Capítulo I: Vendieron mi nombre

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Desde pequeño siempre andaba fingiendo que tenía otra piel y otro nombre, porque no podía despojarme de lo muerto que aún tenía. Hubo un día que me hizo desear no estar en ningún tipo de piel, esperando perder mi nombre. No recuerdo la fecha. Sé que tenía diez años y que sucedió en un lugar donde había mucha gente. El incidente ha dejado su huella en cada capa de mi piel. El toque de una mano no deseada se sintió como si alguien hubiera desguazado cada capa de mi cuerpo. Estaba atrapado dentro, esperando morir.

Me gustan los carros, creo que me identifican muy bien. Mi vida ha sido como un campeonato de carreras. Corriendo por el camino buscando mi nombre para ganar mi paz. Puedes dejar los coches como vienen o puedes modificarlos. Con el tiempo, cambian, debido a factores externos o problemas internos. Un carro nunca volverá a ser como la primera vez que se puso en marcha, tiene su vida y sus historias. A pesar de esto, sigue siendo un coche. El tema es que tiene un precio.

Un verano, mientras arreglaba el carro de un conocido, se me acercó alguien y hablamos un buen rato sobre los carros. Pasaron meses y sin darme cuenta ya éramos amigos. Un día me dice que tiene un puesto para mí, yo recién me había ido de mi casa y vivía en la calle, claro que un trabajo estable para un mecánico de calle tenía sabor a gloria. Fui con él al lugar, necesitaban a un mecánico. Me pagarían incluso si no hacía nada. El primer mes, fue una maravilla, mi amigo hasta me ayudó a conseguir una furgoneta. El carro de mis sueños. Para este tiempo estaba comenzando a sanar, la vida tenía luz. Las capas de pintura dañada de este auto se despojaron solas y yo, pues, buscaba poner pintura nueva en donde podía.

Poco después, cuando mi amigo me invitó a cenar, conocí al dueño del casino, Santino. Él me regaló unas flores y me dijo que si necesitaba algo que le dijera. Me reservé las palabras, ya que el hombre me miraba extraño y se relamía los labios al verme a los ojos. Mi amigo le dijo que yo tenía interés en comprar un nombre, uno que me quedara mejor. Santino responde que me lo compraría si le hacía un par de trabajos. Yo lo pensé un buen rato, se me hacía curiosa la oferta, casi chistosa. Había algo tan fúnebre en la manera en que le salían las palabras de la boca.

Suspiré y le pregunté si hablaba en serio, tenía los bolsillos forrados de dinero, ¿pero por qué gastarlo en alguien insignificante como yo? Era su naturaleza ayudar, pero siempre me pareció extraño.

Luego de un solo trago comencé a sentirme mal y no recuerdo qué pasó después. Me desperté en mi furgoneta de madrugada y al vomitar en el baño noté que me faltaba ropa. No la encontré en ninguna parte, estaba tan mal que le resté importancia. Algo que aún me enferma es que me dolía ahí abajo. Tal vez simplemente dormí mal, tal vez mi período regresó o tal vez la ropa no se sentía bien contra mi piel. Una mala tela puede recordarme cosas que quiero olvidar, podría haberlas tirado si me hubiera emborrachado lo suficiente.

En la segunda cena, no bebí mucho, solo la mitad. En esta ocasión Santino me trajo chocolates y un peluche, era incómodo. Mi amigo no parecía importarle nada, todo lo contrario, sonreía y me daba caras perversas, tal vez burlándose o tratando de convencerme de que esto era bueno. Mantuve la bebida cerca de mí, pero comencé a sentirme igual o peor que la vez anterior. El hombre me ofreció nuevamente comprar mi nombre y no importaba mi respuesta, volvía a preguntar como si yo no hubiera contestado. A la veintiúnica vez no le doy mucha cabeza, terminé aceptando la oferta. Solo eran unos trabajos para Santino. A los minutos me dio una cosa tan mala, estaba enfermo. Me levanté para irme y trajeron papeles. Me entregaron mi nombre y mi piel en una bandeja.

A pesar de estar ebrio, me pasaban muchas cosas por la cabeza. No podía entenderlo... Mi cabeza se sacudió por sí sola, negándolo de nuevo, estaba confundido.-¿Por qué debo pagarte la mitad? Pensé...

El hombre sonrió. -¿O mejor quieres dinero? ¿O algo no tangible? Te puedo dar lo que sea, siempre y cuando hagas lo que te diga.

Al principio el trabajo era solo eso. A los pocos días me comenzó a comprar ropa que me quería ver puesta en el trabajo, poco a poco tenía menos puesto. Luego fueron abrazos, luego los favores fueron masajes, hasta que al final terminé en su cama. Usó el dinero y mi nombre como excusa, yo cargando tanta culpa simplemente cedí. No quería nada de esto, no tome este trabajo para terminar así, me sentía sucio. Al despertar me sangraba la nuca y, cuando me miré en el espejo, tenía grabada una S allí. Por otra parte, mi amigo empezó a actuar de manera indiferente, en un momento dado me empujó después de que intenté hablar con él sobre lo sucedido. Dijo que era mi problema, debí haberlo visto venir y que habría consecuencias si me atrevía a sacar el tema de nuevo.

Quería desesperadamente deshacerme de mi piel y mi nombre. Era como llevar ropa sucia y mojada.

Ese mismo día me derrumbé sobre los brazos de un extraño en la calle. Él no podía con mi peso, así que se tiró de rodillas y me sostuvo en sus brazos. Me preguntó mi nombre. Se me erizó la piel y sentí la necesidad de vomitar, mi alma se negaba a responder. Aún recuerdo lo que me dijo cuando solo le obsequie el silencio. Sus palabras eran cálidas y reconfortantes, ni siquiera había hablado mucho.

- No sé si te molesta tu nombre... pero no te pedí el que te dieron. Aquí los nombres son como un carro. Te llevan de un lugar a otro. Su significado, la gasolina que nos da vida o nos la quita. No permitas que te quiten el nombre que sí quieres.

Vendieron mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora