ocho miaus

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Jungkook no estaba actuando como normalmente lo hacía

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Jungkook no estaba actuando como normalmente lo hacía. Todos sus guardias y ayudantes lo notaban.

Sonreía tanto que era espeluznante. Aunque, solo con Yoongi, seguía siendo un cascarrabias con los demás. Pero un cascarrabias menos intenso.

Estaba tranquilo, la cárcel estaba tranquila. La presencia de Yoongi y lo sobre protector que se había vuelto Jungkook con él, hacía que todos tuvieran más cuidado.

Jungkook había ordenado a que mudaran a Yoongi de "celda." Que realmente era una habitación al frente de la suya. Con todas las comodidades del mundo.

Yoongi se sentía en una jaula de oro. Literalmente. Incluso se planteó que tan malo era estar encarcelado.

Más parecerían unas vacaciones.

Al principio se negó a dejar su celda compartida por sus amigos. Pero Jungkook dijo que era para mayor "supervisión". Y, al final, él era el jefe, ¿verdad? No había forma de negarse. Y ellos, en especial Jimin y Hoseok estaban muy entusiasmados con su reciente relación con Jungkook. Que iba de poco en poco.

Yoongi había tenido pequeños grandes cambios. Apenas llevaba dos semanas dentro, pero ya tenía su propia habitación, con un baño hermoso, los guardias a su disposición y podía salir al patio cuando quisiera. Si bien antes era privilegiado gracias a sus amigos, ahora lo era por su propia existencia. Ah, y claro, ahora tenía a un hombre que estaba cortejándolo. Y no cualquier hombre, Jeon Jungkook en persona.

Él venía temprano por la mañana, lo acompañaba en silencio en su desayuno, a veces, comiendo también, siempre prestándole demasiada atención. Era un poco abrumadora la atención que recibía de Jungkook. Intensamente adorable.

Le sonreía al terminar de comer, siempre preguntándole "¿Estás satisfecho, mi príncipe? ¿Deseas algo más?" Y él solo podía negar con la cabeza.

Jungkook era... demasiado.

No podía ser real.

Sabía lo rudo que era. Dándole ordenes a sus subordinados. A los rehenes. Lo que le habían contado. De sus apodos de todo tipo, todos describiendo lo cruel y desgarrador que era. Un jefe sanguinario. Digno rey de una prisión. Militar de cuatro estrellas, condecorado, con prestigio social, magnate millonario. Un diablo.

Él no creía nada de eso. Yoongi no podía llamar diablo al hombre que lo veía con esos ojos de venado, como si pudiese tomar su cuello y romperlo. Como si fuese solo algo a disposición de Yoongi. A su merced. Siempre cálido, sonrisas y sonrojos en sus mejillas. Sus "Yoongi" con ese tono envolvente y suspiros. Sus ojos luminosos, brillantes, solo enfocados en él.

No podía creerlo.

No cuando lo acompañaba cada mañana, paciente. Observándolo comer. Cubriendo cada necesidad.

No cuando ese hombre tan "cruel" le esquivaba los ojos de los nervios.

No cuando a veces reía porque sus besos en el cuello le hacían cosquillas. Cuando lloraba por los besos de Yoongi, en dónde se dejaba llevar y quería cada parte de él, diciendo lo bien que se sentía.

𝗖𝗔𝗣𝗧𝗜𝗩𝗘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora