Bendito tormento (1/2)✓

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En un mundo donde las creencias de los humanos fueron tan fuertes que los espíritus del sol y la luna decidieron bendecir a dos pueblos en específico.

El gran pueblo Solares tubo la bendición del sol, siendo su característica los bastos desiertos y oasis, al igual que su don para crear grandes ilusiones, haciendo que su gobernante tenga un gran poder a la hora de proteger sus ciudadanos.

El pueblo Lunare era reconocido por el dominio de inmensos bosques y de tierra fértil, haciéndolo un lugar de gran diversidad, con mayor sustentabilidad alimenticia pero que dependía en gran medida del abrazador sol para mantener su estabilidad.

Estos dos pueblos vivieron en armonía por décadas, cada uno disfrutando de la bendición de su estrella, pero todo cambio cuando el monarca del pueblo del sol, celoso de la fertilidad y próspero que era el pueblo vecino, comando a todo su ejército a ese lugar con la idea de invadirlo y hacerce con su Reina, quien representaba y tenía la bendición de la luna.

El pueblo de la luna, al ser uno tan próspero y a la vez pacifico, no tuvieron tiempo de reaccionar cuando lo inevitable sucedió, en una noche de luna nueva, el sol de la noche no pudo ver cómo su pueblo era invadido, masacrado, consumido por el fuego y la mitad de su pueblo esclavizado. Desde ese día, Lunare no volvió a ser vista y con el tiempo fue olvidado.

El monarca de Solare, Seik, teniendo a la reina en sus dominios, creyó que la bendición de la luna caería en su reino y pro fin se convertiría en el Rey mas fuerte de los sietes reinos. Pero tarde se dio cuenta que cometió el mayor error de su vida y que por culpa de su codicia condenó al pueblo.

Desde esa noche, la luna dejo de mostrase en las noches, como si la oscuridad se la hubiera tratado mientras ella dormía. Desde entonces solo las estrellas adornan el cielo oscuro, más el frío se intensificó, haciendo casi imposible la supervivencia en el exterior. Los días se volvieron infernales, el sol, demostrando su ira por lo sucedido, castigo al pueblo que lo provocó, haciendo que sufran hasta el punto de provocar quemaduras de tercer grado y que la supervivencia sea cosa de milagro. Los grandes oasis se cecaron, los pocos animales que antes habían se fueron y el reino que antes pertenecía a la luna, desapareció junto a ella.
Ante ésto, el Rey Seik, desesperado por lo que estaba ocurriendo, se dirigió a los aposentos de la Reina Milai, antiguamente gobernante de Lunare.

Azotando con fuerza la puerta y agarrando bruscamente de su brazo le reclamo casi gritando.

- ¡Dime inmediata mente que fue lo que hiciste, maldita bruja!. ¡¿Por qué mí pueblo está sufriendo tanta sequía?!- a medida que decía cada palabra, la fuerza en su brazo se intesificaba.

Ella, manteniéndose firme sin permitir que el la intimidara e ignorando el dolor le respondió con la verdad que el de seguro ignoraba.

- Deberías ya saberlo con solo ver las consecuencias de tus actos, el espíritu del sol lanzó una maldición en tu pueblo. Por culpa de tu codicia, tu propio pueblo sufría las consecuencias, pero quédate tranquilo, en alguna década más adelante, surgirá una nueva bendecida por la luna y capaz sean perdonados, hasta entonces solo les tocaran días miserables- lo último lo dijo con una sonrisa y lanzó una carcajada digna de una bruja, por qué así eran como se les conocía a las mujeres de Lunare, sua habilidades con el agua y el llamado de las lluvias.

Ante está respuesta, la fuerte cachetada no se hizo esperar junto al portaso indicando la salida de un indignado y furioso Rey.

- Por favor diosa Luna, gran espíritu de la prosperidad - dijo susurrando y derramando lagrimas silenciosas - proteja a mí pueblo y no permita que seamos olvidados entre nosotros, no se olvidé de nosotros.. madre- Y con esas súplicas, la gran reina se derrumbó y todos sus días fueron tan grises, llena de miseria y llanto, violaciones y golpes. Hasta que en una noche, cómo las anteriores que ya se hacían comunes, sin la luna alumbrando, ella cayó dormida para nunca despertar, con silenciosas lágrimas surcando en su semblante sin la calidez y belleza que alguna vez ella mostró con orgullo y elegancia.

Desde esa noche con una muerte tan pacifica pero a la vez dolorosa, las décadas pasaron y aquel pueblo no demostraba algún inició de cambiar su suerte, a duras penas sobrevivían, la escasez de agua y comida se hizo común al igual que la el reclamo del gobernante por una mujer para que sea su concubina. Una vez cada diez años, el Rey bajaba a su pueblo y hacia que se juntaran en hileras las mujeres jóvenes sin pareja con ciertas características, pelo tan negro como la noche y ojos grises. El pasar del tiempo hizo que se perdiera esa genética tan anhelada por el monarca, que su obsesión se hizo visible, entrando en cada vivienda buscándola.

En una casa alejada del pueblo, casi rozando la frontera de la ciudad, se encontraba una abuela junto a su nieta de aproximadamente dieciséis o diecisiete años, de un hermoso pero descuidado pelo negro, pero nadie más que su abuela sabe de la a visto sin su hiyab, el característico pañuelo de las mujeres para cubrirse el rostro y dejando solo ver sus raros ojos grises que gracias a su magia podían cambiar a un azulado.
Hace un par de días paso el llamado para que se presentará las mujeres de carácter del pueblo Lunare, y como fue planeado por la abuela, su nieta, Yaka, no fue llamada. Creyendo que el Rey se rendiría por no haber encontrado a ninguna mujer, La adolescente bajo la guardia y en un río, en pleno atardecer se sacó su hiyab para humedecer su cabello, pero no contaba con que el Rey se encontrará ahí.
Al verla, fue corriendo y la tiró al suelo con el encima, debido a la impresión del momento, la mujer no tuvo tiempo de ocultar el color de su ojo, dejando así al descubierto su verdadero color.

El Rey por fin había encontrado a su presa, la tan anhelada sangre de Luna. Mirandola fijamente y con la voz fría, desesperada y con una mirada rozando el límite que separa la locura le dijo.

- Al fin te tengo en mis manos, mí dulce oasis. No dejaré que te escapes de mí mano, no cuando te busque por mucho tiempo, vete acostumbrando a tenerme a tu lado, ya que no dejaré que nadie más te tenga, ere mía. - Y de un solo golpe la desmayó, ese fue el comienzo del infierno para Yaka.

Desde que despertó en su cárcel sin retorno llamada aposentos, sus días no fueron más que desesperantes y con deseos de buscar la libertad, su cuerpo a medida que pasaban los días eran llenado de golpes, cortes y marcas de dientes por su ahora "esposo" cómo se auto llamó.
En una noche, luego de que el Rey la atara a la cama y la violara las veces que fuera necesario para calmar su ira, espero pacientemente a que se fuera y que los guardias en las puertas estuvieran dormidos, saco un pedazo pequeño de metal afilado que se encontraba en un agujero oculto que ella misma hizo, con eso, corto las sogas que la tenian retenida y sin esperar un segundo mas salto desde la ventana al gran rio enfurecido por los vientos que desde hace decadas no se presenciaba, al momento de que se hundió en ese inmenso lugar, nado con todas sus fuerzas, ignorando el dolor, calambres y quemaduras que castigaban su delgado cuerpo, hasta la otra horrilla.
Apenas toco tierra, corrió sin rumbo fijo con la esperanza de nunca más volver a ese infierno, ahogando en esa súplica el deseo de volver con su amada abuela, más entre sus venas corrían el venenoso rencor y venganza que su corazon guardo durante eso años que la mantuvo cautiva.
Al estar lo bastante lejos, se prometió que volvería, más fuerte, más firme y con un solo objetivo.. clavar el puñal su pueblo en el corazón de ese bastardo.





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