Capitulo 4

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—Roier, ¿Cuánto tiempo más te vas a demorar?— bufó estirándose con mucha flojera en la cama del castaño.

—Me demoro porque no sé que ponerme— exclamó exaltado mientras buscaba ropa en su armario.

—Ponte algo casual y ya— exclamó crispado.

—Lo dices como si fuera fácil— jaló levemente de sus cabellos y puso los ojos en blanco cerrando su armario y recargando su espalda en este.

—Es fácil— suspiró tomando su celular entre sus manos, le quitó el flash y sin que Roier se diera cuenta le tomó una foto justo en el momento en el que este frunce el ceño por la actitud tan relajada de su amigo.

—Para ti quizás, porque tu luces siempre guapo— señaló como si fuera algo obvio. Para Roier, el pelinegro era muy guapo. Por eso era que todas las chicas de la universidad se morían de amor por él y rogaban porque este aunque sea las mirara, siendo muy pocas las que tenían esa suerte. Él ha estado con muchas chicas, pero solo unas eran de la universidad, igual al final nunca duraba lo suficiente con alguna de ellas, siempre terminaba cortándoles por alguna razón. Sí, él siempre era quién terminaba la relación.

—No comiences a dramatizar ¿Quieres?— dijo y le tomó otra foto, pero está vez en el momento que su amigo volteó y volvió a abrir el armario para seguir buscando que ponerse.

—Sólo digo la verdad— se encogió de hombros y comenzó a elegir entre algunas prendas arrojándolas en su cama sin darse cuenta de que todas estas estaban cayendo encima de Spreen, quién se las quitaba de mala gana.

Al voltear, no pudo evitar soltar una gran carcajada al ver a su amigo entre su ropa, en parte tapado por está. El pelinegro sólo lo fulminó con la mirada y le arrojó parte de la ropa. Este la atrapó y rio, incluso se podría decir que más fuerte que antes. Spreen, al ver a su amigo de tan buen humor, no pudo evitar esbozar una hermosa sonrisa cuadrada. Entre la ropa que le lanzó a su amigo, escogió unos pantalones de mezclilla y una camiseta negra, buscó entre sus zapatos y optó por usar unas zapatillas blancas con detalles negros. Entró al baño para cambiarse, cuando terminó de hacerlo desordenó un poco su cabello frente al espejo y sonrió satisfecho con su look.

—¿No vas a decir nada? ¿Si me veo bien?— inquirió al salir del baño y ver a su amigo ahora sentado en su cama viéndolo de pies a cabeza.

—Te ves super bien— admitió con una sonrisa— hasta diría que mejor que yo— bromeó.

—Eso jamás— rio— pero de todos modos gracias.

—Vamos a llegar tarde— exclamó preocupado Roier y Spreen se le quedó viendo sin entender porqué es que se preocupaba tanto si aún era temprano, y rogando  que no fuera porque quería ver a Natalan. Sólo no quiere verlo mal de nuevo y menos que sea otra vez por culpa de aquel chico.

—¿Por qué lo dices?— preguntó Spreen y acarició la barbilla de su amigo con su dedo índice. Roier sonrió alejándose un poco, puesto que ese gesto que siempre suele hacerle le provocaba algo raro en su interior.

—Ya son más de las nueve— exclamó el castaño con los brazos cruzados y Spreen no pudo evitar reír, y pensó «¿Porqué tiene que ser tan puntual siempre? Debería relajarse un poco aunque sea».

—Roier— tocó su hombro mirándolo tiernamente— no siempre las fiestas comienzan a la hora que dicen ya te he dicho, te apuesto que recién están llegando los invitados.

Y sí, el pelinegro tenía toda la razón, apenas estaba empezando lo que terminó volviéndose una locura.

Hacia no mucho que Roier había estacionado su auto frente a la casa de Natalan y habían entrado a esta, y sí, no había tanta gente aún, aproximadamente unas 15 personas incluyéndolos a ellos. Era sólo una pequeña parte del aula. La casa de Natalan era muy grande, incluso el castaño podría llegar a decir que los 62 alumnos del aula entrarían allí y aún habría espacio.

