Loving and fighting, accusing, denying I can't imagine a world with you gone The joy and the chaos, the demons we're made of I'd be so lost if you left me alone
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Para el entierro de su esposa, Richard organizó algo íntimo, justo como ella lo hubiese querido. Era un día muy soleado, fresco, excepto para el castaño de pie frente al ataúd de su amada, sosteniendo una rosa blanca y luchando para dejarla ir, no solo en cuerpo sino también en alma y con ello, atesorar los recuerdos que acumularon en el tiempo. Ya no tenía lágrimas para derramar, todas las había dejado en aquella habitación en el hospital, en la recamara que ambos compartían, en la tela de su pijama favorita que aún conservaba su olor natural; no deseaba volver a su morada porque ya no era un hogar, eran solo paredes.
—No sé qué haré sin ti... nunca me había sentido tan solo...—Besó la rosa que llevaba en su mano— Nos vemos en otra vida, supongo. Será una cita.
Dejó la flor sobre el ataúd y se dispuso a tomar asiento, un sacerdote estaba preparando su típico discurso bíblico antes de sepultarla. Christopher y Joel estaban allí tomados de la mano, tratando de darle todo el apoyo posible al castaño, también Lisa quién decidió sentarse al lado de este para abrazarlo lo más que pudiese.
A lo lejos, un vehículo negro atrapó la atención de los dolientes.
—¿Quién es? —Preguntó Christopher a su esposo en un tono bajo.
—Creo que es Zabdiel.
Solo ese nombre bastó para que su corazón se disparara, su mirada no se despegó del auto hasta que lo vio salir de el. Lucía un elegante e impecable traje negro, su cuerpo estaba más fornido de lo usual y eso se podía notar. Taylor bajó del lado del copiloto y abrió la puerta trasera dejando salir a una pequeña que no dudo en tomar la mano de Zabdiel. Los tres se acercaron al sepelio, yendo directamente hasta Richard.
—Hola tío Rich— Saludó la pequeña al castaño, siendo recibida con un fuerte abrazo por parte de este. La verdad, de todas las personas que lo habían abrazado aquel día, ese fue el abrazo que más lo llenó de paz y tranquilidad, el más sincero. Adoraba a esa pequeña.
—Hola Mia ...
La pequeña se separó del castaño y le tendió una hermosa margarita, la cual Richard recibió —Mamá me dijo que Yocy se fue a cuidar otros ángeles al cielo.
—Así es, peque —Respondió reprimiendo las ganas de llorar.
—Lo siento mucho, Richard—Taylor interrumpió a la inoportuna de hija. Richard se puso de pie para recibir el abrazo de la rubia—Estoy aquí amor, siempre voy a estar aquí—Le susurró.
—Gracias Taylor.
Luego fue el turno de Zabdiel de abrazar a su mejor amigo con todas sus fuerzas. Ambos se abrazaron muy fuerte, para Zabdiel, Richard era como un hermano al que siempre recurría cuando no podía más y claro, era reciprocó.
