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Sin necesidad de que me lo dijera dos veces, finalmente le devolví la vida al auto y quise testear qué tan rápido podía ir. Sentí los ojos del hombre al lado mío sobre mí, mientras cambiaba la palanca de manera experta para ajustar la velocidad que deseaba.

— ¿Dónde aprendiste a conducir de forma manual? — Reduciendo la velocidad como un semáforo, te giraste para mirarlo.

— Abuelo.

Se quedó en silencio por un momento.

— ¿Me estás llamando abuelo?

—No. Me lo enseñó mi abuelo — Murmuró un "ya veo" y esperó a que continuara mi relato —. Él creía firmemente que si podías conducir con palanca de cambios, podías conducir cualquier cosa.

Volví mirar la luz del semáforo para asegurarme de que todavía estuviera roja. Al ver que aún no había cambiado de color, centré mi atención en el hombre de nuevo. Sus ojos no se parecían a nada que hubiera visto antes. Tenían una especie de poder.

— ¿Cuál fue tu primer coche?

— Primer y último — Reí —. Un coche de muñecas Barbie, a los catorce años.

Definitivamente era diferente a cualquier cliente que haya tenido antes. Probablemente nunca había trabajado arduamente como cualquier persona normal y mucho menos realizado algún tipo de trabajo bajo el sol, especialmente porque ni siquiera podía conducir un automóvil manual.

— Entonces... — continuó — ¿Cuánto suelen hacer últimamente en esto?

— Un centenar.— El auto ronroneó cuando volví a ponerlo en marcha apenas la luz se puso en verde. Un silbido bajo sonó del hombre.

— ¿Cien por noche?

— Cien por hora.– Lo miré cuando hizo otro sonido de queja.

— ¿Tienes un clip sujetando el cierre de tus botas y cobras cien dólares la hora? — Eso me provocó una risa. Si tan sólo supiera que me coloreé el talón de ambas botas con un rotulador negro también una hora antes de que me recogiera.

— Oye, debo comer, ¿no crees?

Sacudió la cabeza y suspiró.— ¿Cómo te llamas?

– ¿Cómo quieres que me llame? — Sus ojos ardieron a mi costado. Incluso con una mirada de reojo, sabía que estaba intrigado otra vez. Dando una pequeña risa, le dije mi nombre —. Sharon.

El coche se detuvo ante otro semáforo. El hombre repitió nuevamente el nombre que escuchó y luego emitió un silbido bajo.

— Cien por hora. Aún me parece mucho.

Otra sonrisa cruzó en mi rostro. Todavía esperaba sacarle más de veinte dólares. Levanté la mano del volante y la puse sobre su entrepierna, agarrándolo. Mi ceja se arqueó cuando noté que tenía algo de tamaño.

— Bueno, quizá. Pero vale la pena. — Su cara de incredulidad estaba de vuelta, lo que me hizo sonreír. Quité la mano de su entrepierna y continué una vez que la luz volvió a cambiar.

El coche se detuvo frente a su hotel. Ambos salimos del auto. Fue casi doloroso cuando el chofer del hotel me quitó las llaves del auto. Nunca volvería a conducir un coche como ese...

Levanté la vista hacia el hotel. En realidad, nunca había estado tan cerca de un hotel como este y estaba un poco aturdida.

— Entonces, ¿eso era todo?

— Eso era todo. — confirmó —. ¿Estarás bien si regresas sola? — Levantando los veinte dólares, le sonreí.

— Sí, tomaré un taxi.

Pretty woman ; Enzo Vogrincic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora