1.7K 197 37
                                    

El tono carmesí del cielo había teñido todo a su alrededor, dando una sensación aun mas sombría al lugar.

Alastor apenas era consiente del nivel de destrucción a su alrededor, aquello que antes había sido su nueva gran estación radial. Ahora estaba reducida a solo polvo y escombros, debido a la gran batalla que hace poco se había disputado en el también destruido hotel feliz.

Sus pasos temblorosos y su postura inestable le hacían un trabajo difícil el caminar. La herida en su pecho dolía de una manera particular, una que le recordaba nuevamente su propia vulnerabilidad ante su ego implacable.

Era un simple pecado, uno que por muchas almas que tuviera a su merced jamás llegaría a compararse a otros niveles superiores del infierno.

El golpe casi mortal que había dado Adán a su cuerpo solo era eso, un nuevo recordatorio para si mismo de que no era invencible. El sabor amargo de la humillación y el miedo nuevamente invadieron su boca y pecho.

Había escapado como un cobarde nuevamente, la desesperación instintiva al verse en peligro actuó contra su voluntad obligándolo a huir. Tal como hace años había sucedió en aquel encuentro sangriento contra Vox.

El cual había marcado su destino hasta la actualidad.

—El maldito acuerdo… —Susurro con voz rasposa y agonizante. Con esfuerzo enderezo su cuerpo, apoyando sus manos en el mesón que a pesar del ajetreo aun permanecía intacto. El dolor en su cuerpo logro estabilizarse, mas no el de su actual crisis mental.

Sus garras se clavaron con fuerza sobre la fina madera, logrando arañarla notoriamente cuando sus dedos se curvaron lentamente. La estática de radio que siempre le acompañaba aumento de sobremanera en -lo que aun quedaba en pie- de la habitación.

—Esa maldita mujer —La que alguna ves considero una buena negociadora. Quizás hasta una salvadora en cierto punto de su historia, aunque eso hace mucho había cambiado.

Aunque aquella sonrisa que siempre adornaba su rostro no había desaparecido, el tono en su voz no era para nada un acompañante compatible de esta. El veneno y la ira en su voz era palpable, la fuerza que ejercían sus manos, actualmente con los puños ya cerrados contra la mesa, era muy fuerte.

Lilith se había convertido en quizás el nombre que mas había odiado en toda su existencia.

Todavía recordaba el día de su fatídico encuentro. Había escapado completamente débil luego del ultimo ataque mortal contra su persona, el responsable había sido el mismísimo demonio de la televisión. Vox no era un jugador limpio y Alastor lo sabia. Pero eso no había impedido que aun así, su sorpresa fuera grande al notar como la batalla antes de uno contra uno, había sido cambiada a tres contra el.

Los Vees habían formado la estrategia perfecta para lograr abrumarlo. Si se quedaba solamente aseguraba una derrota humillante y poco elegante. Su decisión fue clara, debía salir de ahí cuanto antes. No sin antes dar un golpe final que dejaría completamente jodido a Vox, una pequeña lección para que no volviera a ser un sucio idiota en otro encuentro.

Su sombra fue una gran ayuda en cuento logro materializar su cuerpo en un lugar alejado de la batalla. Aunque sus pies no pudieron aguantar mucho tiempo, sus rodillas flaquearon ante la fatiga de su cuerpo y el dolor de sus heridas.

La sensación de ser miserable nublo su razón, su estática era simplemente un sonido blanco ante sus abrumadores pensamientos. El piso frio bajo sus manos manchadas de su propia sangre solo lo hizo sentir aun mas pequeño.

Su pecho apretado le dificultaba el respirar, era tan desagradable como extraño. Recuerdos de su antes banal vida mortal reaparecieron, siendo el de la perdida de su querida madre el mas similar en tanto a lo agonizante que eran las sensaciones.

𝐋𝐀 𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 𝐃𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐑𝐃𝐄𝐑𝐎. | RadioApple.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora