Capitulo 3

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Annie nunca había montado en moto. La experiencia no era lo que había imaginado que sería. Tenía miedo de correr al aire libre, pero eso no era nada comparado con lo que sentía al estar pegada a la espalda de Poncho.

Al principio, le resultó reconfortante refugiarse en su cálida fuerza y rodearlo con los brazos. Se sintió protegida y arropada. Pero esa sensación cambió y se transformó en algo que no le daba ninguna seguridad.

Las vibraciones del poderoso motor le sacudieron el cuerpo. Cada movimiento que Poncho hacía, tenía eco en sus terminaciones nerviosas.

Cuando llegaron al largo camino en el que a ambos lados se alineaban enormes robles, Annie era una masa de deseo.

A juzgar por la sonrisa de Poncho cuando la ayudó a quitarse el casco, se dio cuenta de que lo que sentía debía tenerlo escrito en la cara.

-¿Te ha gustado?

Demasiado, pero no iba a decírselo.

-No ha estado mal.

-¿Sólo eso? -insistió él con una maliciosa sonrisa.

-Bueno, ha sido agradable porque todavía no hace frío. Pero no creo que me gustara ir en moto en el invierno.

-Yo sólo voy en moto cuando hace buen tiempo. Sin embargo, hay tipos duros que van en moto incluso cuando hiela -Poncho dejó el casco que Annie había usado junto al suyo- ¿En serio es la primera vez que montas en moto?

-Sí.

-En ese caso, has nacido para ello. Me has acompañado todo el tiempo.

-Qué tontería, claro que te he acompañado todo el tiempo. ¿Creías que me había caído en el primer semáforo?

-Vaya, Annie, todavía tienes sentido del humor. Empezaba a preguntarme si no lo habrías perdido. Lo que he querido decir es que no ibas en contra mía, o contra la moto, en las curvas y demás, como suelen hacer los principiantes.

Annie se preguntó cuántas principiantes habían ido con Poncho en su moto. ¿Cuántas mujeres se habrían excitado sexualmente al sentir cada uno de sus movimientos? ¿Y cuántas veces había satisfecho el deseo de... esas principiantes?

-¿Entramos?

Poncho la condujo hasta la escalinata que daba a una amplia terraza, la entrada de la mansión.

Una de las enormes puertas se abrió y salió una mujer.

Al parecer, Poncho ya había estado allí porque el ama de llaves lo llamó por su nombre. Después de presentarle a Annie, el ama de llaves les condujo hasta la sala de banquetes y les dejó solos.

-Bueno, ¿qué te parece?

Techos ornamentados, espejos de cornucopia, candelabros de cristal, suelos de madera pulida, puertas de doble hoja...

-Es hermosísimo.

Pero, de nuevo, le preocupó si las sencillas decoraciones que habían preparado no parecerían ridículas en un lugar así.

-No pareces muy entusiasmada.

-Es que, en mi opinión, el club de mujeres tiene una atmósfera más cálida.

Y no le traían fantasmas del pasado, sueños en los que ella se había visto vestida de blanco bailando con Aaron el día de su boda.

-La sala está vacía, será diferente cuando estén las mesas.

Sin duda, mesas con manteles bordados, porcelana, cristal y plata.

-Aunque estén las mesas, es tan... formal. Las celebraciones del pueblo siempre las hacemos en el club de mujeres, y sirve para ese propósito.

La Boda De Sus SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora