?

Seduciendo a un canallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora