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Las sábanas de color vino la envolvían dandole calor y comodidad, o eso sería si no estuviera on una tensión aterradora después de lo sucedido.

Aún sentía los labios contra su oreja de aquél hombre susurrandole con una voz tan profunda y escaofriante, un aviso que le helaba la sangre.

Anoche después de ese aterrador suceso, el hombre desapareció, no apareció en ningun lugar, se esfumo como la espuma del mar. A pesar de haber ordenado buscarlo por cada rincón del castillo y del reino, no apareció, ni si quiera una pista ni un rastro.

En cuanto al baile, desalojaron el castillo una vez dada la noticia, cada ciudadano salió por la puerta principal, no sin antes haber sido registrado por dos guardias, la princesa y su hermano regresaron a sus habitaciones, no sin dos tres guardias atras y otros pares en los pasillos. Los reyes también fueron a sus apocentos pero el rey no durmió. Se mantuvo despierto en la orilla de su cama junto a su esposa que a duras penas pudo dormir.

En el castillo vivían unos cuantos sirvientes, otros como los de la cocina, se iban después de la cena y regresaban antes del desayuno. Elio se quedó con Kamari, de vez en cuando va su casa a dormir o visitarla, pero esta vez por petición de Kamari fue a quedarse un tiempo hasta que esa tención aterradora que abarcaba todo el reino, se fuera.

Ya era de mañana, la neblina se quitaba poco a poco, el frío ya no se hacía presente y la luz del sol se colaba entre las cortinas.

Kamari escuchó ruidos provenientes de la cocina, supuso que era Elio, seguro estaba preparando algo, sabía que cuando estaba preocupado o ansioso cocinaba.

Se abrazó a su almoahada y se acurrucó entre sus cobijas, tratando de obtener un poco de calor, tratando de que el miedo se vaya, aun que sea un poco.

Elio toco la puerta con un par de golpesitos y entró, Kamari solo lo vio con una bandeja de madera bien pulida con una taza humeando y un platillo igual.

- ¿Quieres comer algo? - le preguntó Elio una vez que estuvo a su lado.

- Gracias Elio, déjalo ahí, en un minuto voy a la mesa- le contestó con voz ronca.

Elio asintió y salió de la habitación.

Kamari no quería salir de la cama, pero su reino era primero, siempre iría primero, así que se levantó de la cama y fue a su ropero, vió ahí colgado, su vestido de anoche y otra oleada de frío la golpeo, se odió por ser tan debil, por tenerle miedo a una voz tan tonta.

Hizo a un lado al vestido y tomo sus votas, tomó un pantalón y una camisa, su armadura se la pondría después, una vez que alla cepillado su cabello y desayunado algo.

Salió al comedor y se encontro a un Elio pensativo, que miraba su taza humeante y no hacía ningun ruido, parecía que ni siquiera respiraba.

- ¿Elio? - dijo Kamari, y Elio volvió en si.

- Kamari, perdón, no dormí bien ¿Dijiste algo? - dijo algo sobresaltado.

- No, no dije nada, las verduras al vapor estaban ricas, gracias, no era necesario- le dijo mientras acercaba una silla a su lado y se sentaba recargando los brazos en la mesa.

- No hay de que, me alegro que te gustaran, solo que... Bueno no mentiré, eso del inframundo me aterra, no puedo estarme quieto- se abrazo tan fuerte como pudo y dejo de temblar.

- Iré al castillo, tendremos que ponernos en marcha lo más pronto posible ¿Vienes conmigo, prefieres quedarte a descansar? - comentó de la nada después de un profubdo silencio, ni los pajarillos de la mañana cantaban, era como si se hacercara una terrible tormenta, un huracán que destrozará el puerto y los tejados del pueblo.

- Me quedaré - le dijo - tu casa parece un refugio muy seguro a pesar de ser una cabaña, además creo que te estorbaria.

- Nunca lo harías, pero si quieres te reporto enfermo, los nervios te debilitaron y tienes una gripe, un cocinero con gripe no puede estar ahí.

Elio sonrió y asintió con la cabeza.

Después de lavar los tratses, Kamari sepillo sus dientes y se puso su armadura de plata, el peso en sus hombros se sentía distinto, al igual qué el de sus piernas. No le dio importancia y salio de su cabaña, no antes de tomar su espada y despedirse de Elio.

Las calles estaban solitarias, pocos negocios abrieron, y pocos ancianos estaban tomando té en las mesas del centro.

Llegó hasta la puerta principal del castillo, un par de fuardias cuidaban la entrada, seguro las demás también estaban así.

Solicitó la entrada y la dejaron pasar, estaba muy tranquilo y silencioso.

Pasó por los jardines y las puertas de entrada, paso de largo por la sala del baile, al igual que la sala del trono. Fue directo a las habitaciones de sus compañeros.

En el camino se encontró con Katy, que caminaba tranquila como siempre.

-¿Dónde estan todos? - preguntó Kamari.

- Todos están en el balcón de ceistal, pronto escucharas los gruñidos de odio - respondió al instante.

Kamari rodo los ojos, y dio un largo suspiro. Su equipo no podían estar cinco minutos juntos por que seguro y alguien termina herido.

Aceleraron el paso hasta llegar a las puertas del balcón. La puertas eran de cristal, tenían critales coloridos formando una mariposa con las alas abiertas de par en par, al abrir las puertas los coleres de los cristales bailaban en el suelo con la luz del sol.

Kamari al abrir las puertas se encontró con Dax y Nyx en una pelea cara a cara. Otra de sus cotidianas disputas.

- Despídete de tus risos dorados niño rico - dijo entre dientes.

-¡Nyx! ¡Dax! ¡Basta!. Parecen dos perros persiguiendo sus colas- grito Kamari y ambos la miraron, Dax de forma sonriente y Nyx solo relajó su expresión de furia.

- Mas les vale que esta sea la última a partir de hoy, sin van a matarsr haganlo una vez que acabemos con la amenaza de anoche, después de eso pueden sacarse los ojos si quieren - dijo una vez teniéndolos de frente.

- Vamos Kamari, perdoname, sabes bien que no nos llevamos bien - dijo Dax con un tono divertido y despreocupado.

- Dije la última, la última Dax.

Ya no dijeron nada, se quedaron en silencio y esperaron a que Kamari diera algunas ordenes.

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