Dejarte ir ⚘ 𝗳𝗳𝟳

III. Recuerdos

Día tres

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Hubo una ocasión, recuerda él a ver las flores, en que Aerith se enojó por el maltrato de estas. Fue la primera vez que la vió enojada, ocasionado por las pisadas de Reno y de los soldados descuidados de ShinRa mientras los perseguían, aunque ella, muy directamente les advirtió que no las pisaran. Su boca se había fruncido, así como sus cejas se curvaron hacia abajo y se quejó con voz tenue, su tono suave manchado por una gota de disgusto. Aún así, cuando volteó a verlo inmediatamente después, su sonrisa brillante había regresado y no quedaba rastro del anterior sentimiento.

Fue cuando se volvieron a reencontrar en la iglesia, y todavía, Aerith nunca se enojó con él por haber aplastado sus flores. Recuerda haberse preguntado por qué él era la excepción.

Acostado cerca de estas, Cloud también recuerda cómo Aerith amaba el lugar. Su expresión serena, llena de una comodidad única cuando hablaba del poder y la tranquilidad que podían encontrarse ahí. Sus palabras dichas, la imagen de ella sobre la cama de flores...

Tal vez nunca pueda entender qué es lo que sentía Aerith al estar en la iglesia. Pero para él, ahora mismo, la única razón por la que el lugar lo relaja es porque le recuerda a ella.

Ella está en cada pétalo de sus flores, en cada color de los vitrales, y en cada rayo de luz que se cuela del techo. Él sabe que su esencia está viviendo aquí, y es lo más cercano que puede estar de ella sin sentir que se va a romper.

Porque la siente en todas partes, a cada sitio al que va. El fantasma de su persona al lado de él en cada viaje que hace, el espectro de su sonrisa cuando mira al cielo, o el eco de su risa al caminar por las calles, rodeado de la vida que tanto admiraba Aerith. Está con él siempre, y esto no le causa más que dolor porque no la puede ver, porque ella realmente no está a su lado.

Lo sabe.

Pero aquí, en su iglesia, es como un descanso. Su recuerdo es más fuerte aquí como nunca lo será en ningún otro lado, reconfortante, que casi se siente real. Cloud puede cerrar sus ojos, dejarse llevar por el olor de los lirios, ahogarse en el silencio, y recrear perfectamente cada momento en el que Aerith estuvo con él. Cada batalla, caminata, cada noche y día, cada plática y cada vez que se tomaron de las manos. Puede recordar las situaciones que vivieron e imaginar otras, sin la culpa de tener que salir a la vida real y saber que le falló. Se está ocultando, está huyendo, lo sabe.

Y sigue doliendo.

Y se siente como si ella le dijera que no pasa nada. Que todo está bien.

Duele.

Se siente como si ella lo estuviera abrazando, mientras le dice que él puede continuar.

No para.

Acostado al lado de las flores, sobre una manta en la iglesia que se convirtió temporalmente en su hogar, Cloud recuerda otra vez a la mujer que significó tanto para él.

Han pasado dos años.

Y Aerith solo es una memoria.