•Dulce semana•

(🍭) Día uno: Rodilleras.

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–Me sorprende que todos los días vengas a trabajar, jovencito– La anciana tira de la mejilla del chico con una dulce sonrisa –Los niños de hoy en día no quieren ni ir al colegio, tu vienes a las dos en punto todas las tardes–.

T/n le sonríe tembloroso a la anciana, su mejilla pidiendo piedad ante los dolorosos pellizcos –Necesito el dinero para algo muy especial, le agradezco por darme el trabajo siendo menor de edad–.

La señora se ríe con elegancia y niega –Gracias a ti, cariño, esta anciana ya no tiene paciencia para lidiar con clientes molestos–.

T/n le sonríe a su jefa y cuando escucha un tintineo se da la media vuelta, encontrándose con una madre y su hijo.

El trabajo en cuestión no es la gran cosa, T/n atiende a quienes entran a la tienda, repone los productos, hace un poco de trabajo pesado y se encarga de mantener limpio.

Consiguió el trabajo hace ya cuatro meses y puede permitirse ahorrar todo el salario.

Ya que aún vive con sus padres le alivia no tener que preocuparse por pagar otros gastos y solo concentrarse en los regalos para su novio.

La anciana muchas veces lo sorprendió encontrándolo sonriendo a la nada con amor al pensar en Tobio.

Es el primer San Valentín que pasará con una pareja y T/n quiere demostrarle a su novio cuánto lo ama.

T/n es joven, pero aún así está seguro que tendrá toda una vida junto a su bonito peliazul.

–¿Se le ofrece algo más?– T/n pregunta con una sonrisita amable a la señora.

–Eso es todo–.

T/n le cobra y hace cálculos mentales para sumar el dinero de esa semana al que tiene escondido debajo de su cama.

"Por ahora puedo comprar todo, excepto el regalo del último día".

Eso lo desanima un poco.

Tiene planeado darle un regalo a Tobio durante toda la semana, el presente del día de San Valentín es el más costoso y el que sabe que a Tobio más le gustará.

O al menos eso espera.

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T/n se detiene en la puerta de un local que vió por internet y sonríe al ver aquello que captó su atención en primer plano.

Las rodilleras que Tobio en repetidas veces le mencionó que quiere.

T/n no sabe si su novio las desea tanto por la marca, por lo famosas que son, por el color, por la calidad o qué.

Está seguro que son iguales que todas las demás, pero está bien, su novio es el experto y piensa conseguir lo que él quiere.

Entra a la tienda deportiva con ilusión y va directamente al mostrador, dónde un aburrido muchacho lo saluda sin ganas –¿Qué quieres?–.

"Grosero, ni siquiera el amigo rubio de Kags es tan maleducado".

–Quiero comprar las rodilleras que están allí– T/n apunta hacia el lugar y casi rueda los ojos al ver que el chico ni siquiera mira en la dirección que le señala.

–Ah, si… No están a la venta– Los ojos del chico se desvían un poco y luego vuelven a su teléfono como si nada.

"¿Que?"