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Los días pasaban con rapidez y todo transcurría con normalidad, Sunghoon soportaba los constantes halagos e invitaciones a salir, pero había algo que no podía sacar de su cabeza

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Los días pasaban con rapidez y todo transcurría con normalidad, Sunghoon soportaba los constantes halagos e invitaciones a salir, pero había algo que no podía sacar de su cabeza.

La lista de Jay.

Aunque sólo la había visto unos segundos, eso fue más que suficiente para que la curiosidad lo consumiera, ha estado tratando de averiguar para qué es la lista, pero todas sus teorías son algo... Tontas, así que no se confía de ellas.

Y entre más ve al chico escribiendo en la dichosa libreta con stickers de gatitos, más va en aumento su necesidad de saberlo.

No entendía el por qué de su comportamiento, odiaba meterse en los asuntos de los demás y detestaba con todo su ser que las personas le hicieran parte de sus problemas o conflictos, nunca le interesaba saber la más mínima cosa de alguien, era un fiel partidario de que cada quien podía hacer con su vida lo que quisiera y los demás no tenían en el derecho de inmiscuirse en ella.

Pero ahora, se sentía patético cada vez que sus ojos se desviaban hasta la libreta todas las veces en que Jay la sacaba de su mandil.

Pasa el sucio trapo por la misma mesa por décima vez consecutiva, distraído en sus pensamientos hasta que siente el pequeño cuerpo de Jay posarse a su lado, después de tanto tiempo trabajando juntos Sunghoon sentía su presencia incluso sin necesidad de voltearse a ver.

Bueno, podía incluso sentir su curiosa mirada, no se molesto en prestarle atención, continuando con su trabajo para poder cerrar la cafetería.

—Sunghoon, ¿está todo bien? —. Por la cercanía de su voz, Sunghoon deducía que estaba detrás de el, pero mantenía la suficiente distancia como para no invadir su espacio personal. No lo diría en voz alta, pero agradecía ese gesto.

Por fin detuvo sus movimientos y encaró al chico con su habitual expresión seria. —Todo está bien, ¿porqué la pregunta?

—Bueno, no trato de suponer nada, pero estos días creo que has estado viendo mucho mi libreta, he notado tu mirada sobre ella —. Sunghoon quiere darse la vuelta para ocultar su vergüenza, bien, ahora sí que se veía patético.

Contuvo sus expresiones, tratando de no delatarse se mantuvo en silencio, esperando que Jay continuará y así lo hizo.

—Pensé que tal vez te gustaba así
que... —. Jay deja la frase a medias pero su mirada se dirige hacia su mandil, metiendo la mano mientras Sunghoon sigue todos sus movimientos.

Ahora sí que quiere apartar la mirada cuando Jay saca una libreta exactamente igual a la suya, pero de color negro. —Yo, uhm, me tomé el atrevimiento de comprar una para ti.

Sunghoon quiere hablar, pero Jay lo interrumpe como ya es su costumbre. —¡Oh, falta lo más importante! —. Quiere preguntar, pero Jay ya está metiendo la mano en su mandil de nuevo.

Ruega al cielo que la tierra se lo trague cuando Jay saca unos stickers de gatitos. —Puedes ponérselos tú, no sabía cuáles te gustarían.

Por alguna extraña razón, su ritmo cardíaco se acelera cuando ve las mejillas rojas de la máquina de cumplidos.

A regañadientes, acepta la libreta y stickers, conteniendo la pequeña sonrisa que quiere formarse en sus labios al ver un sticker de un gato con una taza de café y un gato comiendo pastel.

Eran stickers que tenían que ver con la cafetería. Debía admitirlo, es un lindo detalle, cursi, horriblemente vergonzoso y empalagoso, pero lindo a fin de cuentas.

—Mm, gracias Jay —. Agradece en voz baja y observa a la perfección la sonrisa de oreja a oreja que aparece en el rostro contrario.

—¡Oh, no agradezcas Sunghoon! Lo hice con gusto, fue divertido buscar los stickers —. El está tan feliz que le hará sentir una culpa inaguantable si no pone los jodidos stickers en la libreta.

Hace una nota mental para encargarse de eso al llegar a su casa ya que ahora tenía que atender a alguien que acababa de entrar, cinco malditos minutos antes de cerrar.

Estaba listo para correr a ese
chico, pero Jay dirigió su vista hacia el mismo lugar y coloco una de sus manos en su pecho para detener su andar. —Déjalo Sunghoon, estás agotado, yo me encargo.

Quiere negarse, pero es verdad, está exhausto de lidiar con gente toda la mañana, simplemente continúa con su tarea de limpiar las mesas, viéndose casi obligado a mantener un ojo atento a las acciones de Jay, si el chico se ponía pesado, tendría que intervenir.

—Hola, lo lamento muchísimo, pero ya estamos cerrando, puedes venir mañana temprano si gustas —. La voz chillona ya no le resulta tan molesta como antes, pero aún hay algo en ese tono que lo hace querer no verlo a la cara.

Ve al chico listo para iniciar una discusión, pero cuando su mirada de encuentra con el rostro de Jay, su furia parece desvanecerse en segundos.

—La magia de ser bonito —. Sunghoon murmura en voz baja, siendo el único que puede escuchar el susurro.

Detiene sus movimientos nuevamente y analiza lo que acaba de decir, ¿el llamo “bonito” a Jay? No, no lo hizo, de ninguna manera.

Bueno, ¿tal vez?

—Uh, de acuerdo, tú... ¿Estarás mañana? —. La voz coqueta del desconocido le obliga a prestar atención a la conversación de nueva cuenta, odiando la estúpida sonrisa que esboza Jay antes de asentir.

—Por supuesto, estoy aquí toda la semana, excepto los sábados y domingos, será un placer atenderte mañana —. El hombre parece satisfecho con su respuesta y se pone de pie para salir del local.

Cuando Jay se da media vuelta, accidentalmente hace contacto visual con Sunghoon, se queda quieto y habla tan bajo que Sunghoon apenas puede escucharlo. —Oh, Sunghoon, ¿estabas escuchando? Gracias por estar al pendiente.

Finge no notar ese rubor rosado que ya es costumbre en Jay y asiente, limpiando una mesa que en realidad ya no está sucia. —De nada, aunque es algo que tengo que hacer, no puedo dejar que alguien simplemente te ataque, por cierto, ¿tenías que sonreírle de esa manera?

La expresión feliz en el rostro contrario desaparece, agachando la cabeza como un cachorro triste y Sunghoon quiere decirle que no lo dijo con esa intención, pero las palabras no salen de su boca. —Oh si, lo siento, pero decir las cosas con una sonrisa amable lo hace mucho más fácil, hay menos probabilidades de que el cliente este molesto.

Eso es algo que Sunghoon ya sabe, no entiende por qué ha hecho ese comentario tan grosero, pero ya lo hizo y su estúpida boca no se abre para pedir una disculpa.

Observa como Jay camina hacia la parte de la cocina seguramente para quitarse el mandil y sólo puede golpearse la frente con la palma de su mano mientras lo ve desparecer de su vista. —Idiota, idiota, ¿porqué le dijiste eso? —. Se regaña a sí mismo y acaba de limpiar rápidamente para seguir a Jay hacia la cocina.

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