Todas las paredes eran de color blanco y los muebles de color negro, lo cual le daba elegancia a la casa, la luz en la inmensa sala de estar era tenue, y habían luces de colores que le daban un toque diferente al ambiente, y definitivamente la música era muy buena, el Dj que Natalan había contratado era excelente en su trabajo y muy conocido, también había un tipo de bar donde estaban sirviendo todo tipo de bebidas con y sin alcohol, para todo tipo de gustos y preferencias.

Natalan se dio cuenta de la presencia del castaño y el pelinegro, se dirigió a saludarlos muy amigablemente, y los invitó a pasar y relajarse. Ellos decidieron ir al bar y pedir algo para tomar, al pasar los minutos la gente comenzó a llegar y la sala se llenó casi por completo, y sí, Roier tenía toda la razón al pensar que su casa era suficientemente grande tanto que no se terminaría de llenar por completo incluso con todos los del aula presentes.

Natalan al ser el anfitrión de la fiesta estaba muy pendiente de que todos se divirtieran y era muy amable con cada uno de sus invitados, sin embargo, todo eso evitaba que pudiera pasar tiempo con Roier. Minutos después, cuando se dio cuenta de que todos ya estaban presentes según la lista de invitados pudo cerrar las puertas, e ir tras Roier quién estaba sentado al lado de Spreen frente al pequeño bar.

—¿No piensan bailar?— preguntó sin entender porque estaban sentados solo conversando.

—Por supuesto que sí, sólo queríamos tomar algo antes— dice Spreen mostrándole su bebida.

—Ah, bien— suspiró Natalan y le sonrió incómodo. Cuando notó que Roier al igual que Spreen no había pedido otra bebida y había terminado de tomar la que tenía se animó a hablar.

—Ya está, vamos a bailar— tomó de la mano del castaño y este mismo tomó la mano de Spreen yendo los tres a la pista de baile.

Y sí, podría decirse que lo estaban pasando bien, dejándose llevar por la música y disfrutando del momento, o así era hasta que de pronto Spreen vió como ahora el baile que era de los tres comenzaba a tornarse sólo un baile entre Roier y Natalan, donde Natalan estaba siendo muy coqueto y a Roier parecía no molestarse del todo.

Esa sonrisa, esa maldita sonrisa plasmada en su rostro sólo le hacía ver a Spreen que ese no era el lugar al que pertenecía, lo mejor era irse, porque quizás se había equivocado y aquel tipo había cambiando y de verdad amaba a Roier.

¿Deberían darse una oportunidad? No estaba seguro de estar de acuerdo con eso, pero sabía que si Roier era feliz él también lo sería, los dejaría disfrutar de un momento juntos, un momento a solas, quizá después de lo que estaba a punto de hacer, Roier cambiaba de opinión y prefería dejar de fingir que son novios y comenzaría a salir con Natalan formalmente. Eso en verdad podría pasar y ante la sola idea comenzó a tener ganas de vomitar creyendo que solo era por la bebida con alcohol que había ingerido hace unos instantes y no porque sintiera raro al verlos juntos.

No sabía que estaba haciendo, sólo sabía que seguiría retrocediendo sin ningún rumbo en específico hasta terminar, quizá, chocando contra la barra donde antes había estado bebiendo con Roier a su lado, sin imaginar que no chocaría con algo sino con alguien haciéndolo perder el equilibrio por un instante, pero logrando estabilizarlo al tomarlo de las manos antes de que se cayera al suelo.

—Lo siento mucho— exclamó apenado, viendo de frente a un chico pequeño pero simpático— no me fijé que estabas ahí— soltó sus manos y al ver que este sólo asintió, se lo quedó mirando por tantos minutos, minutos que parecían horas, logrando que se pusiera nervioso.

—No te preocupes, soy casi invisible— dijo. Y Spreen se dio cuenta que el chico era muy tímido.

—¿Porque dices eso?— le preguntó por curiosidad, ya que lo que el chico dijo y la forma en que lo hizo, como algo que de verdad le dolía, le sorprendió.

