20. Condiciones

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—Ya

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—Ya. No tienes que hacer eso. Por favor, levántate —le pedí, avergonzada.

No me consideraba merecedora de ese tipo de actos de penitencia. Los dos estábamos en la misma posición, ninguno por encima del otro, como cuando nos disputábamos el primer lugar como estudiantes. Para volverse acreedor de ser escuchado por mí no había necesidad de humillarse más de lo que ya había hecho.

—Tal vez sea la última noche que pasemos juntos —continuó, sin hacerme caso. Se pasó la mano por los labios, como si buscara armarse de valentía. ¿Por qué será que consideré que ese era el último recurso de un hombre desesperado?—. No... No quisiera volver a casa sabiendo que soy el responsable de la enemistad que ha surgido entre nosotros, en especial porque creí que ya te había recuperado. Comprendo que hice algo que te molestó, y lo lamento. De verdad.

Solo habíamos convivido durante unas cuantas horas, las mejores que alcanzaría a recordar. Que quisiera alargarlas me conmovió en lo profundo. No obstante, para su desgracia, sí se había galardonado como culpable. Lo tenía escrito en la frente, en las palmas de las manos, en el torso, y dentro del conducto auditivo. Al menos no lo negó.

Además de asegurarme que no sabía qué haríamos a partir de entonces para permanecer unidos, se había alejado de mí de manera contundente con ayuda de alguien a quien no soportaba con mayor temple que a un enjambre de zancudos. Su lenguaje corporal había reforzado lo entredicho, así que me resultaba un tanto sospechoso que hubiese regresado con la cola entre las patas. Otro que quería irse a la universidad con la consciencia limpia. ¿Por qué no me citó el lunes en la escuela al término de los exámenes? Le encantaba complicarme la existencia.

Ah, de seguro Maine había venido antes que él con el fin de verificar si el terreno era fértil, si estaba dispuesta a recibirlos. Muy ingenioso de su parte. Los dos respetaban el espacio del otro.

—¿Qué dices? —Se aclaró la garganta con fuerza inusitada—. ¿Estarías de dispuesta a empezar de cero una vez más, como debió ser desde un principio?

«¿Y cómo tendría que ser? ¿Quién estaba facultado para dictaminarlo?», comencé a preguntarme. Creía con fervencia que sabría cómo actuar, mas no había sido el caso. Había demostrado estar verde como una planta en proceso de germinar cuando se trataba de relaciones amorosas. E resumen, supuse que lo averiguaría en la marcha y con su gentil ayuda.

Desfogué el cúmulo de nerviosismo que me acibaraba cuando mi risa salió expedida, de improviso. Puesto que no lo había hecho con el fin de burlarme de él ni de demeritar su valentía, se me encogieron los órganos al reparar en su ceño fruncido. Sí, no era la reacción más adecuada, ni de lejos. Estimaba su paciencia con gratitud, pues se mantuvo a la expectativa de que me tranquilizara.

Previo a estar en condiciones de responder, me limpié la cara y giré el cuello en varias direcciones,

—Me encantaría —comencé, titubeante—, pero...

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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