¡Te Lo Suplico Para!

1.6K 99 105
                                    

"Las personas son tan crueles que sienten placer con el dolor ajeno y tienen el privilegio de ser aquellos que tienen el arma para destruirnos."




No podía creer lo que había hecho; no cometería el mismo error dos veces. Bajé las escaleras más rápido, y cada cierto tiempo volteaba hacia atrás. Esta casa era realmente enorme. Corría tan rápido que no me percaté  de una pequeña cerca y caí.

Mi pobre perrita cayó unos centímetros alejada.
La tomé lo más rápido que pude, pero al intentar caminar mi tobillo se torció.

Escuché cómo se acercaba; sentía que en cualquier momento me atraparía. Mi corazón estaba a punto de salirse. La adrenalina que sentía en ese momento me hacía olvidar de cualquier dolor.

A lo lejos, pude ver un gran portón y, cuando me acerqué, intenté abrirlo. Escuché un disparo. Todo pasó en cámara lenta. Ni siquiera me percaté  cuándo ya estaba parado frente de mí. Estaba realmente furioso.

Ya estoy cansado de esto.—¡Suelta el maldito animal y acércate! —su voz era ronca.

Solte a mi cachorro y me acerque con cuidado, sin dejar de mirar el arma en sus manos.

—¡Por favor! —le supliqué—. ¡No!

Él solo disparó.

Cerré mis ojos con  fuerza y los abrí lentamente. Cuando me fijé, no me había disparado a mí. ¿Entonces a quién? Cuando miré a mi perrita, caí de rodillas al piso y un dolor en mi pecho se hizo presente la agonía de verla ahí tirada sangrando era demasiado para mí—. ¡Noo!

Me coloqué las manos en la cara y al verlas, tenía sangre. Manuel, con una fuerte bofetada, me tiró al suelo, me tomó por el tobillo y me arrastró hasta la casa.

Al subir las escaleras, mi cabeza se golpeaba con los escalones. Me llevó al primer cuarto donde estaba la primera vez. Mi cabeza daba vueltas.

Se acercó a mí, me tomó por los brazos, me levantó tanto que mis pies ya no tocaban el suelo y me arrojó contra el piso. Pude escuchar cómo algo tronó dentro de mí.

Gemí de dolor, sentía algo caliente corría por mi frente...Era sangre.

Lo miré con miedo.

Sus nudillos estaban blancos, su cara irradiaba rabia, sus labios estaban apretados y sus ojos eran lo que más me daba miedo.

Se acercó a mí tomándome del cuello. Intentaba rasguñar su rostro, lo golpeaba, sentía cómo a mis pulmones no les llegaba aire, cómo me quemaba por dentro, cómo perdía la fuerza, sentía la sangre en mi cabeza.

Me soltó.

Caí al piso tosiendo, sentía cómo podía respirar de nuevo. Se acercó a mí y me pateó, me arrastró nuevamente a su cuarto. Me tomó y me lanzó a la cama. Y ahí, justo en ese momento, sabía lo que iba a pasar.

Se acercó a mí, lo pateé en el hombro, él cayó. Intenté levantarme, pero una punzada en mi tobillo me detuvo y caí al piso golpeándome las rodillas. Él aprovechó eso para pisar mi tobillo.

—Tu resistencia es inútil. Cada acto de desobediencia solo prolonga tu sufrimiento. —Recrimino— profundizando los rasgos de su cara con evidente enojó.

Karol Jamás Te Irás De Mi Lado©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora