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Estirándome, sentí que el otro lado de la cama se encontraba vacío. Enzo no había vuelto para dormir.

Lo escuché entrar a la habitación y abrí un ojo.

— Buenos días, bonita.

Gruñendo en respuesta, intenté acercar la manta a mi rostro.

— Es hora de ir de compras.— Enzo bajó las mantas hasta que dejarme completamente descubierta. Con la cartera en la mano, contó algunos billetes para dármelos.

— Que alegría, más compras.

Me entregó un grueso fajo de billetes. Estaba medio preocupada por cuánto dinero perdería si alguna vez lo asaltaran.— Me sorprende que no hayas decidido gastar más ayer.

– No fue tan divertido como pensé que sería.— Fingí contar el dinero para no volver a dormir.

— ¿Por qué?

Soltando un resoplido, lo miré a los ojos —. Ellos... fueron malos conmigo.

Una sonrisa divertida apareció en su rostro. — ¿Fueron malos contigo?

Cuando le expliqué cómo me habían tratado en las tiendas, su sonrisa se desvaneció rápidamente y parecía enojado, realmente enojado. Su enfado se alivió al contarle cómo el gerente del hotel me había ayudado, pero aún se notaba ligero enojo en su rostro.

– Vamos a desayunar un poco, luego iré contigo hoy.

— ¿Irás de compras conmigo? ¿No tienes que trabajar? — Ciertamente no podría imaginarme ninguna tienda negándole la entrada a él.

— Es mi empresa, yo gestiono los horarios de entrada y salida, incluyendo los míos.— Caminó hacia el armario y sacó una de sus camisas con botones. Después rebuscó entre el armario que había fregado para mi, encontrando mi falda negra, me indicó que me la pusiera y luego encontró los tacones que usé anoche.

Aunque mi falda todavía era escandalosamente corta, no quedaba tan mal combinada con su camisa. Los tacones también le dieron un aspecto más sofisticado comparado con las botas que había usado la primera vez que estuve allí.

Una vez vestido, Enzo me tomó del brazo mientras bajaba las escaleras para tomar el desayuno. En el vestíbulo ví a Esteban y lo saludé con la mano. Al darse cuenta, Enzo miró en su dirección y luego de nuevo hacia mí.

— ¿Este es el gerente del hotel que te ayudó?

— Sí.

Pidiéndome que esperara allí un momento, Enzo me dejó para hablar con el gerente. Lo ví entregándole lo que parecía ser el mismo fajo de billetes que intentó darme antes. Esteban intentó negarse cortésmente, pero Enzo insistió y, como recordaba de anoche, Enzo siempre consigue lo que quiere. Los dos hombres se sonrieron y Esteban me sonrió especialmente a mí. De vuelta a mi lado, Enzo me acompañó hasta el salón.

Sentado frente a mi, Enzo tomó un café y una tostada. Estaba muy interesado en algo en su teléfono. Yo, en cambio, tenía un plato repleto de alimentos del buffet. Podría jurar que me puse todos y cada uno de ellos.

Una extraña sensación de hormigueo burbujeó en mi estómago mientras miraba a Enzo. Acaba de pagarle a Esteban por cuidar de mi y ahora iba de compras conmigo para asegurarse de que me dieran el respeto que merezco como ser humano. Él me estaba protegiendo.

Cuando me contrató por una semana, me dijo que sería simplemente su acompañante. No pensé que a él le importaría cómo me tratara la gente cuando no estaba en sus brazos. Sentí aún más respeto por él.

Sentí que me había sonrojado al darme cuenta de que sus acciones hacían que me agradara cada vez más, lo que hizo que  mirara hacia abajo.

— ¿Estás bien? — Por supuesto que él decidió mirarme justo en este preciso momento.

— Sí, solamente está un poco picante, ¿no crees?

Él asintió y volvió a su teléfono. No me apuró y ni siquiera le importó cuando regresé al buffet por unos segundos a buscar más comida. El día anterior me quitó toda la energía que tenía y sabía que volver q ir a comprar hoy también requeriría mucha más.

Incluso con Enzo a mi lado, no podía deshacerme del nerviosismo mientras estaba de regreso en Rodeo Drive.— La gente me está mirando.

— No, no lo hacen. Me están mirando a mí.

— ¿Qué pasa si no son amables de nuevo ?

— Las tiendas nunca son amables con la gente. Lo son con las tarjetas de crédito.— Me llevó a una tienda que no había notado ayer llamada Laurence. Un empleado de la tienda se acercó a nosotros dos inmediatamente y Enzo le preguntó algo al gerente de la tienda.

Pretty woman ; Enzo Vogrincic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora