¡Ese hombre era mortal! Imposible que fuese el fanático de las matemáticas que había conseguido que las aprobara años atrás.
-Perdona mis modales. Por favor, entra.
-Gracias.
Annie abrió la puerta de rejilla y Poncho, pasando por delante de ella, entró en el cuarto de estar.
-¿Te apetece beber algo? ¿Un café, limonada?
Poncho se volvió y la miró.
-¿Haces una limonada tan buena como la de tu madre?
Annie contuvo la respiración.
-¿Cuándo has tomado la limonada de mi madre?
Poncho avanzó un paso, llegó hasta ella y, poniéndole un dedo en la barbilla, le alzó el rostro.
-No te acuerdas de mí, ¿verdad, ángel? Estoy desolado.
La soltó y retrocedió unos pasos.
Miró fijamente ese rostro masculino, el bien formado cuerpo y siguió sin ver ningún parecido entre ese Poncho y el que conociera hacía años.
-Conocía a un Alfonso Herrera que solía pasar los veranos con Grandee, pero... -¿cómo podría decírselo sin ofenderle?-. No era la clase de chico a quienes le gustan las motos y las chaquetas de cuero.
-Y tú no eras la clase de chica que se ajusta al estereotipo de maestra, Annie.
Le dolía cuando su hermana se lo decía, pero oírselo decir a un hombre tan atractivo era descorazonador.
-Siempre he querido ser maestra. Por eso era tan importante para mí aprobar las matemáticas, quería ir a la universidad.
-Vaya, así que te acuerdas de mí, ¿eh?
-Entonces... ¿eres ese Poncho?
-Sí, el mismo.
Annie consiguió no quedarse con la boca abierta. Conocía el cuento del patito feo, pero nunca había visto que ocurriese en la realidad. Sólo sufrían metamorfosis las mariposas.
-¿Podría tomar limonada?
-Sí, claro.
Annie entró apresuradamente en la cocina, sirvió dos vasos de limonada, y se volvió para regresar al cuarto de estar.
Poncho estaba apoyado contra el marco de la puerta cruzado de brazos y un pie cruzado sobre el otro. De nuevo, a Annie le impresionó lo guapo que era. Estuvo a punto de dejar caer la limonada, pero Poncho avanzó hacia ella y le tomó los vasos.
-Yo los llevaré.
Poncho se hizo a un lado y le cedió el paso.
En el cuarto de estar, Annie recogió los trabajos de sus alumnos que había estado corrigiendo y los dejó en un extremo de la mesa. Poncho se sentó en el sofá con tapicería de flores. Annie se sentó en un sillón.
Mientras bebía despacio, miró a Poncho y se preguntó si habría ido a pedir disculpas o si el motivo de su visita era otro.
Poncho probó la limonada.
-Tan buena como la de tu madre. ¿Cómo están tus padres y tu hermana? Se llama Magnolia, ¿no?
-Sí. Están todos bien.
«Cuando Maggie te vea le va a dar un ataque. Tampoco se lo va a creer».
Annie puso el vaso encima de la mesa y pensó en qué podía decir.
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La Boda De Sus Sueños
FanfictionAnnie Puente no podía creerlo. Si ese hombre era realmente Poncho Herrera, ¿dónde estaban las gafas y los granos? ¿Y cómo tenía esa moto y... esa musculatura? Como por arte de magia, el poco agraciado adolescente y genio para las matemáticas se habí...