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Los habían citado para una reunión, aparentemente un grupo de demonios acechaba una aldea en específico y las muertes iban en aumento.

Recientemente había terminado una misión asignada, así que para su disgusto estaba llegando con el tiempo justo.

A pasos apresurados se adentró a la sede buscando con la mirada al resto de pilares. Se detuvo en seco al verlos reunidos charlando unos con los otros.

Y ahí estaba ella, sonriendo con dulzura a uno de sus amigos. Misaki Airi el pilar de las hojas se unió hace no más de tres meses y se integró rápidamente con los demás, ganándose el cariño de cada uno de ellos en tan poco tiempo.

Esa mujer le resultaba irritante, no solo por estar sonriendo, sino porque era demasiado amable y esa expresión serena que siempre cargaba no se quitaba con absolutamente nada, incluso si un depravado le faltaba el respeto ella lo trataba con calma. Eso ero lo que más le fastidiaba y lo sacaba de sus casillas.

─Shinazugawa.

Kochō lo saludo y fue entonces que se percataron de su presencia. Todos se giraron a verlo, incluido ella.

─Lamento la demora. Estaba demasiado lejos─ explicó sin rodeos mientras cortaba los pocos metros de distancia que les quedaban.

─Oh. No te disculpes, no eres el único en llegar tarde. Tomioka acaba de llegar también.

Las miradas que antes los veían pasaron a sus espaldas, por lo que volteó de igual forma solo para ver al pilar del agua llegar. Lo detestaba con todo su ser, de tan solo tenerlo cerca encendía una rabia que no se desvanecía hasta tenerlo a kilómetros de distancia.

Lo miró amenazante y su ceño se frunció al ver que pasaba de todos ellos y no fue capaz de disculparse por haber llegado después de la hora asignada.

─Tomioka, que descortés no saludar.

Harto de su actitud egocéntrica fue y lo siguió hasta sujetarle el brazo con fuerza y hacer que lo viera a la cara.

─Bastardo ¿Quién te crees para llegar así como si nada?

Su poca paciencia se esfumó al ver que no respondía y simplemente lo miraba con esa estúpida expresión que tanto odiaba.

─¡Responde infeliz!

Escuchó los chillidos asustados de Kanroji y los comentarios de Kochō para que lo soltara, pero nada de eso bastó para que quisiera romperle la cara en ese preciso momento.

Apretó los dientes y cuando estuvo a punto de levantar su puño y estamparlo en el rostro ajeno, una mano en su brazo lo detuvo.

No había presión, tampoco dolor. La mano simplemente reposaba con suavidad en su brazo, y cuando miró a su derecha para ver quien había sido se encontró con otra de sus molestias.

Misaki esta vez no poseía una sonrisa en su rostro, sino una expresión de preocupación.

─Shinazugawa, suéltalo.

El leve ceño fruncido de la mujer a un lado suyo lo hizo soltar un chasquido para luego romper el contacto visual que tenían. Se apartó molesto y caminó hasta el otro extremo de la finca, alejándose de ambos.

Sus quejas mentales se vieron interrumpidas por la llegada del patrón. No tuvo ni que pensarlo dos veces cuando se arrodilló ante él.

─Hoy es un día muy hermoso ¿No lo creen?

Su voz era un tranquilizante, no solo para él, sino para el resto de pilares, quienes no tardaron que confirmar las palabras de su superior.

─Como ya sabrán, los ataques de demonios han incrementado en la última semana. Cazadores jóvenes no han podido cumplir su misión y es riesgoso para ellos ir sin un rango superior. Así que les pido a ustedes, mis hijos, que compartan su fuerza para aquellos que necesitan de nuestra ayuda.

Tras un corto silencio por parte del patrón, sus dos hijas que estaban lado a lado avanzaron un paso al frente.

─Shinazugawa, Misaki.

─Confiamos en ustedes.

Los antes mencionados alzaron sus cabezas y asintieron decididos, dispuestos a cumplir sus misiones como los rangos más altos del cuerpo de cazadores de demonios.

─Espero volver a verlos sanos y salvos a todos ustedes, gracias por asistir─ y con esas últimas palabras, el jefe de la organización se retiró.

Uno a uno se empezaron a levantar, cada quien tenía una misión asignada o una tarea que cumplir.

Misaki fue la primera en retirarse, no sin antes decir un último adiós y decirle a Tokito y Kanroji que tenían una comida pendiente.

Antes de que pudiera decir algo más, su cuervo ya le estaba indicando que debía ir al norte.

deseo | Sanemi Shinazugawa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora