Amy:
«—Profesor...
—Dime, Harry.
—Hum... ¿Dónde estamos?»
Alejo a mi mente del reciente volumen de Harry Potter y, sin cerrar el libro, me dedico a observar disimuladamente a Alex sobre las páginas de este, sentado en el sillón del frente mirando a la pantalla apagada del televisor. Lleva más de media hora impidiendo mi lectura con sus interminables resoplidos y, siendo sincera, estaba terminando con mi paciencia.
—¿Está todo bien? —pregunto, tratando de sonar tranquila y mirándolo directamente.
Luego de unos segundos que me resultan eternos, Alex mira en mi dirección sin mucho interés. Por primera vez en el día me detengo a observar su rostro: luce cansado y ojeroso, como si no hubiese dormido bien en mucho tiempo. Preocupada, dejo el libro en la pequeña mesa del living y camino hacia él, sentándome a su lado.
—¿Te sientes bien? —vuelvo a preguntar, totalmente preocupada. Llevaba viviendo más de un mes aquí y mi relación con Alex había mejorado demasiado como para no notar que se encontraba mal.
—Si, solo... fue una semana difícil —admite. No respondo, incitándolo a seguir hablando—. No quiero sonar tonto, pero he estado intentando componer y no logro escribir ni una sola estrofa. ¿Realmente debería dedicarme a la música o tendría que buscar una carrera que me beneficie económicamente? Siento que no soy lo suficientemente bueno para esto...
—¡No digas eso! Eres un gran artista —lo corto, sin dejar que termine la frase—. Todo esto es solo un bloqueo ¡o quizás solo te falte inspiración!. Pienso que unos ricos pastelitos ingleses te podrían ayudar....
Su rostro se ilumina en cuestión de segundos, ahora atento a cada una de mis palabras.
—¿Dónde están? ¡Matt no me avisó que tenían! Que infeliz, sabe lo mucho que me gustan... —las palabras abandonan rápidamente su boca, provocando que suelte una sonora carcajada.
—¡Matt no te avisó porque no hay! —digo, aún entre risas— Vamos a hacerlos nosotros.
—¡Pero yo ni siquiera sé prender un horno! —se queja.
—Yo voy a enseñarte —digo, prácticamente obligándolo a que me ayude— Si no me ayudas, no comes, será así.
—Si no tengo opción...
Esa respuesta es más que suficiente. Me levanto rápidamente y camino a la cocina, él me sigue por detrás. Busco cada uno de los ingredientes necesarios mientras el castaño deja sobre la amplia mesada todos los elementos necesarios para la receta.
—¿Empezamos? —Alex asiente—. Yo me encargo del relleno y tu de la masa, ¿te parece?
—Bien —acepta satisfecho—. Mientras más fácil, mejor.
Después de una breve explicación y de un largo tiempo cocinando los pasteles estaban listos para hornear. Me encontraba metiendo nuestras hermosas creaciones en el horno cuando de repente escucho como Don't Stop Believin' comienza a sonar en la radio.
Automáticamente miro a Alex, quien había hecho lo mismo. Soltamos una risita al darnos cuenta. No hace falta nada más. Ambos queríamos preguntar lo mismo pero la respuesta ya era obvia; los dos amábamos esta canción.
El castaño es el primero en cantar:
Just a small town girl
livin' in a lonely world
She took the midnight train going anywhereEn cuestión de segundos, los cucharones se convierten en micrófonos y la cocina en nuestro escenario. Sonrío al ver a Alex interpretar la canción tan apasionadamente. Intento hacer lo mismo, aunque definitivamente cantar no es lo mío.
Just a city boy
Born and raised in South Detroit
He took the midnight train going anywhereDeslizo una de mis manos aún manchadas con harina por su mejilla. Alex ríe, aún así, finge sentirse traicionado y pronto toma el paquete de harina mientras sigue cantando.
A singer in a smoky room
A smell of wine and cheap perfume
For a smile they can share the night
It goes on and on, and on, and onSuelto un corto grito cuando el castaño tira un puñado de harina en mi remera, lo miro sorprendida mientras finge inocencia.
Strangers waiting
Up and down the boulevard
Their shadows searching in the night
Streetlights, people
Living just to find emotion
Hiding somewhere in the nightCantamos al unísono, las risas inundaban todo el lugar. Rodeamos toda la isla de la cocina con saltos y unos malos pasos de baile.
Don't stop believin'
Hold on to the feelin'
Streetlights, peopleUn par de estribillos más y la canción ya se acercaba al final. Para ese entonces, los dos nos encontrábamos totalmente llenos de harina.
Streetlights, people
La última frase termina conmigo y Alex frente a frente. Nos quedamos un instante allí mientras intentamos regular nuestras respiraciones y disfrutando de la dulce melodía de Michelle de The Beatles que había comenzado a sonar.
Nos encontramos demasiado cerca, ambos con una gran sonrisa que lentamente empieza a desaparecer. Su respiración roza suavemente mi piel y puedo asegurar que él puede sentir la mía.
Desde esta distancia podía apreciar mejor cada parte de su rostro, pero lo que más llamaba mi atención eran sus labios. La necesidad de probar sus labios y la incertidumbre que Alex en general provoca en mi se estaba convirtiendo en algo difícil de manejar y realmente no sabía hasta cuando iba a poder controlarme.
Todavía hipnotizada por esos brillantes ojos marrones doy un paso atrás, pero automáticamente una de las manos de Alex se posa en mi espalda baja y me atrae aún más hacia él. Nuestros labios se rozaban y nuestras miradas no podían —ni querían— apartarse.
El autocontrol es algo que ambos perdemos con cada segundo que pasa mientras luchamos con la inquietud de saber quién iba a ser el que de el siguiente paso.
Él lo hace.
Nuestros labios se unen por primera vez, y a pesar de que ambos estábamos ansiosos, el beso es delicado, lento, sin necesidad de acelerar nada. Sus manos se dirigen lentamente a mi cintura, mientras que las mías se enredan en su cuello, acercándolo más a mi.
Nos mantenemos así hasta que un olor bastante peculiar inunda la cocina. Sin muchas ganas, corto la distancia entre nosotros. Abro los ojos como platos al ver como una pequeña nube de humo salir del horno.
Nos acercamos a este rápidamente, encontrándonos con los pastelitos más dorados de lo normal.
Nos miramos fijamente antes de soltar una carcajada.
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Strange ; Alex Turner
RomanceAmy y su familia habían perdido todo. Deben volver a Sheffield como última opción, el lugar en el cual Amy había crecido. El lugar al que rogaba jamás volver. Para su buena suerte, no todo será de color gris. Allí se reencontrará con viejos amigos y...