Emilia
Miro la hora y veo que faltan unos tres minutos para aterrizar, escucho los altavoces decir que nos abrochemos los cinturones y levantemos los asientos.
Ya estaba acostumbrada a viajar, aún que lo odiaba. Cada seis meses desaparecía y se perdía rastro de mí. Cada vez un nombre nuevo, una identidad, una nueva vida.
Ahora mismo estoy llegando a Rusia, sí. Rusia, bueno, más bien Moscú.
Un lindo lugar, ¿no?
—Señorita, levante la mesa por favor y apague la computadora. —me regaña la azafata, asiento mientras un pequeño sonrojo aparece en mis mejillas y levanto mis manos en manera de rendición.
Cierro mi computadora y la guardo mientras subo la mesa. Estaba haciendo algo importantísimo. Estaba hackeando la computadora de mi padre, necesito sobrevivir. No soy una hacker muy profesional, pero he hecho cursos que me hicieron mejor. El contenido que está aquí es muy delicado y peligroso, no puedo solo contratar a alguien y que se meta aquí y descubra todo lo que está metido aquí. Aunque me tarde 7 meses más, no dejaré que nadie toque esto.
Con eso siento como todo el avión empieza a bajar y cuando toca el piso empieza a temblar, cierro los ojos esperando que se acabe.
Cuando la voz de la azafata resuena por todo el lugar, se que ya llegamos y ya podemos bajarnos. Estaba en el primer asiento así que rápidamente me apuro a bajar después de agarrar mi mochila en un solo hombro y en mi otro brazo mi campera.
Era una época de frío aquí así que después de salir, el aeropuerto tenía calefacción así que no hacía tanto frío.
Voy donde están las valijas y busco la mía, cuando la encuentro, la agarro y procedo a ponerme mi campera, guantes y un gorro. Salgo y siento como todo mi cuerpo tiembla y se congela.
No era tan frío como decían. Bueno, o no se, joder, tener un veneno que te hacía anticuerpos sorprendente. Sentía hasta calor y eso me hizo temblar. Recordar lo que pasó esa noche, lo que me hizo, lo que me hicieron, joder, no puedo.
Llamo a un taxi y lo tomo.
—¿Habla inglés? —pregunto en ruso, sabía como presentarme y preguntar ciertas cosas, como eso. Espero su respuesta con una gran sonrisa.
—Sí, hablo. ¿Eres nueva en el país? —El taxista ya se veía grande y barbudo. Tenía una barba de varias semanas, su pelo era corto negro con muchas canas, sus ojos marrones y su nariz era fina y pequeña. Tenía cuerpo robusto.
—Si, ¿se nota mucho?
—No tanto, pero como me pregunto si sabía inglés lo supuse. Tengo buenas corazonadas al veces. —Asiento. Le doy la dirección a mi nuevo edificio, era en un lugar un poco lejano a la ciudad y peligroso, nadie pensaría que estaba aquí.
El camino fue silencioso, algunas veces pasábamos por calles importantes y me explicaba lo que pasó ahí y porque era tan importante.
Cuando llegamos le doy un poco más del precio acordado, ya que me explico cosas de la ciudad y ahora se como guiarme. Tenía una buena memoria fotográfica.
—Muchas gracias, señorita. Esta es mi tarjeta cuando quiera ir a cualquier lugar, dígame que la llevo con gusto. —Sonrió mostrando mis dientes y hago un gesto de molestia.
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Jugando con fuego
RomanceEl veneno cada vez empeoraba y ella solo quería vivir, por su padre. Escapaba más lejos cada vez para que no pudiera atraparla, pero se preparaba para cuando la atrapara. Al irse a vivir a Rusia nunca pensó en conocer a gente nueva o hacerse amigos...