La voz de Manuel resonaba en su mente: "Jamás Te Irás De Mi Lado." Su obsesión era palpable, un eco macabro que la envolvía. Había visto en él cosas que jamás imaginó: una locura que helaba su sangre y actos que la sumían en un terror indescriptible...
"¿Qué tanto daño le pueden causar a un niño como para destruir todo a su paso mientras va creciendo con desesperación, maldad, egocéntrico, vanidad, rencor y pudor para hacer cosas realmente fuera de los cabales de las leyes?"
Soy un hombre cuya presencia es a la vez imponente y perturbadora. Con una altura de 1.90 metros y un físico esculpido por horas de dedicación en el gimnasio, me convierto en una figura casi mítica. Mi piel, tensa y bien definida, revela venas marcadas que parecen contar historias de esfuerzo y disciplina. Mis ojos, de un ceniza oscuro penetrante, son la ventana a mi alma; una mezcla inquietante de inteligencia fría y una profunda oscuridad que puede helar a quien se atreva a mirarlos demasiado tiempo.
Mi cabello, negro como la noche, cae en un desorden controlado, añadiendo un aire de misterio a mi persona. Las largas y abundantes pestañas enmarcan mi mirada intensa, que escanea a las personas a mi alrededor con la precisión de un depredador evaluando a su presa. Cada parpadeo es un recordatorio de que estoy siempre alerta, siempre en control.
Mi estilo personal es un delicado equilibrio entre lo casual y lo elegante. Mis camisas de manga larga, ajustadas pero no restrictivas, dejan entrever mi musculatura, siempre con dos botones desabrochados. Este detalle aparentemente trivial me otorga un toque desenfadado pero calculado, como si cada elección estuviera diseñada para comunicar que estoy aquí y que soy ineludible. En mi brazo derecho brilla una pequeña esclava, símbolo de mi estatus y posesividad; un recordatorio constante de que todo lo que poseo está bajo mi dominio.
Mi rostro es un mapa de rasgos definidos: pómulos marcados, mandíbula firme y labios que rara vez se curvan en una sonrisa genuina. Dos pequeños lunares en mi espalda son las únicas imperfecciones que parecen humanizarme; sin embargo, mi aura dominante y posesiva eclipsa cualquier atisbo de vulnerabilidad. Las sonrisas que ofrezco son meras herramientas; cada gesto es calculado para provocar una reacción específica en quienes me rodean.
Mi historia está marcada por traumas profundos; las lecciones turbias aprendidas de mi padre me han moldeado en el hombre que soy hoy: un ser que no conoce la piedad. La relación con mi madre es un tema prohibido, un dolor latente que ha contribuido a convertir este corazón en hielo. En mi mundo, la compasión es un lujo que no puedo permitirme; he aprendido a sobrevivir en un entorno donde la debilidad es sinónimo de muerte.
A pesar de mi éxito en los negocios ilícitos y la riqueza heredada, hay un vacío en mi interior, un eco del trauma que me persigue como una sombra implacable. Este abismo emocional se manifiesta en momentos de soledad, donde la oscuridad se cierne sobre mí como un manto pesado. Soy un enigma, una combinación de inteligencia afilada y sombras abrumadoras; un hombre que prefiere ser temido antes que amado. En mi mundo no hay lugar para la debilidad; cada día es una batalla en la que el miedo se convierte en mi mejor aliado.
A medida que navego por este laberinto de ambición y poder, sé que el camino hacia la redención es un espejismo distante. Mi vida es un juego peligroso, y cada movimiento debe ser meticulosamente planeado. En este juego, la única regla es salir victorioso, sin importar el costo.
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Escritora
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