Capítulo 4

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Siete meses después...

Introduje la llave en la cerradura para dar dos giros en ella, de esta manera trabaría la puerta. Luego me puse la campera y por encima, la mochila.

– Señorita Scaglione... – Demandó el hombre. Me di la vuelta para observar al robusto que ahora estaba parado frente a mí. – Soy el director García, del Museo de Historia de Cataluña. – Me extendió su mano y enseguida la estreché con la mía.

– Mucho gusto. – Respondí enseguida. – Bienvenido a la Argentina. – Soltó mi mano.

– Gracias. Realmente es un honor poder visitar uno de estos lugares magníficos que puede ofrecer su país. – Halagó.

– Dígame. ¿En qué puedo ayudarle? – Hablé. – ¿Necesita una cita con el director del museo o alguna información para un proyecto? – Cuestioné.

Era viernes por la noche y ya estaba a punto de irme a casa. En un par de horas me tocaría la administración como era de habitual hacerlo una vez por semana.

– No por hoy. – Indicó. – Seguramente muy pocas personas lo hacen, pero quería agradecerle por su arduo trabajo. Es muy admirable de su parte todo lo que hace por este museo. – Me dedicó una leve sonrisa.

– Muchas gracias. – Agradecí por el amable gesto de sus palabras. – Conservar estas reliquias en su mejor estado posible es muy importante para nosotros y además como lo había dicho, es todo un desafío también.

Estaba aludiendo a la guía turística que previamente había hecho a un grupo de visitantes.

– Es una lástima que el gobierno de su país no le den el apoyo suficiente que se merecen. – Comenzó a caminar y decidí copiar su acción. Faltaban unos minutos para que mi horario laboral finalice el día de hoy.

– La realidad es que estas instituciones deberían ser significativas y accesibles a lo largo del tiempo. Cada día que pasa poco a poco estos lugares pierden su valor. – Suspiré pesadamente. – Por eso mencioné la importancia de transmitir y enseñar a futuras generaciones lo que es parte de nuestro patrimonio cultural y sobre todo, a cuidarlo para que perduren en el tiempo.

– Es muy cierto lo que menciona. – Seguía caminando. – Mientras la escuchaba hablar, he notado la pasión con la que dialogó acerca de las colecciones que conserva este museo. – Señaló el lugar. – El mundo necesita más personas como usted que se desempeñen en su trabajo señorita Scaglione. –

– Gracias. – Fue todo lo que pude decir. – Amo mi trabajo y creo que eso... – Iba a hablar, pero el hombre interrumpió.

– Sin embargo, hay una relación muy estrecha entre ideales propios a ser profesionales. – Su semblante ahora era serio. – Y como guiadora de un museo, su rol es responder preguntas de los visitantes, no implantar pensamientos.

– ¿Disculpe? – Inquirí.

De pronto, sus pasos se detuvieron y los míos también. Se dio la vuelta y me dedicó una sonrisa. Por alguna razón, este tipo no me cerraba en nada. Su cara parecía demostrar cinismo en ella.

– Antes de que me vaya. Déjeme darle un consejo. – Lo observé detenidamente. Por algún motivo había evitado por completo mi pregunta.

– Claro. – Accedí. Pero a algún punto quería llegar el hombre.

– Usted sabe, sobre el dicho del tren que pasa solo una vez en la vida. ¿Verdad? – Preguntó.

Me tensé por completo al oír aquella extraña pregunta.

𝐂𝐔𝐋𝐏𝐀𝐁𝐋𝐄𝐒 | ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄDonde viven las historias. Descúbrelo ahora