Capitulo 1

26 3 0
                                    

Samuel

Yo habría querido pasar mis días libres en mi casa leyendo pero el destino tenía otros planes. Desde hace unos años mis padres decidieron que todas las vacaciones las pasaríamos fuera de la ciudad, según ellos eso me serviría como una distracción. Ellos estaban muy emocionados conversando en sus asientos, mientras yo solo podía ver cómo las nubes se disipaban lentamente en el aire, era increíblemente aburrido pero era mejor que nada. Según mi madre había un montón de cosas por hacer en ese pueblo. Sin embargo, solo pudo nombrar dos: nadar en un lago y la fiesta con motivo del aniversario de la fundación del pueblo. Pero habían dos inconvenientes, el primero es que yo no sé nadar y el segundo es que las fiestas me parecen estresantes.

Luego de una hora de viaje al fin llegamos al pueblo, no es que estuviera emocionado, simplemente no podía aguantar ni un segundo más en ese tren. Al salir de la estación solo encontré una multitud de personas en las calles, sinceramente si me sorprendió ver a tanta gente, siempre creí que el pueblo no era muy habitado, era evidente que me había equivocado. Abrirse paso entre la multitud no era fácil, estar rodeado de tantas personas con perfumes y lociones diferentes era sofocante, incluso hubo un perfume que me dio náuseas, no sabría cómo describirlo pero era un olor horrible. La casa donde íbamos a quedarnos el último mes estaba más o menos a cuarenta minutos de distancia. Sin embargo, ya llevábamos dos horas de recorrido debido a que mi madre se detenía en cada tienda que veía, no importaba mucho de qué era la tienda, ella simplemente se detenía a comprar. Mi padre no decía nada, pero en su rostro se veía que cada centavo que mi madre gastaba le dolía en el alma, pero sobre todo en el bolsillo.

—¿No cree que mi madre está gastando mucho? Apenas han pasado dos horas desde que llegamos y mi madre ya ha comprado medio pueblo —pregunté

—Te daré un consejo hijo y escúchalo bien porque ya tienes 16 años, muy pronto tendrás a una mujer a tu lado así que escucha —dijo mientras sonreía —una mujer feliz es una vida feliz.

Él sonreía pero yo giré la cabeza hacia al frente sin decir una sola palabra, lo único que pude hacer era pensar en lo patético que era esa frase y seguir caminando. En ese momento entendí que mi padre prefería gastar su preciado dinero con tal de que mi madre no lo moleste. El sol se ocultaba en el horizonte y apenas acabábamos de llegar a la casa. Solo abrí la puerta de mi cuarto visualicé la cama y caí dormido.

La luz del sol entraba por la ventana directo a mi rostro, intenté darle la espalda al sol pero el cuarto estaba demasiado iluminado para dormir, así que me senté en la cama visualizando todo a mi alrededor, la pared de mi cuarto era de un color marfil, mis sábanas eran de un azul muy claro, creo que era un azul celeste, las ventanas eran de una madera muy hermosa, pero tanta belleza era opacada por un detalle, a algún despistado se le había olvidado poner unas cortinas, era una lastima porque si tan solo esas hermosas ventanas tuvieran unas cortinas, yo habría podido dormir una o dos horas más. Luego de contemplar mi cuarto, me di una ducha, me puse un bermudas color beige, una camisa y tenis blancos, dispuesto a salir a conocer el pueblo.

Las calles eran de piedra y las casas tenían un acabado rústico, algunas casas estaban adornadas con enredaderas y otras con hermosas flores. En las calle no había tanta gente como ayer, así que me senté en un café cercano, a pesar que el lugar estaba solo tardaron mucho en atenderme, hasta que por fin un chico con cara de susto me atendió. Ordené un jugo de mora y un croissant. Mientas comía veía a las personas pasar, parecían muy tranquilas, no parece que pasen muchas cosas interesantes en este pueblo, de hecho el tiempo parece transcurrir más lento, es como si las personas caminaran en cámara lenta.

Después de desayunar, seguí caminando hacia el centro del pueblo, era fácil de encontrar debido a la enorme catedral que era visible desde muy lejos, era hermosa, aunque un tanto tétrica. Cerca de la catedral había una plaza con una fuente grande, mientas me acercaba vi a algunas personas lanzando monedas para pedir deseos, pude leer los labios de una chica que a la par que lanzaba una moneda sus labios decían “amor”, creo que pedía un novio, al otro lado una niña como de 8 años pedía dulces y por último, un chico que pedía un viaje. Cuando terminaron de pedir sus deseos se fueron. Me senté en la fuente con una moneda en la mano pero sin idea de qué pedir. Luego de un rato sin que se me ocurriera nada, me puse a pensar sobre las personas de antes, uno pidió un viaje, pero yo ya estaba en uno, la niña pidió dulces, creo que yo hubiera pedido lo mismo a su edad, pero ahora me gusta más la comida salada, y por último la chica pidió amor, sinceramente el amor no me interesa, he visto a muchas personas sufriendo por un amor inexistente, también he visto a muchas personas comportándose como verdaderos idiotas por amor, así que tampoco pediré eso. Ya sin nada que hacer me resigné. Después de pensar tanto miré hacia el agua de la fuente, era tan clara que podía ver mi reflejo en ella, metí la mano y el agua estaba templada, era muy refrescante. El agua de la fuente me recordó que mi madre me dijo que había un lago en el pueblo, así pues, para escapar un poco del calor decidí ir al lago.

El camino hacia el lago era un poco largo y confuso debido a que debía salir del pueblo para llegar, en más de una ocasión me perdí y terminé pidiendo indicaciones a las personas que encontraba en el camino, pero llegó un punto dónde no había nadie a quien pedirle indicaciones, así que seguí caminando en línea recta hasta que llegué. Creo que me llevó una hora llegar a la entrada del lago, era muy bonito, era un lago grande, el agua era turquesa porque reflejaba la vegetación que lo rodeaba, era muy tranquilo, se escuchaban las aves cantando y los árboles moviéndose por el viento. Estaba cansado por la caminata bajo el sol, así que me acerqué a un árbol y me senté en su sombra a contemplar el hermoso color del agua. Luego de un rato me quité los zapatos y me acerqué al agua para meter los pies. A lo lejos, al otro lado del lago se alcanzaba a ver algo de ropa, lo que indicaba que había una o más personas en el lago. De pronto, se comenzaron a escuchar unos gritos pidiendo auxilio, comencé a buscar de dónde provenían hasta que a un costado del lago vi a una persona ahogándose a unos metros de la orilla. Salí corriendo y sin pensar me lancé al agua.

Tu peor maldición: mi más dulce sufrimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora