Annie estaba acabando de fregar los platos de la cena cuando sonó el teléfono.
-¿Diga?
-Hola, ángel. He recibido tu mensaje.
Annie sintió un gran placer.
-Poncho.
-¿Qué día llegas a Nueva York?
-Llegaré el martes por la tarde o el miércoles por la mañana. Lo sabré con seguridad cuando vaya a la agencia de viajes y haga las reservas de los vuelos y de los hoteles.
-Puedes quedarte en mi casa.
Quería verlo; sin embargo, ¿estaba dispuesta a padecer la tentación de dormir bajo el mismo techo que él?
-No quiero molestarte.
-No te invitaría si me molestases.
-Me quedaré en Nueva York hasta el domingo. ¿No tienes planes hechos para el día de Acción de Gracias?
-Estoy invitado en casa de un amigo, pero la invitación es para dos. Puedes acompañarme si quieres.
-¿Estás seguro que...?
-Estoy seguro.
-En ese caso, de acuerdo.
-Una cosa...
-¿Sí?
-Puedes quedarte en la habitación de invitados. Sin embargo, me parece justo avisarte de que intentaré convencerte para que te quedes en la mía.
-Yo...
-Si prefieres ir a un hotel...
Annie respiró profundamente.
-No, quiero quedarme contigo.
-Contaré los días.
Annie no se había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos a Poncho hasta que le vio en el aeropuerto con un ramo de flores en la mano.
No sabía cómo saludarlo. Los dos eran conscientes de la posibilidad de convertirse en amantes durante los próximos días.
Cuando ella se acercó, resultó natural que Poncho la abrazase.
-Hola, ángel.
-Hola, Poncho.
La besó breve, pero profundamente. Sus dudas se disiparon, estaba contenta de haber ido.
Llevaba un corte de pelo nuevo y un traje de moda, al igual que ropa nueva en la maleta. En Boston, había ido de compras durante su tiempo libre.
Se sentía una mujer nueva.
La mujer que habría sido si Aaron no la hubiera destrozado.
-¿No tienes más equipaje? -preguntó Poncho.
-No, esto es todo.
-En ese caso, ¿nos vamos?
Después de la limusina a Roseleigh, Annie había esperado algo parecido. Sin embargo, Poncho la sorprendió con un Ferrari rojo. Pero cuando le vio maniobrar el coche en medio del tráfico de primeras horas de la tarde, se dio cuenta de lo bien que se ajustaba ese vehículo a su personalidad.
El edificio donde Poncho vivía, con pisos de dos plantas, era precioso. En el vestíbulo, espacioso y elegante, el conserje saludó a Poncho por su nombre de pila.
Una vez que entraron en el piso, Annie trató de no abrir la boca. Estaba decorado con mucho gusto y la vista quitaba la respiración.
-Tu casa es preciosa, Poncho.
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La Boda De Sus Sueños
FanfictionAnnie Puente no podía creerlo. Si ese hombre era realmente Poncho Herrera, ¿dónde estaban las gafas y los granos? ¿Y cómo tenía esa moto y... esa musculatura? Como por arte de magia, el poco agraciado adolescente y genio para las matemáticas se habí...