Capítulo 1 - Rin

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Siento mi mejilla arder y hay un sabor metálico insoportable en mi boca...

–5... –escucho el conteo –4... -me tengo que levantar, pero mi cuerpo pesa –3...

–¡Rin! -mi nombre, puedo oír a Len gritarlo –¡Levántate!

–2... -cierto, la pelea, le prometí ganar...

Antes de oír el ultimo número hago un esfuerzo por ponerme de pie, pero sólo consigo apoyarme sobre mis rodillas, con eso basta para que el arbitro deje de contar y se aleje un par de pasos dándonos especio para seguir la pelea, veo a mi contrincante ponerse roja de rabia.

–No soy tan fácil de tumbar, Pincki Pie –Suelto esperando que se enoje más.

Tal y como esperaba se enfureció y sin darme tiempo ni siquiera de ponerme en pie se abalanzó hacia mí, su cuerpo un poco más grande que el mío le da cierta ventaja, me deja poco espacio para huir, pero mí baja estatura me da la agilidad suficiente para hacerme a un lado antes de que ella pueda agarrarme y aprovechando esta oportunidad me lanzo a su espalda agarrándome de su cuello y aferrando mis piernas a su torso apretando su estómago mientras hago presión en su cuello con mis brazos. Ella golpea y rasguña mis brazos y piernas intentando que la suelte. Como último recurso se tira al suelo de espaldas dejando mi cuerpo contra el suelo del ring y su espalda presionándome con su peso. Ella se revuelca un poco en el suelo quizás intentando asfixiarme, Pero yo sólo pongo más presión en su abdomen esforzándome por no soltarla. Me duele la espalda.

–Ya... –La escucho decir apenas audible al cabo de un rato. ¿Me estoy pasando con el agarre? –...Basta –Deja de rasguñar mis brazos para dejar caer su mano al suelo y dar golpes sobre este cediendo a la falta de aire.

–¡La luchadora Momo se ha rendido! –Oigo gritar al comentarista. El arbitro no tarda mucho en acercarse a nosotras para separarnos, la suelto sin oponerme y me aparto de ella para que los paramédicos la revisen mientras yo me levanta limpiando la sangre de mis labios. Len sube al ring y corre hacia a mi con los brazos abiertos cuando se escucha la campana que anuncia el final de la pelea.

–¡Rin! –Entonces se abraza a mi cintura y me levanta del suelo dando una vueltita –¡Mi Rin ganó! –Lo escucho celebrar cono ese tono de orgullo que simplemente amo.

–Estás más feliz que yo –Río un poco, él me baja y de inmediato revisa mis heridas y los nuevos moretones.

–¿Te duele algo? ¿Estás mareada?

–Todo bien, sólo me duele un poco la mejilla, pero... –Antes de poder terminar de hablar, siento que agarran mi muñeca y levantan mi brazo en señal de victoria.

–¡Shion Rin es la ganadora! –Exclama el arbitro. Desde el público es oyen gritos de celebración y otros tantos de frustración. Cada vez que gano y veo a toda esa gente felicitarme, me pregunto como se sentía papá cuando ganaba.

Ya había terminado todo lo tedioso, entrevistas, revisión médica, celebración con el equipo, firma de autógrafos y demás, por fin puedo subir al auto de Len para irnos juntos a casa. El auto, aun cuando es algo viejo, huele tanto a Len que subirme hace que me relaje más que con cualquier otra cosa. A esta hora vamos en silencio, él va en callado dejando que yo descanse, lo único que suena es el motor y la radio que sintoniza mis canciones favoritas. Yo sólo me dedico a mirar por la ventana sosteniendo la mano de Len que de tanto y en tanto se mueve para manipular la palanca de cambios.

Esta noche sólo quiero come ramen caliente y acurrucarme en el sillón junto a Len, quizás veamos alguna película o continuemos con la serie que dejamos a la mitad.

–¿Qué quieres comer hoy? –Lo oigo preguntar mientras mueve su mano bajando una marcha.

–Ramen, se me antoja algo de ramen.

–Ramen será entonces –al detenernos en un semáforo, Len toma su teléfono y hace una llamada rápida a un restaurante de ramen que hace delivery, un pedido simple y rápido.

Ya llegando a casa yo voy a bañarme, una ducha rápida que no me toma más de 10 minutos, saliendo del cuarto de baño veo que ya está todo listo en la sala: la televisión encendida con una película lista para ser reproducida, ramen caliente sobre la mesa de centro, mantas y mi novio esperándome con el secador de pelo en mano, un cepillo y mi crema de peinar. Esto es lo mejor de mundo. Me siento junto a Len, nos acomodamos bajo la manta con el plato de ramen sobre mi regazo listo para comer y finalmente ponemos play a la película, mientras yo disfruto de la sopa caliente Len seca mi cabello con esa delicadeza única que tiene.

[. . .]

La vida nunca es fácil, todos en algún punto sufrimos de una u otra manera, mi madre dice que no hay vida sin sufrimiento y eso lo sé desde muy pequeña, pero esperaba no tener que pasar por ello hasta tener al menos unos 15 años, no creí que el golpe fuese a llegar a mis 9 años...

Mi padre siempre fue un motivo de inspiración para mí, él era boxeador, uno de los grandes y más importantes. Yo lo idolatraba, pero no por lo valiente que era cuando se subía al ring, lo admiraba por lo valiente que era al pararse en la vida, siempre siguiendo lo correcto, ayudando a otros. Pese a sus fama y a los años en el ring, nunca dejó que se le subiera a la cabeza, se mantenía humilde y durante sus años de vida se encargó de inculcarme esa humildad, de pequeña solía decir que él era mi Mufasa, un hombre sabio, valiente y genial.

El boxeo era su pasión, aunque daba lo mejor de sí en cada pelea, siempre procuraba cuidarse porque decía que debía volver a casa ileso para sentarse con su canario a comer los huevos fritos que mamá preparaba después de sus peleas.

Esta ya era la 83° pelea de su vida, una importante si quería mantener su título de campeón. Se presumía que su oponente era incluso más fuerte que papá, pese a la expecativa de muchos, todo apuntaba a que papá ganaría, pero un golpe mal dado en su sien lo condujo a sufrir una contusión cerebral, y con ello la muerte.

Ese día fue especialmente difícil, mamá y yo habíamos ido a verlo pelear, por lo que fuimos testigos del golpe que recibió, puedo recordar aún como mamá cubrió mis ojos con su mano mientras papá caía. Después de eso solo oía a la gente comentar cosas que no entendía, la cálida mano de mamá bajó de temperatura rápidamente y la sentía temblar, podía oír como contenía el llanto y el miedo.

Al cavo de unos minutos nos llevaron a mamá y a mi a un auto en el que seguimos una ambulancia, yo le preguntaba a mamá a donde íbamos, pero ella solo rezaba entre murmullos sin apartar la mirada de la ambulancia. El chófer, un hombre desconocido, tampoco me dio respuestas a pesar de que le pregunté un par de veces.

El funeral fue al día siguiente, muchas personas fueron a darnos el pésame y muchas otras personas llegaban con cámaras a sacarnos fotos a nosotras o al altar de papá, fueron 3 días largos de luto en los que mamá casi no comía y sólo lloraba o bebía sake mientras el entrenador de papá cuidaba de mi. Pude ver entre todo el ajetreo al ultimo contrincante de papá pedirle perdón a mamá de rodillas a lo que ella respondió soltando aun más lagrimas, después hizo lo mismo frente a mi, pero en ese momento no pude entender de que hablaba, por qué pedía perdón, por qué estaba de rodillas, por qué lloraba o por qué colgó sobre cuello la medalla que él había ganado en el enfrentamiento con papá.

"Esta medalla es de tu papá, no mía" había dicho

La mañana del quinto día de su muerte, cuando ya estábamos en casa y las cosas se había tranquilizado un poco, pude entender todo cuando vi en el reloj que eran más de las 8:30 y papá aun no aparecía por mi puerta listo para que nos bañáramos juntos como cada mañana. Sólo en ese momento entendí que él ya no estaba.

Mi motivación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora