2. El trato.

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Jungkook sabía que no tenía más trabajo que subir la torre en busca de refugio. Cauteloso, utilizó una flecha, hábilmente insertándola en los diminutos huecos entre los ladrillos, aprovechándola como apoyo para su ascenso. Sus botas, diseñadas para evitar resbalones, facilitaron la tarea de pisar con firmeza, aunque la altura le provocaba cierto vértigo. A medida que ganaba altitud, el viento incrementaba su intensidad, desafiándolo en su trayecto. No obstante, logró llegar ileso, finalmente alcanzando la cima al deslizarse por una pequeña ventana en la cúspide.

Estaba exhausto, pero lo crucial era tener el bolso con la corona. Dudaba de que alguien lo descubriera en esa torre tan oculta. Se giró hacia la ventana, admirando lo que había ascendido, cuando un golpe fuerte lo dejó inconsciente en el suelo.

Jimin, con la sartén que solía usar para hacer huevos cada mañana, impactó contra él. Experimentó un miedo abrumador, ya que era la primera vez que se encontraba con un hombre de fuera. Su madre siempre le había pintado a esos individuos como criaturas horribles y carentes de empatía. Le aseguró que él era diferente, especial y más sensible que los demás hombres, y Jimin confió plenamente en esas palabras.

Nervioso, se aproximó lentamente al cuerpo de Jungkook, que reposaba en el suelo inconsciente, percibiendo los latidos fuertes de su corazón en el pecho. La visión del rostro de Jungkook estaba difusa, así que con cuidado apartó su cabello para analizar meticulosamente sus facciones, comparándolas con la imagen preconcebida en su mente.

Siempre había imaginado a los hombres como bestias de colmillos largos y rostros peludos. Sin embargo, el chico inconsciente en el suelo rompía con esa imagen; era hermoso, con una mandíbula definida, un perfil encantador y cabello liso y bien cuidado. Aunque su pequeño camaleón se movía inquieto, sugiriendo peligro como había advertido Gothel, su apariencia física no coincidía con esa descripción.

Jungkook se despertó bruscamente, sus ojos amplios y redondos irradiaban una luz especial. Sin embargo, la sorpresa se desvaneció cuando Jimin, asustado, lo golpeó nuevamente con el sartén, dejándolo inconsciente en el suelo por segunda vez. Jimin, sintiéndose en desventaja, no podía permitirse tener a alguien tan musculoso merodeando en su torre, ya que nunca antes había abandonado ese lugar y no sabía cómo actuar.

En ese instante, la opción más acertada era ocultar a Jungkook. Lo arrastró por el suelo, sujetándolo por las piernas para encajarlo en el armario. Aunque el espacio era limitado y las puertas estaban deterioradas, intentó varias maniobras en vano, colocándolo de diferentes maneras. La situación parecía difícil, ya que el armario resultaba demasiado estrecho para acomodarlo.

Colocó una silla para asegurar el armario y retomó el sartén con el que dejó a Jungkook inconsciente. Se sentía exhausto, con la respiración un tanto acelerada. En un breve lapso, ocurrieron demasiadas cosas.

— Bien... bien, tengo a una persona en el armario. — Dijo Jimin nervioso, mirando el armario con severidad —. Tengo una persona en el armario... — Repitió, notando su reflejo en el espejo, sintiéndose un poco más seguro de sí mismo —. Tengo una persona en el armario, ¿cómo que era demasiado débil para manejarme allá afuera, mamá? ¡Bueno, dile eso a mi sartén! — Dio vueltas el sartén en su mano, golpeándose accidentalmente en el rostro.

Se quejó de inmediato, el impacto fue contundente, sintiéndose como un auténtico tonto. Sin embargo, su atención se desvió hacia el bolso del chico atrapado en el armario, el cual se encontraba tirado en el suelo. Al examinarlo, descubrió una diminuta corona resplandeciente. Intrigado, se inclinó para tomarla, sin tener claro qué hacer con aquel pequeño tesoro.

Metió la mano dentro de la corona, mientras el camaleón observaba con desaprobación moviendo su diminuta cabeza. Las gemas incrustadas en la corona captaron la atención de Jimin; eran hermosas, aunque el motivo de su presencia le resultaba desconocido. El camaleón continuaba su evaluación crítica, hasta que Jimin, sintiéndose observado, decidió dar la vuelta, enfrentarse al espejo y con calma colocarse la corona sobre la cabeza.

UN CUENTO PERSA 物語 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora