𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐎

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"Dicen las estrellas que los fugaces somos nosotros"

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Donna siempre había estado sola, su única compañía fueron sus padres y las flores del invernadero detrás de su mansión. Había sido excluida de la sociedad desde que era una niña que dejó de intentar agradarles.

Muchos la habían repudiado, ofendido y humillado mientras crecía, sus padres siempre la defendieron junto con Atenea, la mejor amiga de su padre y la esposa de Miranda.

Atenea era una de las razones por las cuales aceptó convertirse en jerarca cuando Miranda se lo propuso, era como una segunda madre y la única persona cercana que le quedaba.

Así que si en ella podía volver a tener a la pequeña hija que perdió, ella estaría complacida de ofrecerse como recipiente; Miranda le prometió que haría que la cicatriz en su rostro desapareciera, pero por el contrario su ojo desapareció bajo un bulto de carne con pequeños zarcillos.

Donna estaba asqueada y molesta, decepcionada de que le hayan mentido y la dejaran en un peor estado, cuando Atenea se enteró hizo que Miranda se disculpara, Donna lo aceptó cuando noto el arrepentimiento sincero en la mujer. Atenea se quedó a su lado por meses e ignoró a Miranda durante el mismo tiempo, eso le hizo gracia.

La mujer a la que todo el pueblo respetaba y temía siendo ignorada y reprendida por su esposa era único de ver, Angie había cobrado conciencia de sí misma y hacía que su vida fuera menos gris.

Era verdad que Donna estaba decepcionada por su nuevo aspecto, pero Atenea seguia tratándola como siempre y era lo único que pedía. No estaba completamente sola, pero siempre le falto algo.

Siempre estaba presente el vacío en su pecho y no creía que alguien o algo lo pudiera llenar en algún momento, todos le temían, aunque fuera por distintas cosas. Nadie se acercara a ella lo suficiente como para llenar ese hueco.

— ¡Donna, tenemos visitas! — Anunció Angie desde el otro lado del pasillo — Es una chica muy hermosa, ven a ver — La muñeca tironeo de su dueña que la miró estupefacta.

— ¿Qué? — Su voz apenas un murmullo lleno de pánico — Nadie debería estar aquí, es territorio de un jerarca — Chilló casi hiperventilando.

La muñeca le dio un golpe en la nuca mientras se escuchaba el ligero llamado a la puerta principal. Donna entonces sintió la presencia de la joven fuera de su mansión, habían intentado asesinarla incontables veces, pero esta era la primera vez que el asesino tocaba primero a su puerta.

Angie corrió escaleras abajo sin esperar que Donna le diera el visto bueno a la inesperada visita. La jerarca caminó con incertidumbre detrás de la muñeca que ya se encontraba frente a la puerta abierta. La mandíbula de Angie estaba abierta con impresión y una dulce voz llegó hasta los oídos de Donna.

Un escalofrío recorrió su espalda y su cuerpo se detuvo, con el sonido de los latidos de su corazón resonando en sus oídos y un sentimiento de reconocimiento que no había sentido nunca.

— Señorita Angie, es un gusto conocerla — La joven mujer le extendió una flor que la muñeca tomó con cuidado — Me llamo Asteria Sinclair y me gustaria trabajar para la jerarca Beneviento —Su brillante sonrisa deslumbró a Donna.

𝐌𝐨𝐫𝐢𝐫𝐨̀ 𝐝𝐚 𝐑𝐞 | 𝐃𝐨𝐧𝐧𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐞𝐯𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora