26. 𝑳𝒐𝒔 𝒍í𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝑱𝒐𝒔𝒆𝒑𝒉.

79 13 1
                                    

Sábado.

Joe

—¡Eres un puto mentiroso! —me lanza la camiseta en la cara.

—Dime... ¿Qué pasa? Por favor —no entiendo nada.

—Dijiste que no estabas casado y allá está tu esposa buscándote —señala fuera de la habitación.

Al salir está Emma cruzada de brazos en mi sala. Sabe perfectamente que acaba de joder algo importante para mí.
Paso de ella para intentar detener a Gill, pero está muy herida, solo le ruego que por favor hablemos después. Y es real lo único que quiere Emma aquí es complicarme la vida.

—¿Qué diablos haces aquí? —reclamo y ella solo se ríe.

—Aun necesitamos aclarar un par de cosas, seguimos estando casados —responde.

—¿Qué quieres?

—Sabes Joe, no quiero vender el apartamento de New York —ruedo los ojos.

—Ya tenemos un acuerdo, Emma —niega con su cabeza.

—Yo no di mi última palabra —de su bolso saca unos documentos para dármelos —esas son mis nuevas condiciones, de lo contrario no firmaré el divorcio.

—Esto es ridículo —resoplo enojado.

—Agradece que no voy a alegar infidelidad, metes mujeres a la cama sin divorciarte —se dirige a la barra y revisa el paquete del domicilio —tu amante nos compró el desayuno, ¿Qué te parece si nos sentamos y negociamos?

—No voy a negociar contigo nada ya tenemos un acuerdo, lo único que tienes que hacer es firmar.

—Ok... habla con tu abogado —señala los documentos en mi mano —ahí están mis condiciones.

—No voy a darte más dinero —se encoge de hombros mostrándome que no le importa lo que acabo de decirle.

—A la próxima no les digas que eres soltero, pobre mujer —habla llena de sarcasmo mientras abre la puerta —nos vemos pronto.

Reviso los documentos y está cambiando todo lo que acordamos sobre la separación de bienes, creo tener idea de cómo supo dónde estoy viviendo, pero lo que no sé es que mierdas vino a hacer a Londres.

—Hola mamá —llamo a su teléfono, ellas tienen una buena relación y se lo manipuladora que es Emma.

—Hola hijo ¿Cómo estás?

—Bien... ¿hablaste con Emma?

—Si, hace unos días ¿Por qué? —claramente no tiene idea de sus intenciones.

—¿Le diste mi dirección?

—Dijo que necesitaba algunos datos para su abogado —respiro profundo.

—¿Le diste mi número de teléfono?

—No... solo me dijo que necesitaba tu dirección para cosas legales —responde con algo de culpa.

Strange Addiction - Joseph Quinn | Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora