「†」 ᴇᴘɪʟᴏɢᴜᴇ 「†」

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¿Cuándo había sido la última vez que visitó la tumba de su papá?

YoonGi se agachó frente a la lápida que contenía el nombre de su progenitor, la fecha en que nació y la fecha en que partió.

Tantos años habían pasado y él no podía olvidar ese trágico momento en el que su papá tuve ese maldito accidente de moto.

¿Por qué no se puso el jodido casco de mierda?

¿Por qué debía ir a tan alta velocidad?

¿A quién quería ver con tanta desesperación esa noche como para saltarse todas las señales de tránsito?

¿Por qué no tuvo precaución si ya había tenido dos accidentes en ese mismo año?

Eran tantas preguntas y ni una respuesta, eran tantas dudas que le carcomían la mente y la estabilidad de superación.

Todavía era un niño de casi diez años cuando ese trágico momento pasó y aún recuerda esa noche en que Zael y GiYoon se habían puesto tensos ante una noticia que no querían decirle.

Recuerda muy bien que esa noche, GiYoon había ido al hospital para ver el estado de su papá y Zael decidió quedarse con ese niño asustado, le había dicho que su papá solo había estado en el hospital por una inyección y que pronto regresaría. Incluso si Zael había estado asustado, pero así se fue a acostar con él y lo cuidó hasta que se quedó dormido.

Tantos recuerdos malos y difíciles de superar, pero ahí estaba, intentando dar todo de sí mismo para no dejarse caer, intentando entender qué estaba pasando.

— ¿Te acuerdas que cuando cumplí nueve años, tú me hiciste prometer que cuidaría de Zael? — Sollozó — Lamento haber roto esa promesa, lamento haber dejado que lastimaran a tu tesoro más grande.

Con un increíble dolor en la garganta que ascendía a su mandíbula, con los ojos rojos y doloridos por tanto llorar, incluso sin valor, dejó esa rosa sobre la tumba de su progenitor.

— Se-Señor Gigi...

Suspirando, pero con los ojos puestos en la lápida, notó que JiMin se agachaba a su lado y dejaba un ramo de flores en dónde él había dejado la rosa.

— Lamento que las cosas hayan terminado de esta forma, Señor YoonGi — Susurró — Lo lamento mucho y...

— Nene, no... no es necesario disculparse cuando eso no repara el daño — Murmuró el mayor — ¿Leíste la carta? Espero que te haya quedado claro.

— ¿De verdad se irá a Daegu?

Él, en busca de tragarse el nudo que tenía en la garganta, asintió mientras seguía viendo esa lápida vieja y desgastada.

— Necesito pensar las cosas, pero para eso debo alejarme — Comentó — A veces, es necesario la distancia.

JiMin bajó la cabeza con lágrimas en los ojos, intentando no hacer alto ese llanto que no pudo parar mientras él se ponía de pie en medio de bocanadas de aire para intentar asimilar en el lugar en donde se encontraban.

— Mi papi... él me dio los regaños que nunca en mi vida me había dado — Sinceró el menor — Me gritó como nunca me había gritado y me dijo cosas que me hirieron mucho.

— Dulzura, aunque muchos hijos aún no lo entiendan, a veces necesitan que sus padres los lastimen para que puedan ver el mundo como realmente es — Respondió — Los padres son humanos, también se equivocan y aunque la mayoría de veces no digan nada, se disculpan en silencio.

— Sí... es que me lo merezco.

— Ese muñeco se sintió mal por decirte eso, pero te ama y lo hizo por tu bien — Murmuró — Así que, ven aquí.

Suspirando otra vez, tomó las manitas de JiMin para ayudarlo a que se pusiera de pie, fue ahí en donde lo envolvió entre sus brazos y lo acogió contra su pecho en busca de que soltara todo eso que tenia retenido.

— Cuídate mucho, por favor...

— Señor Gigi, no se vaya.

— Que me vaya, no significa que ya dejé de amarte, precioso — Susurró — Me voy porque es necesario poner distancia entre los dos.

El menor negó atacado en llanto y desesperado se aferró a él para que no se fuera, para que no lo dejara.

— Está bien, no te preocupes, ¿vale? Estarás bien — Sonrió — Yo estaré bien, estaremos bien.

Con ese amor inmenso que sentía en su corazón roto, dejó un hermoso beso sobre la frente de JiMin y luego lo tomó de las manos para que lo soltara, no de forma brusca, de forma suave y delicada, así pudo alejarse hasta meter las manos en los bolsillos de la chamarra.

— Hey, regresaré — Aseguró — Lo haré, es una promesa.

Sonriendo suave, lleno de ternura encima del dolor, volteó a ver la tumba de su papá mientras mentalmente le presentaba a la persona que amaba y que había elegido como suya.

— Muñeco...

Cuando YajaTzael apareció, pues él había llevado a JiMin, se le acercó y sin preguntar nada lo empujó hacia él para darle un abrazo.

— No te preocupes, ¿bien? Zael es muy fuerte, muñeco — Murmuró — Él estará bien, así que cambia esa cara.

Tras alejarse, le pellizcó la mejilla a YajaTzael y después retrocedió un poco entre emociones mezcladas, pero dispersas y distantes.

— Sé que está de más pedirte que cuides mucho de este nene — Sonrió — Lamento si rompí alguna promesa que te hice.

— No lo hiciste, YoonGi... Diste más de lo que debiste dar.

Él asintió en medio de un suspiro, pero ya era hora de irse de ahí, de ese cementerio, de esa ciudad.

— Cuídate, nene... cuídate, muñeco.

Con una última sonrisa, decidió irse sin mirar atrás, solo caminó en busca de alejarse y JiMin, él quiso ir detrás, pero YajaTzael lo sujetó de la cintura porque no era lo correcto, al menos no por ahora.

— Él volverá, pero JiMin debe volver primero.

Dios.

Al sentir cómo JiMin se aferraba a él, lloraba de forma desconsolada en su pecho con el corazón roto, pudo sentir su dolor y su agonía.

Después de todo, Zael, esa persona del que estaba enamorado, se había ido.






ɪ ʟɪᴋᴇ ʙᴏʏs  「†」 YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora