Capítulo catorce

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Emilia

Sus manos recorrían mis muslos y yo solo jadee al sentir sus ásperas manos. Amasan un poco mis muslos y él hace un gesto tocando mis piernas para abrirlas.

Esto esta mal, muy mal, pero obedezco abriéndolas haciendo que mi humedad crezca y empiece a chorrear por mi agujero manchando sus pantalones.

—Lo si-ento, manche su panta-lón. —digo en cada suspiro. Siento como suelta mis muslos y una de sus manos hace que me apoye en su hombro dándole acceso directo.

—Joder, se volvieron mis favoritos. —Joder, si él seguía diciendo este tipo de cosas terminaría muy enamorada... bueno, ya lo estoy. Todos los días pienso en él, al despertar, al irme a dormir, en mis sueños, en mis mañanas, tardes y noches. Siempre su rostro y nombre estaban en mi cabeza como si fuera lo más preciado que podría recordar.

Mi jefe empezó a acariciar la parte inferior de mis muslos y yo traté de soportar para que mis piernas no se juntara o para no gritar.

—Quiero que grites. Así que abre esa boquita y grita todo lo que quieras. Que todos se enteren que soy el único en hacerte sentir esto —Asiento haciéndole caso. Él agarra mis manos y me hace un ademán para que las sostenga. —. Si llegas a dejar de sostenerlas, tendrás un castigo severo y rudo, y no seré bueno. ¿Okey, linda? —¿Quién se cree? Bueno, se cree porque es la persona que ahora te está apunto de meter los dedos y darte tu primer orgasmo.

—¿Puedes ser bueno? Es mi primer orgasmo.

—Okey, linda. Seré cuidadoso. —Con eso su mano hace contacto con mis labios superiores, pero no se mete en ellos. En esta pose podría ver todo lo que hacía y lo que no. Gimoteé al ver que quería jugar conmigo.

—Por... favor, Dexter. —El sonríe mientras niega sonriente.

—Déjame jugar contigo. —Asiento aunque no sea una pregunta. Él sigue acariciando y yo solo me sigo mojando. Muerde mi cuello y después deja suaves besos y lamidas húmedas que me hacen contraer mi vagina varias veces.

Mis piernas pedían que se cerraran pero las mantenía abiertas como el me dijo.

Mis caderas empezaron a moverse hacia él y cuando lo hacía podía sentir su erección en mi trasero. Gimo fuerte y claro y él jadea.

Sigo moviendo y él no espera más. Toca con la palma de su mano mi intimidad y sin esperar la empieza a mover rápido, muy rápido.

Jadeo mientras mi cuerpo se remueve en sus brazos.

Sentía una presión rara en mi estómago, era intensa, pero placentera en algún momento, pero era pesada y extraña.

—Vamos, nena, córrete. —¿Cómo córrete? ¿Quiere que me corra ahora.

—¿Quieres... que... me mueva?—Siento como su erección crece y crece.

—No, joder, correrte es llegar a tu orgasmo. —Lo mire poniendo de costado mi cabeza para verlo. él me ve y me besa. Sus labios estaban suaves y mojados. Le sigo el beso como puedo.

Se separa y deja de tocar mi humedad. Frunzo el ceño y lo miro enojada.

—Voy a meter uno de mis dedos, ¿si? —Asiento sin poder hablar.

Jugando con fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora