quarterback | kookmin

16

— ¿Podrías bajar la voz? — le siseo a Seulgi. 

— ¿Por qué? — Consigue algo parecido a una sonrisa. — No hay nada de qué avergonzarse. 

— Oh. — La miro de arriba abajo. — ¿Estás...? 

— No. 

— Pero... 

— Acabo de decir que no. Soy As, no un extraterrestre. Sigo siendo humano. 

Esa necesidad latente de saber me atraviesa. ¿Por qué pensó que intentarlo sería una buena idea si no podía parecer más desinteresada? 

— ¿Vas a decirme qué pasa? — pregunta. — Estoy empezando a aburrirme. 

No sé qué puedo decirle. Mencionar que Jungkook y yo nos besamos ayer - dos veces- parece demasiado increíble para las palabras. Tal vez por eso me cuesta tanto expresarlo. 

— ¿Es Jeon? 

Miro los estantes que nos rodean para asegurarme de que nadie nos escuche. 

— ¿Cómo has...?

— Tu pelo está tan jodido hoy que parece peor que el mío. 

Lucho por no sonreír. 

— Es imposible que eso sea posible. 

— Estoy muy ofendida. — Su tono plano deja claro que realmente no lo está. — ¿Estás enamorado de él? 

— ¡No! Dios, Seulgi. Soy más inteligente que eso. 

— ¿Más inteligente que qué? 

— Enamorarme del más... el mejor... 

— ¿Jugador de hockey? — Sugiere ella. 

— Sí. Él. Es una idea ridícula. 

— Entonces, ¿por qué lo hiciste de todos modos? 

Frunzo el ceño y me desinflo. 

— Porque aparentemente no soy tan inteligente como creo que soy. 

— Ya está, ya está. — Me da una palmadita en el hombro. 

— Tu simpatía es abrumadora. 

— Me alegro de que te hayas dado cuenta. No lo entiendo, pero he oído que el amor no correspondido es una mierda. 

— Perdona, no he dicho que esté enamorado de él. 

— Oh. Asumí... 

— ¿Que soy patético? — ¿Realmente puedo culparla por eso? — No me hago la ilusión de que gente como yo y Jungkook estén juntos. Esto es meramente químico. Había un lugar al que quería que condujera ese beso, y en su lugar fui y me asusté. 

— ¿Te besó? 

Uh-oh. 

Me apresuro a pensar en algo que decir para encubrir mi desliz, pero, no. Ya es demasiado tarde para dar marcha atrás. 

— Sí. Y luego lo besé a él. 

— Huh. 

— ¿Eh, qué? 

— No lo veo. 

Algo se muere un poco dentro de mí. 

— ¡Gracias! Yo tampoco.

— ¿Por qué te has asustado? ¿Porque eres virgen? 

— ¡Shh! Por el amor de todas las cosas, baja la voz. Y no, no es por eso que me asusté.