Después de un año lleno de aventuras y sorpresas en Hogwarts gracias al Torneo del Cáliz de Fuego, los Pevensie y los Lloyd se verán en otro año ajetreado y mágico después de otro verano distinto a los demás.
﹙ Segundo libro de la saga ❛Los Pevensi...
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2. UNA CENA TENSA
LOS PRIMEROS EN BAJAR hacia la cena fueron Hermione, Ron y Harry, pues no querían agobiarlo, así que dejaron que fuesen bajando, sin embargo, cuando los demás salieron, Fred y George sacaron las orejas extensibles y sonrieron con picardía.
—Todavía podemos escuchar algo. —Dijo George.
—Allá vamos —Sonrió Rory asintiendo.
Se asomaron por encima del pasamanos de aquellas escaleras y vieron que Hermione, Ron y Harry habían tenido la misma idea, pues estaban asomándose hacia el vestíbulo. Se dieron cuenta que en el centro del grupo que estaba en el vestíbulo se encontraba el profesor Snape. Se inclinaron con curiosidad mientras Fred y George bajaban la oreja extensible.
Justo cuando la oreja llegaba a un lugar donde se podía escuchar al oscuro grupo del vestíbulo, todos los de la Orden empezaron a desfilar hacia la puerta de la calle y se perdieron de vista.
—¡Maldita sean —susurró Fred mientras recogía de nuevo la oreja extensible.
Oyeron cómo se abría la puerta de la calle, y luego cómo se cerraba.
—Snape nunca come aquí —Escucharon decir a Ron—. Por suerte. ¡Vamos!
Todo en grupo pasó por delante de la hilera de cabezas de elfos domésticos colgados en la pared, y vieron a Lupin, a la señora Weasley y a Tonks junto a la puerta de la calle, cerrando mediante magia los numerosos cerrojos y cerraduras en cuanto los restantes magos hubieron salido.
—Comeremos en la cocina —susurró la señora Weasley al reunirse con ellos al pie de la escalera—. Harry, qué rápido, si quieres cruzar el vestíbulo de puntillas, es esa puerta de ahí...
Entonces se escuchó un golpe ruidoso: ¡PAM!
—¡Tonks! —gritó Molly exasperada, y se dio la vuelta para mirar a la bruja.
—¡Lo siento! —gimoteó Tonks, que estaba tumbada en el suelo—. Es ese ridículo paragüero, es la segunda vez que tropiezo con...
Pero se escuchó entonces un espeluznante alarido. Venía de las cortinas de terciopelo, que se habían separado y ahora se veía a una mujer anciana con una gorra negra a través de una ventana, la cual gritaba sin parar como si estuvieran torturándola. Pero no era más que un retrato de tamaño natural, aunque el más realista y desagradable que había visto en su vida.
