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Sunghoon despertó con el pie izquierdo, se arregló y desayuno de mal humor

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Sunghoon despertó con el pie izquierdo, se arregló y desayuno de mal humor.

Se despidió de su madre con un simple movimiento de cabeza y cuando sus pies se detuvieron, ya estaba frente a la cafetería en donde trabajaba como barista, un profundo suspiro escapó de sus pulmones, preparándose mentalmente para el agotamiento físico y mental que solo empeorarían su estado de ánimo.

Entro directamente al área de la cocina en donde había algunos casilleros para que los empleados pudieran guardar sus cosas, metió su mochila dentro de su taquilla y sacó su mandil negro, acomodando su corbata y peinando sus cabellos una última vez antes de comenzar a acomodar las mesas y abrir el lugar.

Normalmente era su jefe, Heeseung, quien se encargaba de esto, pero el había tenido que viajar de imprevisto porque uno de sus familiares enfermo de gravedad, dejando a Sunghoon a cargo, y si no fuera porque habría más paga, Sunghoon se hubiera negado rotundamente.

Estaba terminando de encender las máquinas de café cuando el tintineo de la puerta se hizo presente, Heeseung había colocado una pequeña campana en la puerta que emitía un muy bajo tintineo que les avisaba que alguien estaba entrando al establecimiento.

Sunghoon ni siquiera tuvo que girarse para saber de quién se trataba, su peor pesadilla acababa de llegar; Park Jay. A veces se sentía fuera de lugar, todos parecían tan felices con el chico a su alrededor, estaban encantados con el, mientras Sunghoon sentía que vomitaría arcoíris cada que le veía, quería rebanarse las orejas cuando escuchaba sus frecuentes cumplidos y su molesta voz, no había un solo segundo del día en el que Jay no estuviera sonriendo y eso de alguna manera le enfermaba, al igual que le provocaba desconfianza, ¿qué maldita persona en el mundo sonreía todo el tiempo?

—¡Hola Sunghoon!, ¿cómo va
tu día? —. Mal, y se ha puesto peor cuando llegaste.

Aclaro su garganta y aún sin verle a la cara, respondió. —Terrible, no sé por qué te empeñas en hacerme la misma pregunta diariamente, la respuesta siempre será la misma: terrible, todos mis días son horribles.

—Espero que algún día puedas decirme que tuviste una linda
mañana —. Y ahí va de nuevo, Sunghoon ni siquiera se inmutó cuando Jay se colocó a su lado y dió golpecitos en su espalda a modo de consuelo. —Todos tenemos días malos Sunghoon, no te preocupes, ¡ya verás que mañana será mejor!

—Mjmm.

Sunghoon no le vió, pero sabía que Jay le había sonreído antes de alejarse para dejar sus cosas y colocarse su mandil.

En menos de media hora las personas habían comenzado a llegar, en su mayoría mujeres adolescentes y en realidad había una explicación para eso, el café y postres no eran malos, pero tampoco de otro mundo, Sunghoon no quería sonar como un egocéntrico o algo así, pero las personas en su mayoría venían a verlo a el.

No sabía por qué, no era una persona alegre, trataba a los clientes con amabilidad, pero no sonreía ni algo por el estilo, esas chicas parecían emocionadas sólo con verle respirar, y no era solo con el, Heeseung y Jay también tenían bastantes admiradores.

Jay era el centro de atención, casi como una atracción turística en la ciudad, la mayoría de personas que venían terminaban volviendo al día siguiente o días después para ver a Jay, no sólo eran mujeres, el chico era... Tierno, sonreía, le daba cumplidos a todo el mundo, era un caballero, pero era algo sensible y delicado, por eso conseguía llamar la atención de los hombres también.

Y su jefe, bueno, alguien de veintisiete años, alto, con músculos, atractivo, elegante y con un negocio propio, por supuesto que era popular entre las mujeres de todas las edades, además, Heeseung tiene una personalidad extrovertida, varía entre lo amigable y coqueto, tenía fascinadas a las clientas, con una simple sonrisa parecía ganar cinco nuevas admiradoras.

Había escuchado a algunos llamar a este lugar “la cafetería de las bellezas” la gente venía a beber café y a poner en práctica todas sus habilidades de coqueteo. Sunghoon había tenido que soportar desde recibir pequeños papeles con números telefónicos junto con la propina, hasta alguna que otra loca colgándose a su brazo y agradeciéndole por su “fantástico trabajo” cuando a duras penas y había traído unas tazas de café a la mesa, sin sonreír, de hecho, con esa clase de personas ni siquiera se tomaba la molestia de dar los buenos días o de dar un trato amigable, con el propósito de que no volvieran —Cosa que obviamente nunca funcionaba— el trabajo no era desgastante o pesado, las personas sí.

Nuevamente soltó un suspiro y se preparo mentalmente para salir de la cocina, no había que hornear más postres así que ya no tenía una excusa para seguir escondiéndose.

Salió dirigiéndose a la caja registradora, solo había tres mesas ocupadas, dos de ellas ya tenían sus pedidos y la tercera la estaba atendiendo Jay.

—¡Buenos días, ese cárdigan azul te sienta muy bien!, ¿qué puedo servirte hoy? —. La chica sonrió casi enternecida por el cumplido y Sunghoon no pudo evitar sonreír de lado mientras sacudía la cabeza, era increíble que Jay logrará hacer sentir cómodos a todos con su presencia en menos de un minuto.

La chica hizo su pedido después de agradecerle por el cumplido, Jay le dijo que no era nada y comenzó a caminar en su dirección, Sunghoon se preparo para hacer el pedido.

—Un latte de vainilla con leche de almendra y una rebanada de pastel de chocolate —. Jay murmuró y Sunghoon asintió.

—Bien, ve por la rebanada y yo preparo el café —. Sunghoon musitó, tratando de no sonar muy brusco, había despertado de mal humor, pero sabía que si le hablaba golpeado a Jay lo dejaría llorando, el chico era sensible, demasiado sensible.

Sunghoon lo había visto llorar una infinidad de veces, la más reciente fue porque entabló una conversación con una clienta y ésta le contó que su mascota había fallecido, los dos terminaron llorando en una de las mesas al fondo, llamaron tanto la atención de los demás que Sunghoon se vió obligado a acercarse para tratar de calmarlos.

—Listo, ¿terminaste ya
Sunghoon? —. La infantil
voz le saca de su ensoñación
y asiente, con la taza de
café frente a el.

Jay se acerca con una charola más grande, observa la taza y olfatea de manera leve el olor que el café desprende. —¡Buen trabajo Sunghoon, huele muy bien! —. Felicitó, colocando la taza sobre la charola en donde ya estaba la rebanada de pastel también.

Cuando Jay le dió la espalda, Sunghoon soltó un bufido, por supuesto que el café que preparaba olía bien, sabía bien y ni hablemos de lo bonito que se veía en esa taza con un color mate. Sunghoon no necesitaba esos cumplidos molestos, sabía que su trabajo era bueno.

¡Nuevo fic! ^^

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¡Nuevo fic! ^^

Anteriormente les pregunté si les gustaría algo con el sungjay y varios
me dijeron que sí asi que aquí estoy,
espero les guste mucho. <3

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