*ring, ring, ring*
El teléfono sonaba sin cesar, ese sonido tan desesperante resonaba en la habitación de el inspector Alan Dyvain, haciendo que se despertara de su profundo sueño, inquietándolo por completo en la oscura noche, a penas eran las 4:30 de la madrugada.
-Alan Dyvain, dígame? -Respondió preocupado.
-Señor, soy Will Brown. Es urgente. Debería venir inmediatamente a la morgue de nuestro forense... Esto no le va a gustar en absoluto... -Contestó Will al teléfono.
-Ahora mismo voy. -Dijo Dyvain colgando la llamada y levantándose automáticamente de la cama para cambiarse y dirigirse hacia allí.
Condujo con rapidez, había poco tráfico, haciendo que este llegase en un santiamén.
-Buenos días, que ha sucedido...? -Preguntó Alan alterado.
-Señor... Nuestro forense nos ha comunicado algo realmente fatídico para nuestra investigación... -Respondía Will.
-De qué se trata? -Volvía a insistir agitado.
-Pues verá... Los cadaveres de Claudia Anderson y su hija Amber han desaparecido... -Afirmó su ayudante Will. -Es más, no tenemos ningún indicio de quién podría estar detrás de esta desaparición... -Terminó Brown.
Al escuchar tal afirmación, Dyvain se paralizó por completo. Pareciéndole surrealista todo lo que estaba sucediendo en su ciudad. Los malditos Ángeles.
Por otro lado, unas pocas horas más tarde, los primeros rayos de sol de la mañana entraban por la habitación 502 del hotel cecil, Caroline poco a poco fue despertándose, creyendo que todo lo vivido era una terrible pesadilla, pero eso no era así, era la triste y cruda realidad, más aún, dándose cuenta de Sebastian, el mismísimo demonio, durmiendo plácidamente a su lado, dudaría en ese momento cualquier persona que supiera su verdadera naturaleza de que él no fuera realmente humano viéndolo dormir. Incluso parecía un hombre bueno. Era una compañía completamente extraña que le provocaba un sentimiento realmente diferente, nunca antes había vivido una sensación así, sabía que era él un vacío abrumador. Pero en el fondo de su corazón creía que en ese lugar tan oscuro y profundo, a lo lejos, todavía quedaba una luz tenue. Eso sentía, a lo mejor, estaba equivocada. Igualmente se tendría que conformar con su compañía hasta el final de sus días, su única compañía.
-Oh, lo siento señorita, hacía demasiado tiempo que no dormía tan plácidamente y he fallado como mayordomo, me he despertado después de usted, es una falta de respeto. -Dijo Sebastian despertándose sobresaltado y avergonzado.
-Disculpa? Mayordomo? Creo que nunca pedí tal cosa. -Preguntó Caroline confundida.
-Ah no? Discúlpeme entonces, ese era mi antiguo trabajo... Trabajaban de mayordomo para la última persona con la cual hice un contrato... Me he confundido entonces... ¿Que papel quieres que desempeñe entonces? -Respondió pensativo.
-Simplemente, cumple mis órdenes y acompáñame hasta cumplir mi venganza... Nada más... Y por curiosidad ¿Podrías hablarme de tu antiguo dueño? -Preguntó Caroline inundada por la curiosidad. Ambos volvieron a tumbarse en la cama.
-Normalmente me olvido de los humanos que hacen un contrato conmigo... Pero el último no fue hace mucho... Hace treinta y cinco años aproximadamente... Era un chico, mejor dicho, un niño, y odiaba que lo tratasen como tal... Mucho más joven que tú. Pero igual de inteligente que usted señorita... -Contestó Sebastian.
-Vaya... Siendo un niño tuvo que pasar por calamidades para invocarte... ¿Recuerdas como se llamaba? -Continuaba Caroline.
-Por supuesto, su nombre era...-Sebastian hizo una pausa para pensar bien su respuesta. - Bueno, lo llamaban Ciel, Ciel Phantomhive. -Respondió.
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Ese mayordomo, encantador.
FanfictionEsta historia es la continuación de "Ese conde, perverso". Todos los personajes pertenecen a Yana Toboso menos Claudia Rose, Karla Miller, Caroline Anderson y Amber Anderson. Contenido sensible y contenido NSFW.