—Nunca nadie me nota— tartamudeo tratando de calmar sus nervios— bueno, a excepción de mi mejor amigo Mariana, él me obligó a venir— puso los ojos en blanco y no se atrevió a mirar a quien tenía enfrente, por lo que sólo prefirió mirar hacia abajo.

—¿No te gustan las fiestas?— inquirió sin entender porque le molestaba estar aquí.

—No tanto por eso, soy quizá un poco demasiado tímido— admite —y no habló con nadie a excepción de Mariana — y es verdad, al único que le había dirigido más de dos palabras, y no sólo miradas o señas corporales como de negación y afirmación tan sólo usando su cabeza, era a Mariana.

—Estas hablando conmigo— se encogió de hombros haciéndole ver que estaba equivocado, pues ahora ya no solo hablaba con el tal Mariana sino también con él.

—Sí— suspiró con una respiración más calmada que antes— créeme que esto es un gran avance para mi— rio nervioso— te he visto— lo señala con el dedo índice ahora ya siendo capaz de verlo a los ojos— siempre eres muy gracioso— musita recordando las veces en las que hacia bromas en clase y todos se reían— me caes bien, aunque no te conozco en nada, se ve que eres una gran persona.

—¿Lo dices sólo por mi aspecto?—  preguntó sin estar seguro de que se haya fijado mucho en su forma de ser.

—No— negó con la cabeza— solo soy muy bueno observando a las personas y deduzco cosas— dijo y se encogió de hombros.

—¿Cómo te llamas?

—Aldo, pero puedes decirme geo— extendió su mano hacia Spreen y este la estrechó amablemente.

—Soy Spreen— se presentó aunque no fuera necesario, pues Aldo sabía de él, quizá pueda considerarlo como alguien popular en la Universidad.

—Lo sé— asintió.

—Puedes decirme como tú quieras—  señalo brindándole confianza con una hermosa sonrisa que iluminó su rostro. Y que se apagó en el momento que su mirada se volvió a encontrar con Natalan y Roier aún bailando muy alegres.

—¿Te robó a tu mejor amigo?— bromeó al ver como su semblante cambió, Spreen no pudo evitar voltear hacia él al escucharlo decir aquello.

—¿Conoces a Roier?— inquirió el pelinegro.

—Conozco a todos, pero no todos me conocen— dijo sin más y miró a ambos chicos que bailaban muy juntos.

—Bien, entonces ¿Que sabes de él?— preguntó tratando de cambiar de tema, no quería hablar de Natalan y Roier, pero si prefería hablar solo de su mejor amigo —Sé que ambos son mejores amigos— dice refiriéndose a Roier y a él, quién lo escucha muy atentamente— sé también que él es homosexual y que ese chico que se lo ha llevado para bailar está enamorado de él— exclamó seguro de su afirmación y luego murmuró— y supongo otras cosas de las cuales aún no estoy seguro— por suerte Spreen no lo escucho como para seguir preguntando al respecto.

—¿Y de mí que sabes?— cuestionó para ver si es que sabía tanto como decía.

—Sé que has andado con un montón de chicas, los pasillos murmuran tu nombre como el chico más guapo de la Universidad, y no lo cuentas todo, hay muchas cosas que prefieres guardarlas ¿No es así?— preguntó con una inmensa sonrisa en su rostro y Spreen sólo asintió sorprendido de que supiera eso con tan sólo verlo— tú y Roier son mejores amigos, supongo que desde hace mucho ¿No?— preguntó siguiendo así con la conversación.

—Pues sí— suspira— él y yo somos muy unidos, hemos estado siempre juntos desde muy pequeños— admitió.

—Lo supuse, se nota que hay algo muy especial entre ustedes dos con tan sólo mirarlos— le sonrió tiernamente y Spreen comenzó a tener miedo de la gran capacidad del pelinegro para percibir las cosas, miedo de que sepa más allá de lo que trata de aparentar.

—Aldo, vaya que eres muy perceptivo— le codea muy sonriente, le ha hecho muy bien hablar con él, y cree que podrían llegar a ser muy buenos amigos.

—Lo sé— bromea.

