🖤​❤️6. EL LADRÓN DE SOMBRAS VUELVE A ESCONDERSE EN EL ARMARIO (CON EL GATO)🖤​❤️

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—Diego, llevamos dos semanas y media y el gato no está por ningún lado —bufé mientras me llevaba por la calle—

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—Diego, llevamos dos semanas y media y el gato no está por ningún lado —bufé mientras me llevaba por la calle—. Tampoco estamos como para seguir buscándolo en mi condición.

Rodé los ojos. Lo habíamos buscado por todas partes: los parques y sus arbustos más ocultos, la entrada exterior a las alcantarillas, los callejones más hostiles de la ciudad... Nada. El condenado felino no salía.

—En algún momento aparecerá y nosotros estaremos ahí para rescatarlo de las garras del ladrón de sombras —respondió alegre, bailoteando.

—No me muevas tanto. —Le di un manotazo. Tanto traqueteo me aceleraba la respiración. Era similar a cuando Guille me agitaba los hombros en una de sus rabietas—. ¿Y qué es eso del ladrón de sombras?

—Ni idea. Me sonaba bien y lo he soltado. —Se encogió de hombros.

No estaba de humor ese día. Ni tampoco lo había estado los anteriores. Sabía que el chico intentaba ayudarme a salir del agujero oscuro en el que caía sin fin, pero no era mi estilo de vida. Ya no tenía fuerzas para quedar cada miércoles con unos amigos y cada finde salir de fiesta. Y no porque no quisiese. Añoraba hacerlo.

Me había presentado a los voluntarios que colaboraban con él. Fátima era tímida, pero agradable. Olaf venía de noruega y tenía un acento marcado. Era deportista y cuando quedaban para jugar a fútbol me invitaban como espectadora. Solo acepté una vez y porque Ana me acompañaba. Las dos teníamos en común la lectura y la tejeduría. Cuando se lo conté a Rosa, se pasó dos tardes enteras enseñándonos a hacerles gorros a todos para el invierno.

—Pues la próxima vez piénsatelo antes de soltar tonterías. —Me crucé de brazos.

Llamamos al timbre de un portal. Lo miré de reojo y percibí cierto dolor en su gesto. Me sentí como una horrible persona.

—Oye...

—No, tranquila. No pasa nada. —Sonrió. Sonó un chirrido y la puerta se abrió.

Una pareja de vecinos salía de su piso discutiendo acerca de un moroso que al parecer vivía en el ático contiguo al hogar del dueño de nuestro peculiar felino y por las tardes no paraba de bailar claqué.

La chica de las mariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora