Sally había recibido un ultimátum de su profesor, o entregaba esa misma noche el trabajo que llevaba días posponiendo o suspendería su asignatura. El ritmo de estudio que había en la Universidad de Adelaida (al sur de Australia) era realmente muy duro pero ese no era el motivo por el que Sally había descuidado sus obligaciones. La verdad es que si el ritmo de trabajo era duro el de las fiestas era frenético, y a pesar de que Sally era una buena estudiante se estaba dejando guiar excesivamente por un grupo de "amigas" que la llevaban de borrachera en borrachera.
Su profesor tenía en especial estima a Sally pues había demostrado sus grandes dotes e inteligencia en el primer ciclo del curso, por este motivo decidió darle una segunda oportunidad para entregar, o mejor dicho repetir completamente, su trabajo de fin de curso. Sally estaba desbordada con esta tarea y llevaba prácticamente dos días sin dormir. Se mantenía despierta a base de café, y tanta cafeína la mantenía medio paranoica y muy susceptible.
Eran las tres de la madrugada y tras hacer el último repaso a un trabajo del que estaba realmente orgullosa salió corriendo por el campus para entregarlo antes de irse a tomar un merecido descanso. Estaba un poco lejos del colegio mayor donde residía, en el edificio Napier. Una construcción de forma rectangular que por alguna extraña razón le provocaba escalofríos al recorrer sus pasillos. El hecho es que Sally era bastante asustadiza y la "sobredosis" de cafeína que llevaba en el cuerpo no le ayudaba a mantener la calma mientras recorría de madrugada el largo corredor de la sexta planta que llevaba al despacho del profesor.
Al llegar a su destino introdujo por debajo de la puerta del despacho su trabajo, con la esperanza de que su profesor lo encontrara a la mañana siguiente y le cambiara su calificación, permitiéndola avanzar a un nuevo curso. El camino de regreso al ascensor la mantenía medio paranoica, estaba muerta de miedo mientras caminaba por unos pasillos en los que no había ni un alma. Cuando de repente...
Justo cuando estaba a pocos metros del ascensor apareció la figura de un hombre que salió de una de las puertas del pasillo de enfrente. El hombre con la cara totalmente desencajada avanzaba con un brazo sobre su pecho y otro extendido hacia ella, sus ojos abiertos como platos y una mueca atroz provocaron en Sally tanto miedo que ésta corrió hacia el ascensor y empezó a aporrear los botones como si con este gesto pudiera acelerar la llegada del elevador. Cuando parecía que el hombre la iba a alcanzar y Sally estaba a punto de salir corriendo en dirección contraria (un camino que bien sabía no la llevaría a ningún lado pues no tenía salida) sonó el timbre del ascensor.
De un salto se introdujo en su interior y marcó la planta baja mientras aporreaba el botón que cerraba las puertas, como si de una película de acción se tratase el ascensor se cerró medio segundo antes de que el hombre pudiera sujetar sus puertas y Sally escuchó como golpeaba débilmente el metal que se había cerrado frente a él.
Sally no había corrido tanto en su vida, a gran velocidad cruzó el campus y cerró con llave la puerta de su cuarto. A pesar de su estado de nerviosismo, el cansancio causado por la inesperada carrera y el hecho de que llevara dos días sin dormir provocaron que se derrumbara en la cama y cayera profundamente dormida.
Al día siguiente Sally despertó de mejor humor, recordaba el suceso de la noche anterior pero no le quiso dar mayor importancia. Miró la hora y tras ducharse se dispuso a regresar nuevamente al despacho de su profesor para tratar con él la posibilidad de aprobar la asignatura, estaba casi segura de que cuando viera su excelente trabajo no dudaría en subirle la nota.
Mientras avanzaba por el campus pudo observar un tumulto de gente que se agolpaba junto al edificio Napier, en el que había sufrido el incidente la noche anterior. Al llegar a la zona vio un par de coches patrulla de la policía, una furgoneta y una ambulancia que parecía empezar a abandonar el lugar.
Uno de los amigos de Sally le explicó lo sucedido:
– Parece que esta noche ha muerto el conserje del edificio, el hombre ha sufrido un ataque al corazón y como no había nadie para ayudarle ha muerto mientras trataba de subir al ascensor. Una señora de la limpieza casi se muere del susto cuando al abrir las puertas de la sexta planta su cadáver se ha desplomado a sus pies. Parece que intentó subirse pero este nunca llegó a tiempo y murió apoyado en sus puertas.
Sally se quedó muda, inmediatamente comprendió que aquel hombre que la había asustado la noche anterior no hacía más que pedirle ayuda. Con su último aliento trataba de llegar a ella para que le ayudara, pero ella en su ataque de pánico le había cerrado las puertas en sus narices acabando de esta forma con su única posibilidad de sobrevivir. Estaba asustada y pensativa cuando sintió una mano sobre su hombro.
– Buenos días Sally – dijo su profesor – Espero que no vengas a entregarme el trabajo a estas horas, te dejé bien claro que anoche se cerraba el plazo.
– Buenos días, disculpe que no le hubiera visto, anoche introduje bajo su puerta el trabajo y precisamente venía ahora pare preguntarle que le había parecido.
– ¿Por la noche? ¿Y no viste nada raro? Al parecer han encontrado al conserje muerto en la misma planta en la que está mi despacho.
– La verdad es que cuando yo fui todo estaba vacío y no vi a nadie – dijo Sally con una fingida sonrisa.– Bueno parece que esta mañana nadie va a poder entrar en las instalaciones, por lo menos hasta que levanten el cadáver, así que si te parece bien podemos quedar esta tarde a partir de las siete en mi despacho para revisar tu trabajo. Antes, me temo que me será imposible, este triste incidente me ha retrasado mucho en mis obligaciones.
Sally asintió a su profesor y se dirigió a la cafetería del campus para desayunar algo. Andaba atontada, como un zombi, su cabeza no paraba de dar vueltas al suceso de la noche anterior ¿podría haber salvado la vida de aquel hombre si le hubiera ayudado? ¿cómo podía haber mentido tan descaradamente al preguntarle su profesor si había visto algo extraño?
Durante el resto del día se reunió con sus amigas para tratar de despejar la mente y olvidar el suceso. Hasta que llegó la tarde...
Faltaban escasos minutos para la cita que tenía con su profesor y Sally se encontraba frente al edificio, los recuerdos nuevamente se agolparon en su mente, más cuando las puertas del ascensor se abrieron frente a ella. Espero un par de minutos deseando que alguien más tuviera que tomar su mismo camino para subir acompañada, pero el edificio nuevamente estaba vacío. Presionó el botón de la sexta planta y observó como se cerraban las puertas, un movimiento familiar que le hizo revivir suceso de la noche anterior.
Instantes después de comenzar a moverse el ascensor, Sally sintió un escalofrío recorrer su espalda, súbitamente su respiración pareció convertirse en humo, como cuando el aliento es exhalado en una fría noche de invierno. Trató de apoyar su espalda en la pared pero le temblaban tanto las piernas que no podía moverse y entonces lo vio...
Reflejado en el metal de la puerta una silueta de hombre parecía acercarse detrás de ella, temblando comenzó a girar la cabeza y por el rabillo del ojo pudo ver una sombra. Justo en ese momento el ascensor se detuvo súbitamente y las luces se apagaron. Sally sintió tanto miedo que no aguantó la presión y se desmayó.
Minutos después una voz conocida la despertó, era un compañero de la universidad que la encontró tumbada en el suelo del ascensor. La ayudó a salir del edificio y la llevó a enfermería donde le diagnosticaron un fuerte estado de shock. Sally nunca más volvería a ser la misma, se volvió retraída y pensativa, abandonó los estudios pues no soportaba la idea de seguir en el campus. Pero nunca reveló su culpa en lo sucedido.
Dicen que desde entonces ese ascensor tiene un comportamiento extraño, sus botones parecen no responder correctamente y es común que los que suben en él por la noche acaben en la sexta planta aunque no fuera ese su destino. Muchos otros han relatado como sentían descender la temperatura rápidamente o como han visto fugazmente por el rabillo del ojo una sombra que nunca estaba cuando se giraban a ver que sucedía.