Al final terminan yendo juntos a la barra, conversan y se pasan los números de teléfono para poder mantenerse en contacto. Aldo no pidió nada para tomar más que limonada mientras que Spreen si pidió cerveza y de vez en cuando un poco de vodka. A Aldo se le hizo divertido, lo cariñoso que se puso, y el hecho de que se estuviera riendo de todo y de nada.

—Esto debe ser un sueño— rio fuertemente otra voz a sus espaldas, haciendo avergonzar al pequeño.

—Por favor no comiences— le pidió con ojos suplicantes.

—O quizá sea un milagro— dice haciendo caso omiso a las súplicas de Aldo a que pare con el dramatismo, porque no era necesario exagerar el hecho de que haya hablado con alguien— Aldo ha hablado con alguien que no soy yo o su almohada antes de dormir— bromeó pero el pequeño solo pensaba si ¿Era necesario humillarlo de esa forma? O ¿Porqué había dicho eso? Amaba a su amigo, pero a veces era insoportable cuando actuaba de esa forma.

—Si sigues así voy a cambiarte por él— Le advierte señalando a Spreen quién sólo vuelve a reír.

—Sólo es una broma— rio una vez más, pero cuando vio la fulminante mirada de Aldo en él se calló abruptamente y después de hacer un pequeño puchero y murmurar un «Lo siento» decidió cambiar de tema de conversación.

—Me presento soy Mariana— extendió su mano hacia Spreen  quién la estrecho con algo de dificultad por el alcohol en su sistema, y minutos después el pelinegro se presentó diciendo su nombre.

—Aldo, tenemos que irnos— exclamó realmente preocupado al recordar la razón por la que estaba buscando tan desesperadamente a su querido amigo.

—¿Porque justo cuando hago un amigo me quieres llevar?— refunfuñó un poco triste.

—Ha surgido un problema con mi hermana— su respiración se comienza a entrecortar y Aldo se da cuenta de que es algo muy grave cuando nota las ganas de llorar de su Mariana.

—¿Que le ha pasado a Rivers?— preguntó ahora más preocupado ante la reacción de su amigo.

—Se enteró de que su novio le estaba siendo infiel y al desmayarse cayó por las escaleras, ahora está en el hospital, por favor acompáñame, tengo que ir a verla— le suplicó y él asintió parándose de inmediato.

—Supongo que nos veremos mañana en la universidad— se dirigió esta vez a Spreen quién se había quedado un poco preocupado tras escuchar aquello que Mariana dijo— fue un gusto conocerte Spreen— le sonrió a pesar de la preocupación que aún lo invadía.

—Para mí fue un gusto también Aldo— y dicho eso lo vio alejarse junto a Marian, hasta que salió de aquella casa para dirigirse al hospital.

Ahora estaba solo y triste, prefiriendo tomar vodka en vez de sólo cerveza, lo que hizo que se emborrachara más rápido y estuviera peor que antes, de pronto vio a Roier caminando hacia él. Y Natalan ya no estaba a su lado ¿Porqué no estaba con él? ¿Porqué estaba caminando en su dirección? ¿Se aburrió de Natalan? Sí, definitivamente Spreen estaba resentido con él sin saber nada de lo que había pasado hace unos instantes.

—No creo que debas tomar tanto Spreen— advirtió Roier, quién se percató de que Spreen estaba tomando, quizá demasiado, alcohol.

—¿Porque no?— espetó sin tratar de ocultar su enojo— No te preocupes, he hecho esto antes— puso los ojos blanco, tomo aquel vaso entre sus manos y de un trago se acabó todo el contenido, el cual le hizo sentir como si quemaran su garganta aunque no pareció importarle tanto.

—Es por eso que me preocupo, no te hagas el que sabe tomar ¿Quieres?—  exclamó, conoce a Spreen, la primera vez que tuvieron edad suficiente como para tomar lo hicieron juntos y sin querer terminaron dándose un beso del que se arrepintieron al día siguiente, por lo que sabía que el pelinegro podía hacer o decir cosas que no sentía estando borracho. Y obviamente no quería que se metiera en problemas.

—De todos modos a ti no te debería importar, ve y divierte con Natalan, déjame sólo, estaba bien así— lo dijo en tono resentido, Roier lo notó, pero no dijo nada al respecto, al contrario de reclamarle o preguntarle porque se ponía de esa forma, prefirió explicarle lo sucedido.

—Estaba bailando con Natalan— comienza diciendo...

—Sí lo sé, los vi— interrumpió a su amigo, sin embargo este hizo caso omiso al malhumor de Spreen y siguió hablando.

—Pensé que estabas con nosotros por eso seguí ahí— se encogió de hombros— hasta que me percaté que te habías ido y comenzaste a conversar con un chico que no conozco, de repente justo después a Natalan le cayó una bebida encima y se fue a limpiarse, no lo he visto más, pero no me acerqué a ti porque no conozco a ninguno de los chicos con los que estabas hablando— miró hacia abajo y Spreen segundos después acarició su cabello lo que provocó que Roier levantara su cabeza y sonriera al verlo sonreír también.

—Lo siento— se lamentó por su actitud.

—Yo también— le dijo como respuesta y no era necesario decir más, se habían perdonado y ahora todo estaba bien, bueno casi todo, ahora Spreen había entrado en su faceta cariñosa esa que aparece cuando se emborracha.

Pasó su brazo por los hombros de Roier acercándolo más y a la vez acariciando suavemente los cabellos del castaño, provocando que el menor se estremeciera y se pusiera más nervioso y fue aún peor cuando el pelinegro se acercó a su oído y le comenzó a susurrar cosas que no entendía, aquella simple acción provocó que un escalofrío le recorriera la espina dorsal. Pero ¿Qué demonios? Ahora había comenzado a frotar su nariz por el cuello de su mejor amigo.

—Por eso no debes de excederte al tomar alcohol sobre todo si es vodka— balbuceo tratando de alejarse un poco, pero sin lograr nada.

—Ahí estás— exclamó Natalan y camino hacia el castaño a trompicones, «Genial, otro que también está borracho» pensó Roier al ver como este casi se tropieza, la escena era muy cómica para Spreen, quien no paraba de reírse.

—¿De qué te ríes idiota?— le gritó Natalan a Spreen al percatarse de ello.

—¿A quién llamas idiota, idiota?— se alejó de Roier y se puso de pie con una expresión agazapada en su rostro y quedando frente a frente con Natalan.

—A ti— lo señaló y en tono desafiante le dijo— ¿Acaso ves a alguien más que sea idiota?— Spreen tomó entre sus manos el cuello de su camiseta estando a punto de golpearlo, pero...

—Bien, me cansé— exclamó Roier y tomó de los hombros al pelinegro alejándolo del castaño— nos vamos— le ordena pero él se rehúsa a irse quedándose quieto en su lugar.

—Yo quiero quedarme aquí— se cruzó de brazos siendo demasiado terco.

—No te vayas Roier— musito Natalan aferrándose al brazo de Roier, quizá siendo demasiado cariñoso, y si las miradas mataran Natalan ya estaría muerto y a diez metros bajo tierra. Porque la mirada que le dirigió Spreen... simplemente era demasiado intimidante, el castaño no se había dado cuenta por lo que seguía ahí pegado como chicle a Roier.

—Cambié de opinión— codeo a Roier quién dirigió ahora toda su atención a su querido amigo— Vámonos— asintió frenéticamente, lo cual a Roier le pareció tan tierno que sólo atinó a reír levemente y entrelazar su mano con la del pelinegro.

—Lo siento Natalan, nos tenemos que ir— se encogió de hombros y se deshizo del agarre del castaño, corriendo junto a Spreen fuera de aquella casa, directo a su carro para entrar e irse a la casa de Spreen pues era la que más cerca estaba. Teniendo en mente dejarlo en su casa y luego irse a la suya, sin imaginar que el destino no tenía planeado aquello


holaaa, mi cruz azul va perdiendo 😭😭😭, pero ajam, esta en medio tiempo y aprovecho, bueno eso es todo, baaaayyy.

 [Adaptación] Finjamos Ser Novios. 🍊🌷 {Sproier}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora