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Pobre Avellaneda. En cuanto quedamos solos en el enorme local, se puso más nerviosa que de costumbre. Cuando me alcanzó una planilla y vi que le temblaba la mano, le pregunté a quemarropa: «¿Tengo un aspecto muy amenazante? No se ponga así, Avellaneda.» Se río y desde ese momento trabajó más tranquila. Es todo un problema hablarle. Siempre tengo que estar a medio camino entre la severidad y la confianza. Tres o cuatro veces la mira de reojo. Se ve que es una buena chica. Tiene rasgos definidos, de tipa leal.

La tregua, jueves 4 de abril

Mario Benedetti ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora