Nathaniel
—¿Adónde vas? —Soy el primero en bajar del avión privado con mi manager pisándome los talones.
Un grupo de guardias están a la espera en la entrada. Tengo que rodear el área para evitar a los fans, no tengo tiempo que perder y, si voy ahora, dañaría la imagen del chico angelical. De todos los apodos me tenían que poner el que menos pega conmigo ¿por qué carajos parezco un ángel?
Hasta aquí se escuchan sus gritos y eso me aumenta la migraña.
Roger, mi manager, me alcanza jadeando y se pone frente a mí haciendo que me detenga. Es un estorbo. Lo hago a un lado y sigo caminando con las manos en los bolsillos.
—Nat, hombre. Espera —jadea y me agarra el brazo —solo tienes que pasar por esa puerta, pones tu mejor sonrisa, firmar varios autógrafos, quizá te tomes unas cuantas fotos...
—Me largo. No quiero que me molesten, tengo la semana libre —lo corto frío antes de seguir con mi camino. Si no le pongo un freno ahora, lo voy a tener respirandome en la nuca.
—No olvides actualizar tus redes sociales —grita.
Se ha convertido en una molestia. Tengo que estar pendiente hasta del último detalle y en estos momentos solo quiero desaparecer y no saber más nada. Podría dejar que el equipo se encargue, pero es algo que hago por mi cuenta desde que inicié y me gustaría dejar eso intacto.
Le doy una vista rápida al estacionamiento. No quiero que me descubran y terminen arruinando mis planes porque están las dementes que son emboscan en el baño de hombres. No veo movimiento. Localizo mi BMW y una vez dentro, salgo disparado a la autopista de Chicago.
El tráfico termina de arruinar mi estado de ánimo. Llevo varios minutos en el mismo lugar ¿de qué me sirvió evitar a los fans si estoy aquí atascado? Activo el limpiaparabrisas. No hay peor combinación que un trancón en medio de la lluvia.
Me entra una llamada y los nervios se me disparan al ver de quién es. Dejo que suene tres veces antes de contestar.
—Señor Cowan —hay mucho ruido de fondo —tiene que venir lo más pronto posible...—hace unas pausa —la señora Cowan se descompuso.
Cuelgo.
A mi alrededor todo se comienza a desvanecer, lo único que escucho es un irritante pitido en mis oídos. Golpeo el volante una y otra y otra vez. El auto se hace más pequeño con cada respiración superficial que doy aplastando mi pecho, mis extremidades, mi alma... las esquinas de mi visión se oscurecen. Golpeo con más fuerza. Regreso en mi cuando veo que el carril de la derecha está avanzando más rápido. No lo pienso dos veces, hay un espacio. Giro sin medir las consecuencias. Tengo que salir de aquí.
Piso el freno al sentir el choque. Mi frente impacta contra el volante. No siento dolor ni la presión del cinturón en mi pecho. Alcanzo un morral en el asiento trasero. Paso la mano por el cabello echándolo hacia atrás antes de ponerme la gorra y los lentes de sol. Miro por el retrovisor y sigo con la mirada a la mujer que rodea el auto hasta llegar a mi puerta.
Dice incoherencias mientras impacta su puño en la ventanilla. Las gotas golpean con fuerza sobre su rostro y bajan pegando el uniforme a su cuerpo; no creo que se haya dado cuenta que tiene un mechón rojizo dentro de su boca. Suspiro. Por lo menos espero que no me reconozca. No estoy para estas cosas.
Bajo la ventanilla unos centímetros para evitar que las gotas se cuelen dentro. Cojo la cartera y saco la tarjeta de presentación de Roger.
—Para los daños —le tiendo la tarjeta —Ya. Simplemente ponte en contacto con ese número —la corto.
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Cayendo en el amor
RomansEllos no se conocen en las mejores circunstancias y terminan odiandose, ¿qué tendrá que pasar para que caigan en el amor? .... Samirah es estudiante de medicina, tiene una deuda que ni en su otra vida podrá pagar y una pasión que pocos conocen y que...