Rutina.

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Como cada mañana, me levanto y miro mi cara de tonos pálidos en el espejo. Intento peinar, con poco triunfo, mis cabellos moldeados por las muchas vueltas que he dado esta noche. Para mí, todos los días son iguales, un serie de hechos repetidos.
Ha llegado el punto en el que no le veo sentido a mi vida.

Ya nada es lo mismo.
Aún recuerdo, esas caricias que me dabas cada mañana en la cama. Cuando me mirabas y no hacia falta decir nada. Nuestras miradas lo decían todo.

Siempre fuimos de pocas palabras y muchos gestos.
Vivía enamorada de esa sonrisa y tus abrazos. De esos días en los que nos escapabamos a la playa o hacíamos un viaje improvisado.
Aún siento en mi piel tus labios. Aún tengo el sabor de tus besos con aroma a café por las mañanas.
Yo era todo lo que tu eras.
No era yo, no eras tu.
Se trataba de un nosotros, de dos personas fundidas en una.

Pero todo lo bueno es efímero cual humo de cigarrillo.

Te fuiste tal como llegaste, por sorpresa.
Y desde entonces vivo en una rutina, donde mis días son tristes, vacíos y grises.
Donde ya no se trata de nosotros y ni siquiera de un yo.
Se trata de un nada.
Es una maldita rutina.

Recortes de imaginaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora