mandrágora

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30 de oastog a 25 de tepsemireb, año 5778

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30 de oastog a 25 de tepsemireb, año 5778.

Montañas Tao.

Los Nombres pesan, solo los que han sido creados en mente y alma por ellos pueden tenerlos. Nuestro juicio es en el estómago del océano, no en los ojos del jabalí.

Tenía la impresión de que las montañas eran las verdaderas bestias del continente. No había más que pocas hierbas que apenas se abrían paso entre las rocas, un viento que aullaba sin parar y la sensación de que nos observaban constantemente. Donde el bosque había tenido una impresión más de ser algo durmiendo, aquí era un cazador esperando a que cayéramos en su trampa.

Desde que habíamos entrado en aquel terreno, las dos chicas se habían puesto tensas. Los pasos que escuchaba antes se convirtieron en la encarnación misma del silencio; las peleas se habían convertido en peleas de mirada que se intercambiaban en las paradas. A veces tenía la sensación de que en cualquier momento iban a empezar a gritarse mutuamente, lo que me llevaba a contemplar las quebradas a nuestro alrededor con recelo. Todo parecía estar conteniendo el aliento, y mis acompañantes amenazaban con hacer estallar aquel precario equilibrio.

Y ese estallido llegó al tercer día.

-Deja de verme así -empezó Sinta.

-¿Así cómo?

Una piedra pareció resquebrajarse a lo lejos, haciendo que los pasos empezaran a ser más retumbantes en mi cabeza. Miré de reojo al acantilado que tenía a mi derecha. No estaba tan cerca como para temer una caída, pero podía intuir unas cuantas rocas filosas en el fondo.

-Como si estuvieras siendo arrastrada aquí.

-Pues claramente no vine al límite con el país de los bárbaros por voluntad propia -replicó Sahisa con un peligroso siseo en sus palabras. Abrí y cerré la boca de inmediato, sintiendo que yo iba a ser metida en la misma bolsa que la oucraella si se me ocurría aportar algo. Una lagartija pareció huir hacia una cueva, lejos del acantilado.

-Oh, si es así como dices, entonces, ¿por qué tormentas sigues viajando con nosotras? Date la vuelta y regresa a tu preciada vida que tenías antes. ¿O es que no quieres saber nada de tu prometido?

No podía verle el rostro a Sahisa, pero podía sospechar que estaba empezando a tensar los labios.

Dejé de escucharlas cuando el suelo empezó a temblar. Las otras dos, por alguna razón que se escapaba a mi comprensión, no parecían ser conscientes del movimiento. Abrí la boca para pedirles que dejaran su pelea para cuando estuviéramos en un terreno más seguro, cuando un crujido enorme acaparó todo, tapando hasta el sonido de mi corazón. Con horror vi cómo una grieta parecía abrirse paso cual serpiente en mi dirección.

Intenté retroceder cuanto pude, correr incluso, pero unas manos parecieron salir de entre las sombras y me tomaron de los tobillos. Habría gritado, especialmente cuando mis dedos rozaron los de una aterrada Sahisa y luego caí a una velocidad de vértigo. Veía la luz que se alejaba antes de que la oscuridad se extendiera a mi alrededor por completo.

El Legado de EeduDonde viven las historias. Descúbrelo ahora