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Derrotaron al demonio principal y el resto de clones se desvanecieron con la muerte de su creador.

Había sido más difícil de lo que habían pesando, pues tener cientos de clones demoníacos encima mientras resguarda la vida de los civiles fue todo un reto.

Pero pasó algo que no se atrevió a decirle a Shinazugawa.

Antes de que todos se desvanecieran, uno logró acercarse peligrosamente a ella. Si bien no le hizo daño, si recibió el impacto rosado de un polvo que desconocía en su totalidad.

Quedó desconcertada al ver borroso unos segundos, pero no se preocupó lo suficiente al no verse afectada de ninguna manera. No fue hasta que se quedaron en un hospedaje de glicineas que empezó a sentirse repentinamente extraña.

Respiraba con pesadez y se detuvo al sentir que su cuerpo dejaba de funcionar. Sus pies descalzos fallaron y sintió como caía a un lado, aunque jamás logró sentir el impacto de la madera contra su espalda, cabeza o costillas.

Veía negro y sentía un malestar inexplicable. Todo de ella ardía, absolutamente todo, tampoco dejaba de sudar y fue eso lo que la llevó a abrir los ojos con dificultad, pero no logró nada más que ver nublado.

─Shinazugawa─ gimoteo al removerse del futon.

No tardó en ver el rostro fruncido de su compañero. Él la miraba con preocupación y confusión debido a su repentino estado.

Acercó su mano a la frente sudorosa de Misaki y se sobresaltó al sentir el tacto tan caliente, podía jurar que estaba volando en fiebre. No terminaba de entender el motivo de su enfermedad.

─Maldición. . . Iré por un paño y agua. Ya vuelvo.

Salió de la habitación en busca de la señora del hospedaje para encontrar lo que necesitaba, una vez que tuvo los objetos en sus manos se dirigió nuevamente a la habitación.

A penas abrió la puerta casi deja caer todo al piso cuando se percató de algo. No esperó verla de pie a punto de quitarse parte del uniforme.

Con rapidez dejó las cosas a un lado y la regañó al estar fuera del futon.

Se veía sonrojada y temblaba ligeramente. Se acercó y la tomó por los hombros antes de que hiciera cualquier ridiculez.

Misaki no tardó en dejarse caer y aferrarse al cuerpo de su compañero, quien se erizó ante la respiración tibia a un lado de su oreja.

Frunció el ceño al sentir los nervios a flote, ignorando la sensación del cuerpo ajeno aferrado al suyo.

Insultó para sus adentros e intentó llevarla nuevamente a la cama. Estaba empezando a creer que la comida de la vieja que los hospedaba le había sentado fatal, era la única opción lógica que había.

─Mierda Misaki, solo acuéstate o juro que lo haré a la fuerza.

Ella ni se inmutó y en su lugar casi los hace caer a ambos. Para desgracia de Sanemi sus rostros quedaron peligrosamente cerca y no pudo evitar contemplarla debido a la cercanía.

Sintió como sus propias mejillas empezaban a tomar color por la situación y cuando quiso reaccionar, fue la voz dulce de Misaki que llevó todo sus sentidos al borde del colapso.

Ella lo miraba con genuina atención, entre curiosa e interesada por la reacción que causaba en él.

De repente entró en uso de razón cuando sus labios estuvieron a punto de tocarse. Se separó al instante y se disculpó con rapidez, aún así la distancia seguía siendo nula.

Estaba por dejarla a un lado e irse y huir, pero fue presa del sutil roce cálido de labios y eso bastó para dejarlo perplejo en su sitio, viendo con ojos bien abiertos a Misaki.

Por su cabeza solo pasaron las palabras de ella diciendo que jamás le temió, que jamás lo vio como alguien diferente y lo trato igual que al resto. Jamás vio desagrado en su cara o una acción que lo demostrara.

No me da miedo, pienso que es genial y realmente fuerte.

Salió de sus pensamientos y pestañeó una y otra vez, aún procesando lo que acababa de pasar.

Que estuvieran a oscuras no ayudaba en nada, solo hacía las cosas más íntimas.

Inevitablemente llevó su vista a los labios femeninos que se encontraban levemente abiertos, se fijó en ellos y en la repentina necesidad que tenía de volver a sentir ese roce.

Entonces las palabras que escuchó a continuación lo tentaron más de lo que le gustaría.

─hazlo.

Aún indeciso subió la mirada a los ojos verdes de Misaki, quien esperaba con paciencia a que captara su petición. Estaba contra la espada y la pared.

Apretó con rabia sus puños y acortó la distancia, uniéndose en la placentera sensación de los labios ajenos siendo presa de los suyos.

Lo que empezó siendo un beso suave lleno de curiosidad, terminó subiendo su intensidad hasta que sus lenguas se entrelazaron y el calor empezó a subir aún más.

Sí bien lo estaba disfrutando, no se atrevía a tocar ni una sola parte del cuerpo femenino, no sólo porque ella no le había dado autorización, sino porque estaba seguro que se odiaría si llegaba a tocarla sin su consentimiento.

Se separaron en busca y aire y fue en ese momento que Misaki aprovecho para acercar sus cuerpo aún más. Ahora ella estaba casi encima suyo y él no podía hacer más que deleitarse con la vista.

No fue hasta que ella se aproximó a sus labios y le susurro por encima de ellos con necesidad.

─Tócame como no has tocado a nadie. . . Pon tus manos sobre mi, por favor. . .

Aquello despertó una chispa en él, no sólo por la insinuación, sino por las palabras de súplica que no hicieron más que extasiarlo.

Un jadeo escapó de sus labios cuando sintió todo el peso de Misaki en su regazo y se sintió desfallecer cuando ella agarró sus manos e hizo que empezara a tocarla con una lentitud matadora.

─Por favor.

Eso bastó para mandar todo a la mierda. La agarró con fuerza de la nuca y la aproximó para besarla con necesidad. Reposo su mano en su espalda baja, aún con timidez y miedo de hacerla sentir incómoda.

No sabía que estaba haciendo y era obvio que se estaba dejando llevar por los encantos de su compañera. Había tenido un gusto culposo por ella que ni él sabía y recientemente descubrió.

Esperaba no arrepentirse de sus acciones más adelante.

deseo | Sanemi Shinazugawa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora