Capitulo 4

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Javier

Los lunes eran un fastidio, los lunes significaban tener que volver a trabajar, no importaba cuánto intentara disfrutar el fin de semana, los lunes estaban al acecho arruinando la diversión. Sin embargo, yo amo mi trabajo y siempre recibo a los clientes con una sonrisa y mucha actitud. Las fiestas estaban cerca, por lo que habían muchos más clientes que antes, por suerte mis compañeros son eficientes y no se siente tan pesado el día. Hoy como de costumbre, abrí el café muy temprano, poco a poco los clientes llegaban. Sin embargo, mi compañero Luis se me acercó y me dijo.

—Oye, Javi —me llamó Luis casi susurrando.

—¿Qué pasa? —pregunté extrañado ya que Luis era sumamente ruidoso.

—¿Puedes atender al cliente de allá, por favor?

—¿Cuál? —señalé con la mirada a un cliente que estaba despaldas —¿Qué pasa con él?

—Es que él vino ayer en la mañana y ni Karla ni yo lo queríamos atender pero me tocó a mí hacerlo —se acercó y me susurró —es que tiene cara de pitbull rabioso.

—Está bien —le dije mientras me alejaba —¿pero cuántas veces te he dicho que no juzgues a las personas por su aspecto?

Me acerqué a la mesa donde estaba el supuesto pitbull rabioso.

—¡Muy buenos días! —exclamé con una sonrisa de oreja a oreja —¿En qué puedo servirle?

El cliente giró la cabeza hacia mi y cuando vi el rostro de aquel cliente supe porqué Luis decía que parecía un pitbull rabioso, era el chico del lago de ayer.

—¿Tú otra vez? —preguntó molesto.

—Desgraciadamente si —dije de forma burlesca —¡Qué bueno que nos volvimos a ver! Quería pedirte disculpas por lo de ayer.

—No necesito tus disculpas baratas.

—Créeme, no será barata —dije riéndome —pide todo lo que quieras, yo pago.

—No quiero volver a repetirlo —me fulminó con la mirada —no quiero nada que venga de un subnormal.

No pude evitar sentirme mal con esas palabras. Sin embargo, no podía dejar de sonreír.

—¡Gracias! —le expresé gratitud con una gran sonrisa —¡Gracias por intentar salvarme! —y agregué riendo —Aunque al final yo te salvé a ti.

Aquel chico quedó en shock, creo que imaginaba todo menos que yo le agradeciera. Sus ojos de pitbull mata gente se volvieron menos agresivos.

—No tienes que disculparte —me dijo viéndome a los ojos —Soy yo quien te debe una disculpa a ti, a tu novia y a la niña.

No pude aguantar la risa con sus palabras.

—¿Acaso dije algo gracioso? —su mirada de pitbull rabioso había regresado.

—¡Si! —dije entre risas —dijiste que Luna y yo somos novios.
El chico me miró con desprecio, creo que le molesta que la gente se ría.

—¡Como sea! —exclamó el pitbull —tráeme un jugo de mora y un croissant.

—¡En seguida mi coronel! —le dije mientras hacia el saludo militar —¿No se le ofrece nada más?

El chico me miró con desprecio.

—Ya entendí —suspiró —¿Puedes traerme un jugo de mora y un croissant?

—¿No se te olvida algo?

El chico solo tomó aire volvió a suspirar.

—Por favor.

—Con mucho gusto, ya le traigo su orden.

Me alejé de la mesa riéndome, Luis me miraba fijamente mientras se acercaba a mi.

—¿Cómo hiciste para domar a ese pitbull? —señaló con la cabeza al chico —pensé que en cualquier momento te iba a morder.

—No le digas así, es un cliente y tienes que tratarlo con respecto.

—Si, pero ayer cuando me le acerqué casi me mata con la mirada.

—No le prestes atención y ve por un jugo de mora y dos croissants.

Pasado un rato, Luis llegó con la orden y me la dio.

—Aquí está tu jugo de mora y tu croissant —le dije mientras ponía el plato en la mesa y me sentaba.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó mirándome fijamente.

—No ves, me senté a desayunar —le dije mientras le daba un mordisco al croissant —¿tu no eres de por aquí cierto?

—No, yo soy de una ciudad cercana —me respondió a las malas —No quiero desayunar contigo.

—Pero yo si —le respondió de una forma burlesca —Casi mueres por mi y ni siquiera sé tu nombre —lo señalé con el croissant —si te hubieras muerto ayer no sabría qué nombre poner en la lápida.

El chico me miró fulminándome con la mirada, se levantó dejando dinero en la mesa y se fue.

—¡Mierda! —susurré —¡la cagué!

El chico se alejaba rápidamente del café, ni siquiera pensé en el trabajo, solo quería disculparme. Salir corriendo tras él y cuando lo alcancé lo tomé del hombro, él solo dio media vuelta. Pensé que me iba a topar con una mirada furiosa o de pitbull rabioso como antes. Sin embargo, cuando nuestras miradas se cruzaron, solo pude ver una profunda tristeza fluyendo de sus ojos marrones. Quedamos frente a frente por unos segundos, yo quedé sin palabras al verlo así. Mientras él solo se dio vuelta y se alejó. En ese momento fue como si viera su alma y comprendí que su mirada de pitbull rabioso no reflejaba enojo u odio, sino tristeza y sufrimiento.

Tu peor maldición: mi más dulce sufrimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora