Ese mayordomo, contratista.

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Sebastian, después de su encuentro con Caroline, anduvo por las calles de los ángeles hasta llegar a un lugar un tanto peculiar, donde se encontraba el depósito de cadáveres de la policía forense. Michaelis estaba dispuesto a investigar e indagar todo lo posible en el caso, simplemente por curiosidad y por saber si sus deducciones son las correctas, ya que todo lo que envolvía a este caso le resultaba familiar, y el hecho de que estuviera un Shinigami como Undertaker cerca le perturbaba demasiado.

Decidido, entró como una serpiente escurridiza, esquivando cualquier alarma, siendo invisible para cualquier guardia de seguridad. Él simplemente podía hacer eso.

<<Uf, cuántos cascarones vacíos>> pensaba entrando en la morgue y tapándose la nariz, ya que le molestaba el olor que producían los cuerpos sin alma, estuvieran en estado de putrefacción o no.

-Que tenemos aquí... Así que tú eres Sophie... Pobrecita, apenas te queda rostro... En vida hubieras tenido cierto potencial... Pero ahora ya... Es una lástima. Para los demás, a mi me da igual jajaja. -Comenzó a hablar solo en voz baja mientras analizaba el cuerpo de Sophie exhaustivamente.

-Mierda... -sus ojos demoniacos se tornaron rojos brillantes. -No puede ser... -continuaba rechistando mientras se iba rápidamente, como si se teletransportara, apenas en un parpadeo, a examinar otro cadaver. - maldito Shinigami... - susurraba entre dientes e iba de un cadaver a otro hasta terminar de revisar todos los del caso. -Sabía que eras tú. -Finalizaba.

<<Para que querrá ahora este Shinigami demente toda esta sangre??>> Pensaba una y otra vez Sebastian. Según su lógica ya no necesitaba recolectar más sangre dado que ya no quedaba ningún Phantomhive vivo en este mundo.

En ese momento una sensación extraña recorrió todo el cuerpo de Sebastian, haciendo que se le afilaran los dientes y se le erizará la piel. Una sonrisa demoniaca se le dibujó en su rostro. Su lengua se deslizó en sus labios. Sabía perfectamente de lo que se trataba. Y esa sensación le gustaba al punto de causarle cierto éxtasis. Algo parecido a un orgasmo.

Por otro lado, Caroline, después de una larga taza de café junto a Sebastian, un café de cuatro horas para ser exactos, bastante cortas para ella gracias a la compañía de Sebastian, queriéndola cautivar con bellas y picantes palabras, por fin lleg...

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Por otro lado, Caroline, después de una larga taza de café junto a Sebastian, un café de cuatro horas para ser exactos, bastante cortas para ella gracias a la compañía de Sebastian, queriéndola cautivar con bellas y picantes palabras, por fin llegaba a casa. Sacó sus llaves y se dispuso a abrir la puerta. Justo al hacer eso tan simple, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, una muy mala sensación, un mal augurio.

-Ya estoy en casa! -Gritó al entrar.

No había respuesta alguna. Parecía que no había nadie en casa.

-Hola? Mamá? Amber? -Preguntaba Caroline mientras investigaba despacio la entrada de la casa, la cual estaba inundada por un silencio absoluto y abrumador.

-No tiene gracia... Ya sabéis que no me gustan estas bromas... -Continuaba andando por la casa.

-Dónde estáis? Por favor... -volvía a preguntar mucho más nerviosa por no obtener ningún tipo de respuesta.

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