Tengo Que Hacer Lo Que Él Ordene

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"El lobo siempre hará que la presa caiga en la trampa, sin que esta siquiera sepa que ya está atrapada.”

No podía entender cómo él era capaz de tanto, no podía simplemente abrir la urna. Mis manos estaban temblando, mi mano tocó el frío del vidrio donde reposaba la nana. Buscaba algo para poder abrirla sin causar algún tipo de daño. Al sentir un pequeño agujero, abrí la parte de arriba de la urna. Me acerqué a la nana—. Perdóname —mencione mientras besaba su mejilla y tomaba el trozo de carta.

—Siempre fue el consentido de Elissa, aunque ella sabía lo que realmente era. Quizá fue mi culpa por su enfermedad, pero intenté salvarlo. Ya es demasiado tarde, ha matado a la sangre de su sangre.—

—Ozziel Salazar—

Quedé sin palabras. Suspiros ahogados escapaban de mis labios.

—Ozziel Salazar, ¿él puede decirme quién de los dos gemelos es el asesino? ¿Cómo puedo comunicarme con él? Al llegar a la habitación, me miraba con intensidad.

—Manuel, ¿quién gritaba? —pregunté sin pensar. Su mirada se transformó en una que no podía descifrar.

—Nadie gritaba, Karol, al menos no de dolor.

No podía entender qué decía.

—Alguien gritaba, Manuel —dije de manera brusca, cruzándome de brazos.

Al levantarse de la cama, se acercó tan rápido que no me dio tiempo de reaccionar. Me tomó por el cuello, mirándome a los ojos. Su mano libre bajó hasta mi trasero y sentí un fuerte golpe.

Al tenerlo tan cerca, podía sentir la ira que reflejaban esos ojos color ceniza. Esa cicatriz casi curada lo hacía ver más cruel. Su cuerpo era un poco más fornido que antes y su cabello era más corto. Me estaba lastimando. Las lágrimas caían de mis ojos, pero él lamió mi mejilla.

—No querrás darme motivos para lastimarte, ¿no es así, Luzverda?

Mi quijada temblaba al recordar todas las cosas horribles que me había hecho. Al no oír respuesta de mi parte, intentó besarme. Pero mi pregunta lo dejó pensando.

—Era ella la que gritaba, ¿no es así? Es aquella periodista.

Me empujó con fuerza. Todo mi cuerpo cayó al suelo.

—¡Ahhh! —grité al caer encima de mi brazo.

Me tomó de los cabellos y me arrastró hasta la esquina de la cama. Él se sentó en la orilla y colocó mi cabeza en sus piernas.

—Ya te lo dije, Karol, sus gritos no eran más que quejidos agudos de placer.

Su quijada se abrió un poco y su expresión fue de asombro. Su entrecejo se frunció, dejando ver los celos ocultos de su alma.

—Si no me crees, puedes corroborar lo que digo—mencioné, tomando su rostro y empujándolo hacia mi entrepierna.

—¡No! — grité gateando hacia atrás, pero el me tomó con más fuerza. Al no ver repuesta de mi parte comenzo a quitar su correa el pánico invadía cada parte de mi ser al ver su miembro tan serca de mi rostro su dedo paso por mis labios moví mi cabeza varias veces.

Karol Jamás Te Irás De Mi Lado©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora