15. Un canalla desesperado

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Décimo día de la sexta luna, año 122 d.C

Alicent cerró la puerta de la guardería de sus hijos en silencio, ya era tarde y había hecho dormir a sus hijos antes de retirarse para pasar la noche.

Cenó con Alysanne un poco más temprano luego de discutir con Viserys, quien se negaba a romper su compromiso, asegurando que encontraría felicidad con Daemon una vez que el matrimonio se llevara a cabo.

Ella se moría primero antes de casarse con Daemon.

Aunque estaba un poco más tranquila desde la partida de Rhaenyra en dirección a Harrenhal, el príncipe canalla seguía siendo una espina en su costado, una espina que parecía clavarse en su vida cada día más.

No podía volar sobre King's Landing tranquila junto a Alysanne, ya que Caraxes se unía rápidamente a ellas, como si no pudieran dejarlas solas.

No podía dar tranquila un paseo en los jardines sin que Daemon estuviera allí, en una banca y sosteniendo una copa de vino como si hubiera pasado toda la tarde allí. Alicent sabía perfectamente que había pasado todo el día en el patio, entrenando. El muy canalla se aseguraba de saber dónde estaba, y esperarla para ofrecerle que se sentará con él, o directamente decirle que la acompañaría en su paseo.

Tampoco podía presentarse en la corte sola, ya que aunque Daemon odiaba toda la palabrería y formalidad, no le gustaba que estuviera sola, y siempre se aseguraban de recalcar que muy pronto Alicent se convertiría en la esposa del príncipe de Rocadragón, y más adelante, en la Reina Consorte.

Esto por supuesto, la irritaba, odiaba no tener su espacio y no poder mezclarse con los cortesanos con tranquilidad, odiaba que Daemon estuviera a su espalda como una sombra permanente.

También se aseguraba que rompieran el ayuno junto a Alysanne, Rhaegal y Alyssa sin falta. A veces lo hacían en compañía del Rey, aunque estos casos eran extraños. Alysanne estaba encantada con el príncipe, y se aseguraba de hablar hasta por los codos cuando estaba cerca de él.

Pero lo que más odiaba, era su insistencia en estar con sus hijos. Alicent sabía que no se lo podía prohibir del todo, pero ella esperaba mayor disimulo a la hora de hacer esas cosas, Rhaegal y Alyssa seguían llevando el apellido Strong, no el Targaryen, y la corte terminaría hablando.

Salió de sus pensamientos cuando llegó a las puertas de sus aposentos, el guardia que la acompañaba se plantó junto a la puerta, la cual le abrió para que pasara.

—Muchas gracias, Sir —dijo Alicent con una pequeña sonrisa mientras se adentraba en los aposentos.

Pasó por la sala que tenía en el lugar para recibir a los invitados y se adentró en su solar.

Esperaba a las criadas, a las cuales les había dado órdenes de preparar un baño caliente, sus extremidades dolían como nunca y estaba segura de que el agua la ayudaría.

Se quitó el abrigo de piel, conteniendo un gemido de alivio al quitar la pesada piel de su cuerpo, había empezado el otoño, por lo que las tardes se hacían más frías.

Estaba a punto de soltar los cordones que ajustaban su vestido cuando se detuvo de golpe.

Daemon estaba cómodamente sentado con una sonrisa arrogante en uno de los asientos.

Ambos se observaron en silencio por unos instantes, las manos de Alicent abandonaron los cordones y cayeron a sus lados, su rostro se arrugó, el enfado y la confusión en sus ojos.

—Oh, no te detengas, prometida, estoy bastante bien por dónde iban las cosas.

La pelirroja resopló con enfado, sus puños se apretaron y sus mejillas se enrojecieron.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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