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El Boulevard de Hollywood estaba lleno de policías y personas curiosas por doquier.

En este preciso momento, los mencionados se encontraban observando a una niña de un contenedor de basura siendo rescatada por los bomberos. Lo único "bueno" y tranquilizante de la situación fue que parecía ser que solamente había tomado tanto que se había quedado dormida allí, no por una sobredosis u otra cosa más grave que hubiera implicado alguna desgracia.

Intenté sacudir aquella imagen de mi mente mientras caminabas hacía mi lugar de trabajo. A menudo deseaba una vida diferente...

Pero desear no pagaba el alquiler, ni hacía que la mayoría de los trabajos fuesen considerados aceptables por la sociedad. Es mejor ser una prostituta con un techo sobre la cabeza que una vagabunda muriendo de hambre en la basura, como la muchacha de antes. Quién en realidad parecía de bastante buena posición social, solamente un tanto... Hollywoodiense.

Ustedes entienden.

Con la policía merodeando por ahí, parecía que el sábado sería realmente largo, cansador y por sobre todo: aburrido.

O al menos eso pensé hasta que un Dodge Viper amarillo brillante se detuvo junto a la acera. Nadie salía del auto y nadie parecía querer acercarse a él. Es hora de hacer el movimiento rutinario. De nuevo.

Me quité la chaqueta y la coloqué sobre mi bolso, dejando al descubierto la camiseta corta rosada y la diminuta falda negra que tenía. Caminé lentamente hacia el auto con las botas negras hasta los muslos.

La ventanilla del pasajero estaba bajada cuando mirabas dentro.— ¿Buscas una cita, cariño?

El hombre en el asiento del conductor parecía bastante frustrado por culpa de la columna de dirección y la palanca de cambio del automóvil.

Él suspiró.— Por el momento sólo busco direcciones.

— Claro, por cinco dólares.— Él me miró con incredulidad.

— No puedes cobrarme por las direcciones.

— Bebé, puedo hacer lo que quiera. Yo al menos no soy la que está perdida.— Aún parada, me acerqué más al auto y me apoyé contra el mismo.

Otro resoplido sonó del hombre.— Bien.

Te volteaste y volviste a mirar por la ventana, intentando ver más de cerca a aquel hombre.

— El precio ahora subió a diez.— Parecía molesto.

— Entra — Me extendió un billete de veinte dólares—. ¿Tienes cambio?

— No, pero puedo mostrarte destinos turísticos y dónde viven las estrellas más famosas de aquí.

— No es necesario, sólo guíame al hotel Baverse.

Le indicaba dónde ir mientras él intentaba seguir el ritmo de mi voz. Con cada chirrido del auto, era cada vez más evidente que no sabía conducir automóviles mecánicos. Un completo novato.

— Este es un auto increíble.— Dije efusivamente. Quizás si jugaba con su ego me daría más de veinte.

— Diría más bien temperamental.— Mirándolo fijamente por un momento, finalmente le pregunté:

— Si no sabes conducir con la palanca de cambios, ¿por qué no compraste este mismo auto en automático? — Definitivamente parecía que podía permitirse comprarlo. De hecho, su cabello estaba perfectamente peinado, como si alguien se lo hubiera hecho esta mañana. Y parecía que su traje costaba más de lo que jamás vería en un mes. Incluso olía a riqueza.

Además, se quedaría en el Baverse. Lo más obvio.

— No es mío.— Sonriendo, levantaste una ceja. "

— ¿Robado?

— Prestado.— Otro resoplido exasperado salió del hombre y los engranajes volvieron a chirriar.

— No soy del todo experta en autos, pero creo que deberías mover la palanca hacía el otro lado — Señalaste la palanca de cambios.— Esta es una H estándar.

— Una H estándar. — repitió. Detuvo el auto una vez más —. ¿Alguna vez has conducido un Dodge Viper?

Lo deseaba, sí. Pero ni siquiera trabajando todo el resto de vida que me quedaba, sumando la siguiente, podría ser capaz de hacerlo. — No.

— Estás a punto de hacerlo. Sal.

— No puedes hablar en serio...

— Es la única manera en que podremos llegar al hotel ilesos.— Luchando, abrí la puerta y cambié de lugar con el hombre. Se me puso la piel de gallina en los brazos mientras ajustaba el asiento y el espejo retrovisor. No es exactamente lo que planeaba montar esta noche, pero no me quejaba. En lo absoluto.

Me volteé y miré al hombre. Esta vez un tipo diferente de cosquilleo recorrió mi cuerpo.

Al hacer este tipo de... trabajo, uno aprende a realmente nunca mirar el rostro de la persona con quién te envuelves en ese tipo de relación, como si tuvieras un tipo de gafas protectoras que te permiten imaginar a alguien más en vez de la persona con la que realmente lo estás haciendo. Hizo

Pero este hombre definitivamente haría que todo fuera más sencillo.

Con un coche como éste, uno esperaría que el hombre fuera mayor, quizá un viejo canoso en las últimas etapas de su vida. Pero la persona que tenía en frente parecía joven y mucho más guapo de lo que normalmente pensaba.

— Estoy a punto de llevarte a la mejor montada que tendrás en toda tu vida. ¿Estás listo? — Al captar el juego de palabras, puso los ojos en blanco.

— No puedo esperar. — Su falso entusiasmo sarcástico era notorio, ambos reímos.

Pretty woman ; Enzo Vogrincic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora