Brendon lucía más preocupado por dejar firme su postura que por esclarecer sus requerimientos luego de esa peculiar forma de acercárseme, establecer un terreno en común y rapiñar mi atención. ¿Qué tan imbécil tenía que considerársele como para dar por sentado que eso era lo que yo buscaba?
Quizá estaba dejando salir a la luz un ápice de lo que guardaba en su subconsciente, vaya degenerado. Aunque se fiaba de sus capacidades, no estaba absuelto de volverse presa de sus propias contriciones. Pero... Escucharlo resultó estimulante, como él dijo.
Incluso con dicha posibilidad en puerta, no conseguí ahogar mi risa debido a lo insulso de sus suposiciones, al punto de que se me contrajo el estómago y experimenté la falta de oxígeno de quien sufre ataques de asma.
Yo me sentía realizada con que me hubiera rozado con candidez, por lo que no me invadió el remordimiento. Una mínima muestra de contacto físico lo representaba todo para mí, me conformaba con una de esa índole. Escalar del paso cero al paso cinco no me parecía inteligente, en especial si tomábamos en cuenta que durante los años previos habíamos atravesado serias modificaciones en varias facetas.
Al no conseguir ni un monosílabo de mi parte, Brendon se la pasó haciendo ese gesto absurdo que se produce al jugar con la lengua dentro de la mejilla, sosteniéndose los brazos en las caderas. Cada vez que me doblaba por la presión, mi ataque de euforia se prolongaba al reparar en su pose. Se me saltaban las lágrimas, por lo que me fui secando con el borde de la playera.
Cuando recuperé la compostura, vi que él estaba sonriendo con amplitud. Bastaba con reducirle prominencia a su semblante para contemplar el vivo reflejo del Brendon que solía volverme loca al inicio de la pubertad, aquel que no tenía el hábito de reír con frecuencia.
—Parece que esa interesante teoría acerca de las conexiones emocionales presenta algunas fallas críticas —dije entre dientes, pues el efecto del apocamiento me había aturdido—. No iba a pedirte eso. Además, no lo sé... Tengo que pensarlo. —Como si me sobrara tiempo—. ¿Qué ocurrirá con nosotros después de que consigas lo que quieres? Lo cual, por cierto, todavía no alcanzo a comprender. ¿Qué te parece si empiezas por ahí?
—Bien. He de admitir que estaba seguro de que te tragarías el cuento del científico y todo eso. Cuando lo ensayé, se escuchaba creíble. Con lo difícil que fue idearlo para que resultara fidedigno...
—Qué creativo me saliste —ironicé. Ese ingenio desbordado era un indicador de que también lo carcomían los nervios, pues yo no me había tragado ni una de sus mentiras.
—Kaori, debo decir que tus reflexiones han hecho que me sienta profundamente avergonzado por haber colocado tu intelecto en tela de juicio. —Se detuvo en seco, arrugando la nariz, como si hubiese degustado una porción de comida echada a perder—. Carece de armonía, ¿no? Con la rima y eso. Como sea. Contrario a lo que supondría, eres un... elemento recurrente en mis sueños desde hace varios años. —Caminaba de un lado a otro con los labios apretados y los brazos de tras de la espalda, analizándome—. En el presente, no han hecho sino intensificarse. Se están volviendo cada vez más nítidos, así que consideré que la única manera de ponerle un alto a ese ciclo sería acercándome a ti en la vida real. Tal vez así cerremos lo que quedó inconcluso entre ambos.
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Todavía te recuerdo
RomanceKaori nunca pensó que pasaría sus últimos días de preparatoria rodeada de los compañeros que tanto desprecia. Tras acceder a ir al viaje de graduación, comienza a arrepentirse luego de enterarse de que su enemigo de la infancia también ha asistido...