8 •¡¿Él es su nieto?!•

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Samirah


Al final regresé al concierto calientita. Tardé un tiempo en encontrar a Elias, pero se lo estaba pasando tan bien que nos quedamos hasta que terminó el especial de música pop. A la mitad me dio hambre así que lo amenacé para que me comprara algo. Tenía que alimentarme y no quería despejar la vista del escenario.

Resignado, se fue a comprarme una hamburguesa con papas fritas y una cerveza.

En algún punto, una chica se acercó a mi amigo y no se quitó de su lado. Salió con la excusa de que no tenía quién le diera un aventón a su casa. Mensaje entregado. Oportunidad que le des a un hombre, oportunidad que aprovecha como si la vida dependiera de ello.

Camino unos pasos por delante de los tortolitos para darles espacio. Estando cerca del auto, Lily apresura el paso y me empuja cuando pasa por mi lado. No exagero al decir que si pudiera se tiraría en el asiento del copiloto para poder asegurarlo.

<<Vamos, chica, igual te lo iba a dejar. Entre mujeres nos ayudamos, pero como prefieras, trata de no lastimarte en el camino. Uy, eso debió doler.>>

Por la prisa, no ve por donde va y pisa una piedra lo que hace que se le tuerza el pie. Le hace un poco más de sutileza y seguridad.

Volteo a ver a mi amigo y me encojo de hombros. El chico se adelanta y la ayuda a levantarse. Abre el auto y la acomoda en el asiento. Sin duda ella está aprovechando la oportunidad depositando todo su peso sobre él y manosearlo.

Elias rodea el auto y cuando entra, se estira hacia Lily para abrocharle el cinturón. No tengo ni que preguntarle porqué no lo hizo antes, de seguro dirá que de esa forma los hombres se ven más sexy y puede estar más cerca de sus labios—y echarle un vistazo a sus senos—.

No se lo voy a negar.

Es sexy cuando lo hacen. Demasiado.

Entro en la parte de atrás y descanso mi cabeza en la puerta. Sigo con el buzo puesto. Elias me preguntó varias veces quién me lo dió, pero me he negado a decirle. Lo más probable es que me espere otro sermón por lo estúpida que fui y no estoy para eso.

No hay que tentar a la suerte.

—¿Te duele, cariño? —Indaga Elias.

Lily se masajea el tobillo.

—Un poco.

—Reposa el pie y ponte hielo. Si se te hincha, acuéstate y eleva la pierna por encima del nivel corazón —. Comento con los ojos cerrados.

—Ella sabe lo que dice. Es doctora —. Informa Elias orgulloso.

Carraspeo.

—Estudiante — aclaro.

—Nah, ya estás por terminar. Eres doctora.

Me reacomodo en el asiento.

—Ok, gracias — responde Lily.

—Déjame llevar a mi amiga a casa para cuidar de ti, cariño.

—Está bien —dice coqueta.

Me despido de mi amigo y de Lily antes de bajarme. Si me hubiera demorado un segundo más en cerrar la puerta antes de que acelerara, lo más seguro es que fuera arrastrada. Están urgidos por meterse mano.

Ya dentro de la comodidad de mi hogar, me quito los tacones...¡joder, si los perdí!

¿Quién no ha perdido unos tacones?

Cayendo en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora