❝ Bebé, tú y yo somos una fantasía retorcida
Conectados de manera diferente, de una energía caótica ❞
| 𝐃𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐖𝐚𝐧𝐝𝐚 llega al infierno y después de diversas aventuras queda plenamente enamorada del demonio de la radio ignorando las múltiple...
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LA CHICA MIRABA CON ATENCIÓN por el ventanal de su nueva habitación el pueblo; el lugar tenía un toque antiguo y elegante, mientras que los residentes siempre estaban sonriendo y eran amables entre ellos. Ignorando el hecho de que son caníbales, parece ser un lugar agradable.
Se estaba empezando a acostumbrar, apenas habían pasado dos semanas desde su llegada al infierno y pudo aclarar los malentendidos con Rosie. Lo único que la tenía inquieta era el hecho de no poder salir, ya que la elegante mujer le prohibió andar por las calles del infierno diciendo que era por su seguridad.
¿Acaso tiene que temer de algo?
— ¡Linda! ¿Qué te he dicho sobre estar en la ventana? Alguien te puede ver, ten cuidado, por favor. — Rosie entró a la habitación alterada, nunca era grosera con Wanda, pero sí exigente.
— Lo lamento, es sólo que tengo mucha curiosidad.
La caníbal suspiró. — No te pierdes de nada, lo único que encontrarás será a demonios queriendo tu alma. Podrás salir cuando entiendas el peligro del infierno; quizás aquí es agradable, pero en las otras zonas del pentagrama solamente hay pecadores sádicos que no dudarán en hacerte daño.
Wanda intentó sonreír, quizás tenía razón y quería protegerla. — ¿Esas son rosas? — Cambiando de tema se concentró en la canasta que cargaba la caníbal.
— Te venía a regalar una, toma. — Con algo de brusquedad le entregó la flor.
La chica se quejó al sentir como las espinas lastimaban su piel, miró su mano y estaba sangrando.
— Gracias por el regalo. — Intentando ignorar el accidente prefirió dejarla sobre su mesita de noche.
¿Por qué no se estaba regenerando?
Rosie miró con atención como varias pequeñas gotas de sangre caían sobre la alfombra. — Interesante. — Murmuró para sí misma. — Hoy tengo una visita y debo de tener todo en orden así que me voy. Franklin traerá tu almuerzo, no salgas, ¿vale? Vendré a visitarte en la noche, cuídate. — Rosie abrazó a la chica, le dió una última mirada a su mano —la cual seguía sangrando— y salió con prisa del lugar.
